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Editorial

EL NÚMERO 50 DE CUADERNOS MONÁSTICOS

Con este número alcanza Cuadernos Monásticos su quincuagésima edición. Así, después de trece años bien llenos de ilusiones y de trabajos, se puede expresar a la vez el agradecimiento por el pasado, reflexionar sobre el presente, esbozar algunas orientaciones y proyectos para el futuro. Porque estos trece años con sus cincuenta números representan algo más que una supervivencia más o menos esforzada. Fueron, son, y ojalá sigan siéndolo por un largo futuro, el resultado de una convicción arraigada en el sentido de la vocación monástica: buceando en la hondura de la oración y de la reflexión serena y desinteresada, reflejando el eco del silencio y la virginidad del alma, para dar en la Iglesia el testimonio, modesto pero sincero, de la presencia de Dios en medio de ella.

El proyecto

La idea de publicar una revista surgió en la I Reunión de comunidades monásticas del Cono Sur, realizada en Los Toldos del 3 al 5 de marzo de 1966. En ella se leyó un proyecto de los PP. Mauro Matthei y Pablo Sáenz, que fue aprobado por los superiores presentes en dicha Reunión. Se confió la dirección de la nueva publicación al P. Antonio Ghiotto, de la Abadía del Niño Dios, con la colaboración de las monjas de la Abadía de Santa Escolástica, donde se encontraría la administración. Desde entonces, la Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur ha patrocinado la publicación, sosteniéndola según sus posibilidades. De hecho, Cuadernos Monásticos es la obra más constante y de mayores alientos de la Conferencia, que se alegra de poder contribuir a través de la revista a difundir en la Iglesia el mensaje de los monjes.

Durante los primeros años la presentación de la revista fue modesta, mimeografiada en el mismo monasterio de Punta Chica, pero a partir de 1973 ya pudo ser impresa. En 1969 fue designada directora de la publicación la Hna. María Cándida Cymbalista, que lo es desde entonces, asistida por un Consejo que reúne monjes y monjas de varios monasterios.

Un repaso de los temas tratados en la revista en estos años fecundos nos daría una idea cabal de las preocupaciones de los monjes y monjas durante el período transcurrido. Muchos números han reproducido los trabajos leídos en encuentros y asambleas de la Conferencia del Cono Sur, las latinoamericanas, el Congreso de abades OSB, de Roma. La renovación postconciliar, con su fermentación tan intensa, pasó en gran medida por estos encuentros, cuyos textos han jalonado la evolución de los últimos años y cuya discusión ha sido la ocasión de intercambios y de propuestas. Además se publicaron artículos de doctrina, de espiritualidad, de historia, originales de religiosos de nuestras comunidades. A través de ellos percibimos el eco que los acontecimientos de la Iglesia y del mundo, el desarrollo del pensamiento y la apertura a horizontes nuevos han tenido en los monasterios. La selección y traducción de artículos ya publicados en otras revistas mostró también en qué medida la lectura de los diversos autores ha sido un estímulo enriquecedor. Pero es importante comprobar aquí que el balance no surgirá de una mera enunciación de autores ni de una comparación cuantitativa. Lo más notable ha sido, y es, el equilibrio de la búsqueda, que es la garantía de un resultado a la vez actual y fiel al propio espíritu. En todo momento, Cuadernos Monásticos, y ha sido el mérito indiscutible de sus directores, no siempre comprendidos, se mantuvo fiel a la vocación monástica, que es la suya, alimentándola y fortaleciéndola, también en las situaciones críticas.

La actitud básica de la revista ha sido, diríamos, la de un servicio para la lectio divina. No pretendió ser una palestra para el enfrentamiento de las proposiciones más diversas, para lanzar ideas o programas. Su objetivo, creemos que acertadamente elegido y sabiamente mantenido, fue el de contribuir al desarrollo de nuestras comunidades facilitándoles textos para la lectura, algunos de alcance inmediato para la reflexión y la meditación, para el estudio de las fuentes y de las corrientes monásticas pasadas y presentes, otros para que, penetrando lentamente, sedimentasen en los espíritus, dejando su hondura y su seriedad en el fondo de un desarrollo futuro. Nuestra publicación ha intentado ser actual sin ser efímera, dar su palabra, sin atribuirse un magisterio, sino borrándose detrás de él. Creemos que lo ha logrado.

Los Cuadernos Monásticos son una revista muy al día, pero que, pasados los años, se lee con interés, y no sólo con curiosidad... erudita o de la otra. Rehusó siempre sacrificarse a la moda y a la noticia. El tiempo –este tiempo, en que hemos visto tantas cosas de todo color– le ha dado la razón.

Una misión

Por todo ello, Cuadernos Monásticos tiene una misión en nuestro medio. No es la única revista monástica en castellano, las hay y de muy buen nivel. Pero en tal diversidad de caracterizaciones, creemos que hay un lugar propio para Cuadernos Monásticos. Ya está difundida por el continente americano y en España, y entre las publicaciones europeas de los ambientes monásticos goza de una estima bien afianzada. Tal vez porque, siendo muy sensible a las condiciones del momento, se ha esforzado por mantener la mira puesta en lo duradero.

Es también el portavoz y el termómetro de las comunidades monásticas del Cono Sur. Su papel, igualmente afianzado ya, ha sido el de suscitar una renovación auténtica, manteniendo vivo el deseo y estimulando a los monjes, proponiéndoles una reflexión sobre los más variados temas, pero encaminados siempre según una visión espiritual. En este sentido podemos hablar de Cuadernos Monásticos como de una revista de espiritualidad, que trata de todo aquello que hace al espíritu de nuestra vida monástica, es decir, a aquello que es central, que da sentido a lo que hacemos, como el alma informa al cuerpo en el hombre.

Con el transcurso de los años, Cuadernos Monásticos ha ganado también un lugar entre el laicado católico, que ve en la revista como un reflejo de la luminosidad que emana del misterio de Dios, como una ayuda y una inspiración que les llega por medio de los monjes, para enriquecer su vida interior, para tomar en el mundo y en sus ocupaciones un respiro en la apertura que la vida monástica les da sobre el secreto de Dios. A través de Cuadernos Monásticos, ¡cuántos han descubierto en la Escritura, en la Liturgia, en los escritos de los Padres, una guía para su propio camino espiritual!

Es justamente en ambientes tan variados y complejos, a los que llega Cuadernos Monásticos, que se realiza su misión propia, de ser como el suscitador, a la vez, y el eco, del encuentro con Dios.

En la Iglesia

Cuadernos Monásticos llega, pues, a los más diversos sectores. Y lo hace con el espíritu de la Iglesia. La vocación de los monjes está en el corazón de la Iglesia; desde allí han buscado acercar a los hombres a Dios, llevándoles su mensaje. No se pretendió decir algo original, sino que, en la sobriedad y en la humildad, se ha volcado lo que procedía de una experiencia espiritual. Se ha reflejado el magisterio de los Papas, se ha reflexionado sobre las grandes inquietudes de la Iglesia de hoy y de siempre: la santidad, la unidad, la oración, la pobreza, el estudio de los principios cristianos. Se ha tratado de hacerlo con un alma católica, universal, desde la especificidad de nuestra vocación. Por eso se ha presentado lo que, en la tradición de la Iglesia, constituye una manifestación de la acción del Espíritu, como lo es la misma vida monástica, a través de valores perdurables. Por supuesto, queda aún mucho por hacer: está en la vocación del monje ser factor de unidad entre los hombres, entre los tiempos, entre los espacios mentales y las escuelas intelectuales, como un puente que une en la paz y como un estímulo para apresurarse hacia la visión celestial. Esta dimensión deberá crecer en nuestra revista, de modo que irradie siempre más la verdadera PAX, que es el fruto de la vida benedictina. A los laicos, a los hombres y mujeres consagrados en la vida apostólica, a los sacerdotes y ministros, a todos nuestros hermanos y hermanas de las familias contemplativas, les debemos este servicio de caridad.

Lectio Divina

Señalábamos la lectio divina como el nivel en que debemos ubicar a Cuadernos Monásticos. Quienes escriben en la revista, lo hacen como fruto de la lectio; quienes la leen, recurren a ella buscando un sustento para la lectio. Todos sabemos que la lectio divina es una actividad bien compleja; puede comenzar, tal vez, por una curiosidad, pero debe terminar en oración. Difundirla en Cuadernos Monásticos es poner altavoces al pensamiento –operación audaz y delicada–, no para abrumar con propaganda ni para diseminar slogans, sino para compartir con otros las riquezas ocultas del silencio.

Desde el comienzo, Cuadernos Monásticos se preocupó por difundir los escritos de los Padres monásticos. No hubo –hay que confesarlo aquí– la misma dedicación por promover una lectura espiritual de la Escritura, por falta, tal vez, de plumas interesadas, y por eso, el movimiento hacia la Biblia, que ha sido tan real y tan rico en nuestros monasterios, no llegó a manifestarse en Cuadernos Monásticos. Sí tuvieron un lugar de preferencia las fuentes monásticas: los apotegmas, las reglas pacomianas, Orsisio, las obras de Evagrio, Basilio, Efrén, Juan Clímaco, entre otros. Su traducción y la elaboración de las introducciones y notas demandaron un trabajo importante, exigente. De esta manera, Cuadernos Monásticos ha ido promoviendo en los monasterios el interés por los textos y por el trabajo sobre los textos, coincidiendo con el enriquecimiento de las bibliotecas monásticas con las obras más importantes sobre el tema y la incorporación de su estudio a los planes de formación en los noviciados. Y también, finalmente, tomando un lugar relevante en la edición de textos monásticos clásicos, junto con otras editoriales: la publicación de la Regla de san Benito, de su Comentario, de la colección Padres cistercienses, de textos de espiritualidad monástica oriental y occidental, que distingue, afortunadamente, a este momento de la Argentina.

En un segundo momento, los textos hechos asequibles, han contribuido al desarrollo espiritual de las comunidades, equilibrando el interés por los acontecimientos exteriores, de la Iglesia y del mundo, que han tenido en nuestro continente una lectura demasiado “normativa”, no siempre prudente. Este equilibrio entre la actualidad y la tradición, ha sido, más que un esfuerzo intelectual o erudito, el verdadero “ministerio” de nuestra revista.

***

Esta breve reseña de hechos pasados y de realidades presentes, abiertos a un futuro que auguramos promisor, no puede concluir sin testimoniar aquí el agradecimiento que sentimos hacia quienes han hecho posible la continuidad del esfuerzo iniciado hace 13 años, con el número 1. Ahora, con la perspectiva que da el tiempo, y también con la experiencia de las dificultades superadas, se puede decir que, si la iniciación de Cuadernos Monásticos fue providencial, su continuidad confirma que ha contado con una especial asistencia de lo alto. No ha sido durar, solamente, ha sido crecer para servir, y sirviendo, crecer con los frutos del servicio. Para ello, Dios se ha valido de hermanos y hermanas a quienes va todo nuestro agradecimiento y admiración. Cuadernos Monásticos es obra de todos los monasterios agrupados en la Conferencia de Comunidades monásticas del Cono Sur, pero ellos están representados por quienes, en la dirección, en la redacción, en la administración de la revista, llevan el peso del día y del calor. A ellos, pues, les damos las gracias, y les trasmitimos la seguridad que todos los monasterios del Cono Sur sabrán apoyar siempre este apostolado tan amplio y generoso, una verdadera diaconía, que se nos ofrece realizar.

Martín de Elizalde, osb[1]

Prior de la Abadía de San Benito

 


[1] Presidente de la Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur.

 

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