Theotokos, Madre de Dios, mosaico del siglo IX, ábside de la Iglesia de Santa Sofía, Estambul, Turquía.
Oh Jesús (…)
Que te ensalce por mí
el dignísimo corazón y el alma
de la gloriosísima Virgen María, tu madre,
a quien has elegido para ser tu madre,
por las necesidades de mi salvación,
para que su maternal clemencia
me sea siempre accesible.
Que te ensalce el cuidado fidelísimo que tienes de mí
al darme una abogada y patrona
tan poderosa y buena,
por quien puedo conseguir tan fácilmente tu gracia
y en quien, lo creo confiada,
me has reservado tu eterna misericordia.
Que te ensalce ese admirable tabernáculo de tu gloria,
el único que te sirvió dignamente de santa morada,
y por el cual puedes suplir perfectamente en mi lugar,
la medida de alabanza y gloria que te debo.
(…)
Oh, Jesús, mi única salvación, mi Salvador y mi Dios,
mándame, en mi última hora,
la ayuda fiel de María, tu amable Madre,
estrella radiante del mar,
para que al ver su glorioso rostro, brillante como una aurora,
comprenda que tú, el Sol de justicia[1],
en la claridad de tu luz, te acercas a mi alma.
Santa Gertrudis de Helfta, Ejercicio VI