San Juan Bautista
Siglo XIII (?)
Santa Sofía, Constantinopla
«Para reconocer a Jesús no son suficientes las artes del ingenio y los argumentos de la humana sabiduría. Es, por tanto, necesaria la revelación de la Fe, dada primero a los Apóstoles, y de los cuales, por medio de la Iglesia Católica, como por medio de los anillos de una áurea cadena, llega hasta nosotros.
También ahora, después de ya veinte siglos, Jesucristo está en medio del mundo, y el mundo todavía no lo conoce.
Escuchemos, al menos nosotros, el testimonio de Juan, de los Apóstoles, de la Iglesia y de todos los Santos, y adoremos a Jesucristo repitiendo la hermosa fórmula de Juan: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). Este es el más breve y antiguo símbolo de Fe.
Cuando san Benito pasó de Subiaco a Casinum “a predicar a gente engañada y mal dispuesta”, tal vez se acordó de la misión de Juan, repitiendo aquello que en una circunstancia semejante había dicho san Gregorio Nacianceno: “Aunque yo no sea el Precursor, sin embargo, como él, vengo del desierto”.
¿Qué nos dice hoy el Bautista sobre el Mesías?
1) Cristo ya se encuentra oculto en medio del pueblo de Israel, al cual ha sido enviado conforme a las divinas promesas hechas a los padres.
2) Sin embargo, Él permanece desconocido, porque sólo la divina revelación puede reconocerle. “Porque esto no te lo reveló ni la carne ni la sangre” (Mt 16,17).
3) En la unidad de persona y en su doble naturaleza divina y humana, Él es coeterno con el Padre, pero consustancial y temporal también con la Madre. “Nacido de mujer”.
4) Su dignidad mesiánica sobrepasa en tal forma la misión de Juan, que éste no se considera digno ni siquiera de prestarle aquellos servicios que los esclavos solían hacerles a sus dueños»[1].
[1] Ildefonso Cardenal SCHUSTER, Un pensiero quotidiano sulla Regola di S. Benedetto. Dalla Prima Domenica d’Avvento alla Seconda dopo l’Epifania, Abbazia di Viboldone, 1950, pp. 86-88.