Inicio » Cuadmon » Cuadernos Monásticos N° 232

Editorial

Escribo esta presentación en la Fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, en la Octava de Navidad. Y me ha sido de gran ayuda el texto de la alocución de san Pablo VI, en el año 1964, en la iglesia de la Anunciación de Nazaret.

El santo Pontífice hablaba en esa ocasión de una triple lección: de silencio, de vida doméstica, de trabajo[1].

Es conocida la cercanía humana y espiritual entre san Pablo VI y el beato Eduardo Francisco, Cardenal Pironio. Incluso me atrevo a decir que entre ellos hubo una verdadera y profunda amistad, con una común meta: impulsar la renovación de la Iglesia propuesta por el Concilio Vaticano II. Ambos fueron ciertamente hombres de Dios.

El beato Pironio, en efecto, llevó a la práctica en su vida la triple lección mencionada antes. Porque fue un hombre de silencio, que escuchaba, meditaba, oraba y contemplaba la Palabra hecha carne en el seno de la Virgen María. Al igual que el Pontífice, el Cardenal tenía además un profundo amor, y lo manifestaba permanentemente, por la Madre del Salvador.

Fue asimismo el beato Cardenal un hombre que amaba y animaba la vida doméstica. Preocupado no solo por la situación de las familias cristianas, sino también por la vida de las comunidades religiosas, y más concretamente por la práctica cenobítica de nuestros monasterios.

Apreciaba y animaba la vida comunitaria de cada uno de nuestros cenobios, demostrándonos de una forma muy concreta su gran estima por cada Monasterio del Cono Sur. Nos visitaba en cada oportunidad que se le presentaba, y nos escuchaba, nos instruía, nos exhortaba, participaba en las grandes y pequeñas celebraciones de nuestras Comunidades. Compartía con sencillez y gran caridad nuestras alegrías y nuestras penas.

El beato Eduardo Francisco fue un hombre de trabajo. Es decir, de fuerte empeño en su servicio eclesial. En tiempo de no escasas dificultades en ningún momento escatimó su esfuerzo para llevar a buen puerto la aplicación de los documentos del Concilio Vaticano II. Esto le reportó grandes alegrías, pero también sufrimientos muy hondos.

Conocía, el beato Pironio, muy bien la Regla de san Benito, y me atrevo a decir que estas palabras de san Pablo VI sintetizan lo que en ella encontraba y transmitía nuestro querido Cardenal: “… El recogimiento, la interioridad, la aptitud de prestar oídos a las buenas inspiraciones y palabras de los verdaderos maestros; la necesidad y el valor de la formación, del estudio, de la meditación, de la vida personal e interior, de la oración que Dios solo ve secretamente”[2].

En la Carta que escribiera a la Madre Cándida Cymbalista (+), osb, encuentro una frase que sintetiza de manera admirable su pensamiento sobre la vida contemplativa, sobre la vida monástica, en perfecta armonía con lo recién expresado: “Insisto mucho en la necesidad de tres condiciones que me parecen esenciales: la Palabra, la Comunidad y el Desierto. En la medida que una comunidad se nutre auténticamente de la Palabra, vive en gozosa fraternidad evangélica y se introduce en el desierto para un encuentro verdadero con el Señor, se dará la vida contemplativa”.

Resulta impresionante la armonía de pensamiento y de acción entre san Pablo VI y el beato Eduardo Francisco Pironio. ¿No será que el Señor nos está llamando a comprometernos más hondamente con la renovación que nos pide el Concilio Vaticano II?

Por una total casualidad, en la sección Fuentes, iniciamos la publicación de las experiencias de viaje de uno de los grandes “eruditos” del siglo IV: Rufino de Aquileya. A través de sus relatos podremos entrar en contacto quienes en su tiempo abrazaron la vida monástica en seguimiento del Señor Jesús. En cierta forma, como que se adelantaba a las enjundiosas visitas del beato Pironio a nuestras comunidades.

Y para mayor abundancia de “casualidades”, la recensión del libro de uno de nuestros venerables ancianos del Cono Sur nos invita a valorar siempre más la vida en el Espíritu, otro de los temas muy apreciados por el beato Pironio.

Dios todopoderoso,

que has dado al beato Eduardo Francisco [Pironio], obispo

un ferviente amor a la Iglesia,

misterio de comunión misionera,

concédenos, por su intercesión,

ser fieles discípulos de tu Hijo

para llevar al mundo la alegría del Evangelio.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,

que vive y reina contigo

en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,

por los siglos de los siglos.

Enrique Contreras, osb

Fiesta de la Sagrada Familia


[1] Ver el texto completo de la homilía en: https://www.vatican.va/content/paul-vi/es/speeches/1964/documents/hf_p-vi_spe_19640105_nazareth.html.

[2] Ibid.

 

SUMARIO

Editorial

Historia de los monjes en Egipto

“Vimos entre los monjes egipcios a muchos padres que llevaban una vida celestial aun puestos en la tierra y a algunos nuevos profetas suscitados tanto por las virtudes del alma como por el servicio de predecir, a quienes no les faltaba para el testimonio de los méritos la eficacia ni de los signos ni de los prodigios”.

Fuente

Recensión

Libro