Jesús cura a la hemorroísa
1445-1460
Nicolás Florentino
Salamanca, España
“… La mujer encontró un solo camino de salvación: robar la curación; arrebatar en silencio lo que no podía pedir o por vergüenza o por respeto a quien estaba para socorrerla; llegar con el corazón al médico, la que no era digna de llegar con el cuerpo; tocar el manto solamente con la mano de la fe, sabiendo que este engaño, debido no a la voluntad, sino a un pudor inevitable, no sólo proporcionaría el perdón, sino también la curación, sobre todo, porque buscando el provecho de la ladrona, no ocasionaría ningún perjuicio al desposeído.
Piadoso hurto, que se comete con la ayuda y atracción de la fe. He aquí cuando la virtud es buscada en cosas contrarias; cuando el fraude con la ayuda de la fe ha obtenido lo que pretendía. Una mujer, para no ser reconocida, se aproxima en medio del gentío, que se amontona, y presume poder arrebatar la curación con la sola fe, manteniéndose oculta físicamente.
Se acerca desde atrás y se considera indigna de ser vista. La fe ha curado en un instante lo que la ciencia humana no ha podido en doce años”[1].
[1] San Pedro Crisólogo, Homilía 33,4; trad. en Pedro Crisólogo. Homilías escogidas, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 1998, p. 90 (Biblioteca de patrística, 44). La vida de Pedro, arzobispo de Ravena (Italia), llamado Crisólogo (= Palabra de oro) desde el siglo IX, permanece bastante oscura. Nació en Imola hacia 380. Entre 425 y 429, con seguridad antes de 431, fue nombrado metropolita de Ravena. En 445 asistió al fallecimiento de Germán de Auxerre. Tres o cuatro años después escribió a Eutiques (+ 454?), archimandrita de Constantinopla, que había acudido a él después de su condena por parte de Flaviano (+ 449), y lo invitó a someterse a las decisiones del papa León Magno (440-461). Falleció entre 449 y 458, probablemente el 3 de diciembre de 450, tal vez en Imola. Se le atribuyen actualmente una Carta y unos ciento ochenta y tres Sermones.