Inicio » Cuadmon » Cuadernos Monásticos Nº 22

Editorial

 

DENIS HUERRE, OSB

PRESENTACIÓN[1]

Los estadios que constituyen este volumen son la respuesta dada por monjes, filósofos, historiadores, cristianos de diferentes confesiones, y por un creyente ajeno al cristianismo, a la pregunta que se han planteado y les ha planteado la Comisión monástica nombrada por el Congreso de Abades benedictinos de 1970, para preparar el tema central del próximo Congreso de 1973. La pregunta es y signe siendo esta: ¿Se puede hablar hoy de una experiencia de Dios propia de la vida monástica y, suponiéndola real, cómo expresarla a aquellos cuyas condiciones de vida se asemejan tan poco a las de un monasterio?

Esta pregunta es confusa, como es confusa en materia religiosa la época de aquellos que, agnósticos o no creyentes, la rechazan, o bien si son cristianos, le encuentran a menudo una peligrosa ambigüedad. Algunas de las respuestas publicadas en este volumen expresan ese muy legítimo temor. Por cierto, ateniéndose sólo al vocabulario de la regla monástica más comúnmente seguida por los monjes occidentales, la de san Benito, no se encuentra en él ninguna mención de experiencia sino sólo búsqueda de Dios. Y si hablar de Dios es siempre peligroso, según pensaba Orígenes, no lo es ante todo porque Dios es inefable, sino principalmente porque el hombre no podría en ningún caso experimentar a una Persona divina como tal, sea ella revelada, sea ella encarnada, como nuestra fe cristiana nos permite afirmarlo: Dios en cuanto Dios está siempre más allá de toda experiencia, y los teólogos del cristianismo han tenido siempre cuidado de explicar este termino “experiencia”, equívoco en efecto.

Insistamos aún, valiéndonos de otra paradoja, benéfica en último término, paradoja que expresamos al decir de Dios, por una parte -y de buena gana-, que es Presente, Omnipresente, que es Aquel que todo lo mira y todo lo conoce, y por otra parte -pero a menudo con turbación- que parece ausente, que es Ausente. Mas esta ausencia es también un aspecto de la Presencia de Dios. Y si bien tales nociones son familiares a quienes conocen la tradición apofática de Oriente, en especial la de san Gregorio de Misa, o, posteriormente, la de san Juan de la Cruz, ¿el discípulo de san Benito no las encuentra acaso tan clara y muy naturalmente sugeridas por este heredero del monaquismo anterior, en la obligación impuesta al monje de buscar siempre a Dios? ¿La experiencia de Dios seria tan solo la experiencia de esa búsqueda incesante, o bien el nombre podrá alcanzar alguna vez en su camino verdaderos altos y momentos de transfiguración?

Como se ve, el tema no es simple. Más aún: quizá sea la necesidad de clarificarlo lo que explica el interés que ha despertado no sólo en la Orden benedictina sino también en otros grupos que han adoptado para sus propias reuniones un tema muy semejante. ¿Se podrá esperar que el mundo de los monjes, tan dispar y tan diverso en sus costumbres, y hasta dividido según hagan hincapié en uno u otro de los nombres que los definen, esto es “monos” o “koinós”, que semejante mundo monástico llegue a reconocerse al fin como unificado en ese buscar y gustar a Dios que constituye toda su experiencia cristiana?

¿No podemos acaso pensar que la época moderna, pese a sus carencias, es favorable para los monjes si ellos desean de veras la experiencia de Dios, continuando el linaje de aquellos a quienes llamamos los antiguos monjes? Favorable, porque si estos últimos han manifestado un gusto peculiar por la psicología humana y -al decir de algunos- hasta por la psicología profunda, la ciencia psicológica, por sus recientes progresos, debería ayudarnos a discernir por nuestra parte, y lo menos mal posible, lo verdadero de lo oscuro; ¡pensemos en el estudio de las vocaciones...!

Y si los Padres del monaquismo no apartaban los ojos del texto bíblico, esperando adquirir por este “estudio” permanente una verdadera sabiduría de vida, los progresos de la exégesis deberían fortalecer nuestro parentesco con ellos para hacer de nosotros no sólo conocedores ilustrados, sino familiares del Verbo de Dios y, en sentido estricto, discípulos de Cristo.

Finalmente se reconocerá sin dificultad que la vida común, por ser menos simple que en otros tiempos, pone de manifiesto ciertas riquezas antaño menos conocidas. Lo atestigua la interrogación tan difícil sobre la naturaleza y la vida concreta de la comunidad, sobre el arte espiritual y la discreción, sobre el abad, sobre los hermanos, sobre la vida sacramental y litúrgica, sobre los huéspedes y los pobres, sobre los lazos que unen a la comunidad de los monjes con la diócesis, con la Iglesia y con el mundo.

Los artículos que presentamos ¿no serán en último término una alabanza un tanto vana, a la gloria de los monjes más conscientes que nunca de su vocación y de su capacidad de serle fieles? Más bien, mostrarán la complejidad de una vida de la que más vale tomar conciencia si se pretende conservar la “simplicitas monastica” que no es en modo alguno simplismo sino voluntad de ser lo más apto posible para seguir a Cristo sin ilusiones[2].

La Pierre-Qui-Vire 89,

Saint-Légér - Vauban

(Yonne) Francia



[1] Este numero de Cuadernos Monásticos ha sido preparado a pedido del Reverendísimo Padre Abad Primado. Los temas nos sido enviados por la Secretaría del mismo, y son trabajos de especialistas, que servirán de base al próximo Congreso de Abades (1973). Se perciben entre ellos diversas posiciones, algunas discutibles quizá. El próximo Congreso ya se pronunciará sobre su validez y alcance. Esta Dirección no ha intervenido ni en el orden de los temas ni en la elección de los autores. Todo nos lo han facilitado. Cuadernos Monásticos agradece al Reverendísimo Padre Abad Primado y a la Comisión de Re Monastica la confianza en nuestra publicación y la ayuda material que ha hecho posible este número. LA DIRECCIÓN.

[2] Tradujo: Hna. Ma. Elena Lagos, osb. Abadía de Santa Escolástica . Victoria (Buenos Aires - Argentina).

 

 

SUMARIO

Editorial

La experiencia de Dios en grupos

Artículo

La experiencia monástica de Dios y la Liturgia

Artículo

Monasterios de América del Norte

Artículo

Monasterios de África

Artículo

Observaciones de un teólogo protestante a una conferencia del cardenal Willebrands

Artículo

Reflexión de un no cristiano

Artículo

La Tecnología, las Artes, la Cultura y la experiencia estética: desarrollo y conflictos

Artículo

Interrogando hoy al monaquismo

Artículo

El encuentro con Dios en la historia

Artículo

La experiencia monástica de Dios y la Iglesia local

Artículo