Jesús y el joven rico
Ícono armenio
«No deben rechazarse las riquezas que pueden ser de provecho a nuestros prójimos. Se llaman efectivamente posesiones porque se poseen, y “bienes” (o utilidades) porque con ellas puede hacerse bien y para utilidad de los hombres han sido ordenadas por Dios. Son cosas que están ahí y se destinan, como materia o instrumento, para un uso bueno en manos de quienes saben lo que es un instrumento. Si del instrumento se usa con arte, es artificioso; si el que lo maneja carece de arte, la torpeza pasa al instrumento, si bien éste no tiene culpa alguna.
Instrumento así es también la riqueza. Si de ella se usa justamente, se pone al servicio de la justicia. Si de ella se hace uso injusto, se la pone al servicio de la injusticia. Por su naturaleza está destinada a servir, no a mandar. No hay, pues, que acusarla de lo que de suyo no tiene, al no ser ni buena ni mala. La riqueza no tiene culpa. A quien hay que acusar es al que tiene facultad de usar bien o mal de ella, por la elección que de sí y ante sí hace; y esto compete a la mente y juicio del hombre, que es en sí mismo libre y puede, a su arbitrio, manejar lo que se le da para su uso. De suerte que lo que hay que destruir no son las riquezas, sino las pasiones del alma que no permiten hacer el mejor uso de ellas. De este modo, hecho el hombre bueno y noble, puede hacer de las riquezas uso bueno y generoso…»[1].
[1] Clemente de Alejandría, Quis dives salvetur? (“¿Qué rico se salvará?”), 14 (trad. en R. Sierra Bravo, El mensaje social de los Padres de la Iglesia. Selección de textos, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 1989, p. 81 [Col. Los Padres Hoy]). Clemente nació hacia el 150. Habitualmente se ubica el lugar de su nacimiento en Atenas. Sin embargo, esta noticia es una hipótesis que se basa en la interpretación de un pasaje de una de sus obras, donde Clemente narra sus viajes en busca de los maestros más notables del cristianismo. Sabemos así que inicialmente se hallaba en Grecia, pasando después a Italia meridional, Siria, Palestina y, finalmente, Alejandría. De aquí puede deducirse que Clemente se habría convertido al cristianismo de adulto. En la importante ciudad egipcia encontrará a Panteno, un maestro con quien se va a sentir muy a gusto; también allí asienta su escuela, que debe distinguirse de las escuelas catequéticas de la comunidad cristiana. Clemente le dará gran importancia a la reflexión sobre la fe con la ayuda de las ciencias de su tiempo. No se sabe si Clemente fue realmente presbítero. Al iniciarse la persecución de Septimio Severo (202/203) abandona Alejandría, y se refugia junto a su amigo el obispo Alejandro, quien por aquel entonces se hallaba al frente de una comunidad cristiana en Capadocia. Clemente debe haber fallecido hacia el 215-216.