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3. Reglas monásticas latinas anteriores a la Regla de san Benito

IX. La Regla del Maestro (continuación)

Capítulo 88: Sobre el plazo de tiempo (concedido) a los hermanos que se reciben, durante el cual deben meditar consigo mismos sobre la fijación de (su) estabilidad:

1Cuando, por medio del abad, la regla hubiera amonestado al nuevo hermano a cumplir todo lo dicho anteriormente[1] para fijar su estabilidad: 2limosna de sus bienes, o donación al monasterio por medio de un garante con cláusula penal; o, si es desconocido, por la fidelidad a un juramento, 3reciban[2] no obstante un espacio de dos meses de tregua para deliberar consigo mismos[3], 4trabajando sin embargo con los hermanos, contentándose con la ración común de alimento y con la disciplina de las excomuniones de la regla, 5para probar también las costumbres del monasterio y ser él mismo probado por el monasterio, 6reflexionando consigo mismo, si debe establecerse junto a Dios o le conviene regresar junto al diablo. 7En estos dos meses, (estarán) bajo el cuidado de aquellos hermanos que custodian a los peregrinos[4], siendo vigilados de la misma manera sin que se den cuenta, 8y dormirán en la celda de los peregrinos, 9para que los custodios presentes observen sus entradas y salidas en el monasterio; 10y, a toda hora, si se apartan de la comunidad de los hermanos, los custodios los buscarán solícitamente, para evitar que, anticipándose, partan sin decir adiós con algo robado.

11Una vez concluidos los dos meses, si no les agrada la disciplina ni a ellos ni al monasterio, (y) les place irse, 12cuando lo sepan el abad y todos, después de haber jurado que no ha cometido ningún hurto, y de haber restituido al monasterio los objetos que tal vez hubiese recibido por un tiempo, 13en seguida dará la paz a todos y recibirá un bastón en la mano y provisiones para el camino; (y) después de hecha la oración y dicho el versículo[5], se le dará en paz; 14sin embargo, si quiere, que parta como huésped, y el diablo lo volverá a recibir en su ciudad, a aquél que Cristo, a pesar suyo, le había dado hospitalidad.

 

Capítulo 89: Pregunta de los discípulos: ¿Cómo un hermano nuevo debe confirmar su entrada el monasterio? El Señor responde por el Maestro:

1Una vez terminado el plazo de dos meses dado para reflexionar y, si les agrada la disciplina, eligieren preferentemente la estabilidad[6] y, prometiendo nuevamente adherirse a la regla que se les ha leído, optaren por acatar la perseverancia[7], 2el abad volverá a interrogar al nuevo hermano sobre lo que ha decidido durante el plazo acordado, si con su respuesta promete que observará en todas las cosas la obediencia, el abad responderá: “Deo gratias[8].

3Al día siguiente, después de decir las oraciones de prima, cuando el abad salga a la puerta del oratorio con la comunidad, el nuevo hermano inclinará el cuello hasta sus rodillas, 4rogándole a él y a toda la comunidad, que permanezcan en el oratorio durante algún tiempo y oren por él. 5En seguida, se rogará por él largo tiempo y el abad concluirá en nombre de todos; y queriendo (el abad) salir, el nuevo discípulo le tomará del vestido (y) humildemente le retendrá con la mano, 6haciéndole la siguiente petición: “Tengo algo que pedir, primero a Dios y a este oratorio santo, luego a ti y a toda la comunidad”. 7El abad responderá: “¿Cuál (es) ese deseo?”. 8El futuro discípulo proseguirá diciendo: “Quiero servir a Dios mediante la disciplina de la regla que se me ha leído en tu monasterio”. 9Cuando el abad responda diciendo: “¿Y esto te agradará?”, 10el futuro discípulo proseguirá: “Esto en primer lugar (agrada) a Dios y luego a mí”. 11Entonces el abad, dirá: “Mira, hermano, no me prometes nada a mí, sino a Dios y a este oratorio y a este altar santo. 12Si obedecieres en todo a los preceptos divinos y a mis amonestaciones, recibirás en el día del juicio la corona de tus buenas acciones, 13y yo obtendré alguna indulgencia por mis pecados, por haberte animado a vencer al diablo con el mundo. 14Pero si en algo no quisieres obedecerme, he aquí que pongo al Señor de testigo, 15porque también esta comunidad dará testimonio en mi favor en el día del juicio, 16puesto que, como dije más arriba, si me desobedeces en algo, en el juicio de Dios seré absuelto, y tú deberás dar cuenta por tu alma y por tu menosprecio”.

 

17Después de estas palabras, si entra con sus bienes, entonces pondrá con su propia mano sobre el altar el inventario de su bienes y la donación que hace a Dios para el monasterio, 18diciendo ese mismo hermano: «He aquí, Señor, que te devuelvo y ofrezco con toda mi alma, y en mi pobreza, todo lo que me diste (cf. 1 Cro 22,14), 19y quiero que mis bienes estén allí donde estén mi corazón y mi alma (cf. Mt 6,21), 20pero bajo la potestad del monasterio y del abad, que tú, Señor, me has puesto para que lo respete como tu lugarteniente, cuando les dices: “El que a ustedes oye, a mí me oye, y el que a ustedes desprecia a mí me desprecia” (Lc 10,16). 21Puesto que, por su medio, tú dispones todo aquello que necesitamos, no es necesario que poseamos nada en propiedad, 22porque tú eres nuestro proveedor de todas las cosas[9] y sólo tú bastas para todo[10]; 23De modo que nuestro vivir ya es Cristo mismo, y el morir una ganancia (Ga 1,12)».

24Después de estas palabras el mismo nuevo hermano dirá este responsorio[11]: “Recíbeme, Señor, según tu palabra y viviré, y no me confundas en mi esperanza” (Sal 118 [119],116). 25Después de este responsorio, al abad dirá este versículo: “Confirma, oh Dios, lo que has realizado entre nosotros[12]” (Sal 67 [68],29)[13]. 26Después de haber dicho este versículo, en seguida todos le darán la paz, el abad concluirá, 27y tomando el inventario de encima del altar, 28pondrá inmediatamente al nuevo discípulo bajo un prepósito, y una vez puesto en sus manos, saldrá de la ceremonia con los otros hermanos[14].

29En ese mismo día, como signo de humildad, verterá el agua en las manos de los hermanos cuando entren para la comunión, 30y cuando se las dé, les besará a todos las manos y pedirá a cada uno que oren por él[15].

31Con respecto a los inventarios de las donaciones hechas por los hermanos, el abad, al acercarse su muerte, insertará en su testamento todo lo que no se hubiera gastado para las expensas del monasterio; 32como también los nombres de los que lo dieron; 33para que, después de su muerte, si alguien abandonare el monasterio, no se atreva a reclamar sus bienes, 34ni violar la estabilidad prometida al monasterio, ni la fidelidad jurada al difunto, 35o decir que en el monasterio hay algo suyo de lo cual no hizo donación.

 


[1] Cf. RM 87,68-71.

[2] Pasaje del singular al plural en el texto latino. Estos cambios de número se repiten frecuentemente en este capítulo y también en el siguiente.

[3] Cf. Jc 11,37-39; Ambrosio de Milán, Sobre la virginidad 5 (PL 16,267 C); Sobre los deberes de los ministros III,81 (PL 16,168-169).

[4] Cf. RM 79.

[5] Cf. Sal 24 [25],4; 16 [17],5.

[6] Et placibili disciplina ab eis magis stabilitas eligatur.

[7] Et persverantia..., ab eis placeat adinpleri.

[8] “Demos gracias a Dios”.

[9] O: universal (de omnibus).

[10] In omnibus. Cf. Juliano Pomerio, Sobre la vida contemplativa II,16,2.

[11] Llamado así seguramente debido al modo en que se ejecutaba (cf. RM 14,28-29).

[12] O: por nosotros (in nobis).

[13] Cf. Passio Iuliani 6, fol. 37, p. 32.

[14] Cf. Casiano, Instituciones 4,7.

[15] Lit.: “que deben orar por él” (por se debere orare).