Anónimo, escudo pectoral de monja con el tema de la Virgen de Guadalupe coronada por la Santísima Trinidad y rodeada de cuatro santos: Joaquín y Ana, Tomás apóstol y Gertrudis de Helfta, óleo sobre lámina de cobre, marco de marfil, 17.2 cms. diam., hacia 1760-1790, colección particular, catalogación: Juan Carlos Cancino.
por Pierre DOYÈRE, OSB †[1]
5. Las citas marginales
El Prólogo General del Heraldo[1] concluye con dos referencias a un texto atribuido a Hugo de San Víctor, afirmando la necesidad de apoyar toda revelación privada en una “autoridad” escriturística. El autor del Prólogo y de la compilación concluye entonces: “Esta es la razón por la que yo he anotado al margen las referencias que he podido recordar (…) con la esperanza de que otros más ejercitados y perspicaces sabrán alegar textos mucho más probables y pertinentes”.
He aquí entonces, anunciadas las citas marginales, por otra parte de carácter muy diferente a simples notas de escriba, frecuentes en todos los manuscritos y simplemente destinadas a llamar la atención del lector sobre una idea maestra, una gran división, una gracia particular. Se trata aquí de citas escriturísticas o patrísticas que apoyan con su autoridad el contenido o la forma de una “revelación”.
Alguno de los editores no está interesado en estas citas. Es verdad que Lanspergius no parece haber conocido la mencionada declaración del Prólogo. Da a éste último un final diferente, que pertenece en nuestros manuscritos y en la edición Paquelin, al capítulo 1. Esta ignorancia, sin duda ha llevado a Lanspergius, si es que encontró en su códice las citas marginales, a desconocer su carácter primitivo y a tratarlas como notas de escribas posteriores y sin importancia. Se puede considerar también que la versión alemana que él utilizó para el Libro I y para el prólogo no hubiera retenido, por su parte, ni el verdadero final del prólogo ni las notas marginales.
Paquelin, por el contrario, estaba prevenido por el Prólogo y reconocía en W un cierto número de citas. Sin embargo, no se detiene en ellas, salvo una vez (L III, 37), donde se vale del envío de una cita marginal a Alberto el Grande, para aplicarlo a otra cita que figura en el texto, sin referencia.
Nosotros hubiéramos querido, en la presente edición, remediar desde los primeros volúmenes esta laguna de las ediciones precedentes, puesto que el empleo de estas citas marginales concierne sobre todo a los tres primeros libros, y parece muy revelador del clima intelectual y espiritual de Helfta. Pero en el examen de los manuscritos, el problema se ha demostrado muy complejo. Merece un estudio atento que nos vemos obligados a diferir hasta el final de la edición.
Una primera dificultad está en la lectura e identificación de algunas de estas citas. Pero la dificultad principal es la falta de acuerdo de los manuscritos a este respecto. B trae alrededor de doscientas para los tres primeros libros y W ciento cincuenta solamente, que están todas, salvo muy raras excepciones, ya en B. El códice T no trae ninguna y Z, después de haber glosado el final del Prólogo con esta nota: “quare auctoritates inglissantur in marginibus libri”[2] -lo que prueba que Z utilizaba un códice donde se encontraban las citas marginales- no trae ninguna, al menos en la parte debida a la primera mano; la segunda mano ha retenido algunas. Como T y Z están incompletos, se puede conjeturar que los escribas esperaban a haber concluido la transcripción del texto para agregar en el margen las citas y sus propias notas. K trae, como B y W, un buen número de citas marginales.
Al comparar B y W se está tentado de considerar como originales las cerca de 150 citas marginales comunes, y de considerar aquellas que son propias de B como emanadas de un escriba, animado por el Prólogo mismo a alegar nuevas “autoridades”. Pero esta conclusión apresurada, demasiado simple, exigirá ciertamente ser matizada, puesto que, si W deriva, por Beta, de B[3], ¿cómo explicar que se haya producido, al pasar de uno al otro, la disminución de las citas?
Sea lo que sea, a título de ejemplo, nosotros reproducimos aquí las citas marginales que apoyan los relatos de dos de las más grandes gracias místicas de Gertrudis: la visión del 27 de enero (L II, 1) y la visión cara a cara (L II, 21).
1. Visión del 27 de enero: Esta merece 6 citas comunes a B y W, más dos propias de B:
1.1. (B) Manifestabo ei meipsum (Yo mismo me manifestaré a él), Jn 14,21.
1.2. (BW) Agustín: Vidi qualicumque oculo animae mea supra mentem mea. Audivi sicut auditur in corde (Vi con cierto ojo de mi alma sobre mi mente. Oí como se oye en el corazón), Confesiones 7,10; 10,16.
1.3. (BW) Bernardo. Spiritus est Verbum spiritusque est anima habensque linguas (non[4]) alloquantur praesentesque indicent. Et Verbi quidem lingua favor dignationis est, animae vero fervor dilectionis (El Verbo es espíritu y el alma es espíritu. Y tienen lenguas con las cuales se hablan e indican que están presentes. Y ciertamente, la lengua del Verbo es el favor de [su] dignación, pero la del alma es el fervor de [su] dilección), In Cant. 45,7.
1.4. (BW) Statim fui in spiritu (Al instante fui en espíritu), Ez 8,3.
1.5. (BW) Elevavit me spiritus et introduxit me ad portam domus domini (Me elevó en espíritu y me introdujo por la puerta en la casa del Señor), Ap 4,2.
1.6. (BW) Peccata nostra diviserunt intra nos et Dominum (Nuestros pecados nos separaban del Señor), Is 59,2.
1.7. (BW) Ecce in manibus descripsi te (He aquí que te he grabado en [mis] manos), Is 49,16.
1.8. (B) Qui autem sperant in Domino mutabunt fortitudinem (Pero quienes esperan en el Señor renovarán su fuerza), Is 40,31.
La primera cita joánica quiere señalar que la manifestación del Señor a un alma que lo ama está de acuerdo con las promesas del Evangelio.
Las cuatro citas siguientes invocan la autoridad de visiones análogas o incluso más grandiosas, para probar el carácter espiritual de estas manifestaciones: apariciones, palabras, gestos que no conciernen a los sentidos corporales. Más especialmente el texto bernardino responde a una objeción sobre la posibilidad de un coloquio entre dos seres de naturaleza espiritual. El texto de Ezequiel, por otra parte, relaciona el gesto de la mano divina elevando al profeta por los aires hasta Jerusalén, con el gesto del Señor elevando a la santa por encima del seto. Y el símbolo de este seto está precisado por la sexta cita.
La séptima cita subraya el último rasgo del encuentro: la vista de los sagrados estigmas en la mano divina: “Yo te llevo grabada en las palmas de mis manos”. La interpretación que acomoda este verso a las manos traspasadas del crucificado es antigua. Ella aparece en san Cirilo de Alejandría, hacia el 450, ya sea que fuera original suya, “lo que nos es permitido pensar”, o que él entienda aprobar un tema más antiguo[5].
En cuanto a la octava cita, propia de B, esta da autoridad a la eficacia de la visión, que es la de “renovar las fuerzas” de la monja, después de la crisis del adviento precedente.
Continuará
[1] Continuamos con la publicación de la Introducción de Pierre Doyère, a la edición crítica latín-francés del Heraldo del Amor Divino. Cfr. Gertrude D’Helfta, Œuvres Spirituelles II, L’Héraut (Livres I-II,) Sources chrétiennes N° 139 – Paris, Les Éditions du Cerf, 1968, «Introduction», pp. 9-91. Tradujo la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso, del Monasterio de la Madre de Cristo, Hinojo, Argentina.
[2] N. de T.: buscar las autoridades agregadas en los márgenes del libro.
[3] N. de T.: Cfr. en esta misma página: Difusión de la obra de Santa Gertrudis (3), en: http://www.surco.org/content/difusion-obra-santa-gertrudis-3.
[4] El agregado del non, es un contrasentido del copista. W trae el mismo texto, nuevo indicio de su dependencia de B.
[5] In Isaiam, PG 70,1065 D - 1068 A. La interpretación es retomada en el siglo siguiente por Procopio de Gaza, In Isaiam, PG 87,2478.