La Ascensión de Jesucristo
Hacia 1170-1185
Salterio - Himnario
Amiens, Francia
«… Lo que durante todo el tiempo que transcurre de la resurrección del Señor a su ascensión procuró la providencia de Dios, enseñó y en cierto modo metió en los ojos y corazones de los suyos, fue que se reconociese por verdaderamente resucitado al Señor Jesucristo, al mismo que había nacido, padecido y muerto. Por lo cual los bienaventurados apóstoles y todos los discípulos, que se habían alarmado por la muerte de cruz y habían vacilado en la fe de la resurrección, de tal suerte fueron confortados ante la evidencia de la verdad, que, al subir el Señor a lo más sublime de los cielos, no sólo no experimentaron tristeza alguna, sino que se llenaron de una gran alegría. Y ciertamente había motivo de extraordinaria e inefable exultación al ver cómo, en presencia de aquella santa multitud, una naturaleza humana subía sobre la dignidad de todas las criaturas celestiales, elevándose sobre los órdenes de los ángeles y a más altura que los arcángeles, no teniendo ningún límite su exultación, ya que, recibida por su Eterno Padre, era asociada en el trono a la gloria de Aquel cuya naturaleza estaba unida con el Hijo, ya que la ascensión de Cristo constituye nuestra elevación, y el cuerpo tiene la esperanza de estar algún día en donde le ha precedido su gloriosa Cabeza; por eso, con dignos sentimientos de júbilo, amadísimos, alegrémonos y gocémonos con piadosas acciones de gracias»[1].
[1] San León Magno, Homilías sobre la Ascensión del Señor, 1 [73],4; trad. en: San León Magno. Homilías sobre el Año Litúrgico, Madrid, La Editorial Católica, 1969, p. 305 (BAC 291). León, que ostenta el título de Grande sobre todo por su contribución teórica y práctica al afianzamiento del primado de la Sede Apostólica romana, fue Papa de Roma entre 440 y 461, en el momento histórico en que el Imperio Romano se quebraba en Occidente ante el empuje de las invasiones bárbaras. León habría nacido en Toscana (¿o Roma?), hacia el fin del siglo IV. Antes de ser obispo de Roma ocupó una posición importante durante el pontificado de sus predecesores. León fue ante todo obispo de Roma y, por medio de sus frecuentes sermones dirigidos tanto al clero como al pueblo, buscó introducir a su comunidad en la celebración de los misterios de Cristo, proponiéndole la vivencia sincera de la vida bautismal, a la vez que procuró preservar a sus fieles de las herejías y los errores provenientes del paganismo. Después de veintiún años de pontificado arduo y difícil, murió el 10 de noviembre de 461. Nos legó 97 sermones y 173 cartas.