Santa Gertrudis. Parroquia Santa Gertrudis, Grantfork, Diócesis de Springfield, Illinois, USA.
P. Michael Casey, ocso[1]
Más bien interior que integral
El uso del género de elevación espiritual no es accidental en Gertrudis. Ella está muy interesada en la vida espiritual. En cierto sentido, esta es su todo. Este es otro factor que la diferencia de Bernardo. Este era, por naturaleza, fuertemente introvertido; incluso cuando su entera vida monástica parece haberla pasado envuelto en un apasionado compromiso con varios proyectos: reclutar sus parientes para Cîteaux; establecer el monasterio y la línea de Clairvaux; enseñar y escribir; discutir con los Monjes Negros, con Abelardo y con los partidarios del anti papa; en maniobras políticas, en la caza de herejías y en la predicación de una cruzada. Fue asimismo un hombre que viajó mucho, con un extraordinario y variado círculo de conocidos. Como abad estuvo pastoralmente comprometido en el cuidado de las almas y así añadió profundidad a su conocimiento. Sus experiencias exteriores fueron considerablemente más amplias que las de aquella niña de cinco años que pasó el resto de su vida en un convento de clausura. Pero él fue menos consciente de la vida “interior” considerada aisladamente, y estuvo más atento a la vida total de un cristiano, ya sea como individuo cuanto como miembro de la Iglesia.
Los escritos de Gertrudis parecen ser ante todo soliloquios dirigidos a Dios. Bernardo, en cambio, dio a sus escritos un talante práctico. Él estaba interesado en cuestiones prácticas. Como abad no puede restringir su celo pastoral a tratar sólo de la vida interior de sus monjes, sino que necesita asegurarse que su conducta exterior exprese y refuerce lo que sucede interiormente; así, Bernardo nunca se permite hablar de vida mística en un modo que aparezca como divorciado de lo inmediato y de lo práctico. Hay sentido del humor en Bernardo y un buen uso de las imágenes terrenas. No tiene miedo de desenmascarar las ilusiones o describir las potenciales desviaciones con cierto detalle. Bernardo tiene conciencia de lo que sucede en la vida de los demás, y escribe con vigor sobre cómo enfrentar las realidades de la experiencia diaria. Gertrudis, en cambio, no parece que haya tenido semejantes oportunidades; su campo de acción es, por lo tanto, más estrecho.
Hay en Gertrudis un gran énfasis en la interioridad, siguiendo de nuevo una línea que tiene su base en Agustín y que es más marcada en Guillermo de Saint-Thierry que en Bernardo. Su oración y su aspiración proceden sobre todo de su propia interioridad: interiora [las realidades interiores][2], intima mei amorosi cordis: “de las más íntimas partes de mi amante corazón”[3]. “Lo más íntimo de mí tiene sed de ti”: Ad te sitiunt intima praecordiorum meorum[4]. “Hacia ti asciende la oración de mi espíritu desde lo hondo de mi corazón”: Ad te profundo cordis ascendit spiritus mei clamor[5]. Ella habla de experimentar “las íntimas heridas del amor”[6]. Hay muy poco interés en el mundo exterior.
Fue su pasión por la interioridad lo que la condujo a la devoción al corazón de Cristo. Gertrudis habla de intima[7], penetralia [las realidades íntimas][8] del divino corazón, sobre “su más dulce pecho”[9]. Y así su espiritualidad fue sobre todo una cuestión de corazón-a-corazón con Cristo. Esto condujo al tema, desarrollado más tarde en la espiritualidad, del intercambio de corazones. Gertrudis le dio su corazón a Cristo, deseando quedar fijada dentro del de Él.
“Oh, ábreme la entrada salvífica de tu queridísimo corazón. He aquí que mi corazón ya no lo tengo en mí, pero tú, oh mi queridísimo tesoro, lo guardas contigo en tu cámara secreta. Tú eres el único, absoluto y queridísimo patrimonio de mi corazón (cordis mei substantiola). A ti solo adhiere fervientemente mi pequeña alma (animula)”[10].
Este interés en la interioridad se refleja en el uso de otro término que se encuentra en Agustín y Guillermo de Saint-Thierry, pero relativamente poco común en Bernardo: medulla, el meollo, el centro, incluso también la médula. Gertrudis repetidamente habla de medulla anima mea [la médula de mi alma][11], e incluso de exigua spiritus mei medulla [la pobre médula de mi espíritu][12]. El vocablo también se le aplica a las profundidades de Dios: medulla divinitatis tuae [la médula de tu divinidad][13].
Continuará
[1] El autor es monje trapense de la Abadía de Tarrawarra, Australia, muy conocido por sus publicaciones y disertaciones sobre la espiritualidad monástica traducida para el mundo de hoy, tanto para el público monástico de regla benedictina, como también para un público más amplio que busca nutrirse de las fuentes tradicionales y encarnarlas en la espiritualidad cristiana contemporánea. Este artículo fue publicado en Tjurunga 35 (1988): 3-23. Traducido con permiso por el P. Enrique Contreras, osb.
[2] Cfr. X 1,98 p. 64; 6,141 p. 210; 6,351 p. 226; H 2,4,1 p. 242.
[3] H 4,35,3 p. 294.
[4] X 6,547 p. 240.
[5] X 7,551 p. 296.
[6] X 7,178-9 p. 270.
[7] H 4,35,3 p. 294; 4,36,1 p. 302; 2,8,1 p. 268; y hablando sobre la penetración de Bernardo en lo divino, H 4,49,2 p. 398.
[8] H 4,50,1 p. 402.
[9] X 6,610 p. 244.
[10] X 5,185-9 p. 170.
[11] X 6,74-75 p. 206; 6,513 y 521 p. 238; medulla cordis: X 6,287 p. 220; medulla spiritus mei: X 6,103 p. 208; medulla virium et sensum meorum (la médula de mis fuerzas y mis sentidos): X 6,206 p. 216.
[12] X 6,567 p. 242.
[13] X 6,475-6 p. 234.