Inicio » Content » LA BELLEZA EN LOS ESCRITOS DE SANTA GERTRUDIS (VIII)

“Toma alimento, amada mía” [1], grabado publicado en el libro “Vida de Santa Gertrudis Virgen”, autor anónimo, Apostolado de la Prensa, Madrid, 1913.

 

Bernard Sawicki, OSB[2]

5.3. Esplendor / radiación

El fuego calienta pero también ilumina[3]. El esplendor es uno de los más importantes e indiscutibles aspectos de la belleza. Según santo Tomás el esplendor (claritas) es, junto con la debida proporción, uno de los componentes principales de la belleza[4]. El esplendor vincula también la belleza al bien. Según Cheng: “La belleza es la nobleza del bien, el placer del bien, la alegría del bien, el esplendor mismo del bien”[5].

 

El esplendor es una forma de interacción íntima y fuerte. Una persona emite una parte de sí misma en forma de energía o de alguna impresión. Se respeta la distancia pero se la llena con algo de la interioridad de esta persona. La otra persona es libre de acoger o rechazar este don, pero, frecuentemente no puede resistir y acoge esta radiación, acercándose a la persona que la emite. La radiación tiene el carácter de don: el don de sí mismo, tan importante para la ética[6]. De tal modo se realiza el verdadero y profundo vínculo del amor, la única realidad que constituye verdaderamente al ser humano. Se trata siempre de una elección hecha en plena libertad, pero la belleza anima y ayuda a elegir. Solo cuando somos verdaderamente, somos de verdad nosotros mismos, porque “la belleza es el esplendor de la verdad”[7]. El amor mismo no solo nace del a belleza sino que la irradia. El símbolo natural de esta radiación es el sol:

Por la alegría que experimenta al ver los beneficios de los que he comando a mi elegida, recibirá en el cielo delicias inefables y la radiación de las gracias que le he concedido a Matilde. Este resplandor que se irradiará desde alma de mi esposa, es el esplendor infinito de la divina claridad que la ilumina. Como los rayos del sol reverberando sobre la superficie de las aguas se reflejan sobre la muralla, así el fulgor de los mismos beneficios brillará en las almas que fueron prevenidas en la tierra por la dulzura de mis bendiciones; habrá pues una gloria especial para aquellas que experimentaron en la tierra una alegría especial con el pensamiento de estos beneficios. Y además habrá otra diferencia, es decir que brillarán no como sobre la superficie opaca de una muralla, sino al modo de un espejo brillantísimo, que refleja claramente las imágenes que se le ponen delante[8].

Como se puede notar, hay varias dimensiones de esta relación. Esta parece penetrar y abrazar todo el espacio de la relación y de los intercambios amorosos.

 

5.4. Vestidos, joyas

La forma más natural de la radiación de la belleza es la que transmiten directamente los vestidos y sus ornamentos. El modo de vestir expresa la interioridad del ser humano, comunicando en cierto modo el mensaje de su existencia y de los valores que la constituyen.

En la relación entre Jesús y Gertrudis, las joyas no solo son bellas, sino que transmiten también un rico significado simbólico:

Nuestro Señor le mostró (…) una espléndida joya semejante a un trébol de tres hojas, que adornaba su sagrado pecho. Y agregó: “Yo llevaré siempre esta joya en honor de mi esposa y las tres hojas hablarán claramente a toda la corte celestial”. La primera hoja dirá que ella es verdaderamente ‘proxima mea’ (cercana a mí), ya que nadie en el mundo me es tan cercano como esta esposa amantísima. La segunda hoja dirá que no hay sobre la tierra otra creatura hacia la cual yo me sienta tan dulcemente atraído. Finalmente, el esplendor de la tercera hoja demostrará que nadie en el mundo iguala a esta alma en fidelidad, ya que por los dones de que goza me rinde siempre alabanza y gloria[9].

Del mismo modo los vestidos:

Mientras tu beatísima Madre se esforzaba en envolverte en pañales, yo ardía en   deseo de ser envuelta contigo, para no estar separada ni siquiera por una tenue tela, de Aquel cuyos besos y abrazos son más deliciosos que la miel. Entonces te vi, recubierto con la cándida túnica de la inocencia y el cinturón de la áurea faja de la caridad; comprendí para ser envuelta contigo, era necesario que me ejercitara sobre todo en alcanzar la pureza de corazón y la caridad perfecta[10].

En la feria segunda, cuando Gertrudis, antes de comulgar, rogaba al Señor que supliera por medio del sacramento eucarístico todas sus negligencias en la observancia de la Regla, vio al Hijo de Dios que se acercaba a ella, la tomaba y la presentaba a Dios Padre. Ella estaba vestida con el hábito religioso y la túnica estaba formada de tantas partes cuantos años llevaba vividos en la vida religiosa. La parte inferior representaba el primer año, la siguiente el segundo y así sucesivamente hasta el momento actual. Aquella túnica se desplegaba de tal modo que no formaba la más mínima arruga. En ella se distinguían los días, los años, las horas. Además, todos sus pensamientos, palabras y obras, tanto buenas como malas, se encontraban escritos en cada día y hora: ningún pensamiento, palabra ni acto pasaba por alto. Se veían las intenciones que la habían determinado a obrar, ya sea por la gloria de Dios o por la perfección de su alma, o por la consideración de los hombres. Se notaban también si ella, por movimiento natural, se había hecho la ilusión de obedecer, cuanto solo había buscado obtener la aprobación de sus deseos por los superiores, si había tratado de conseguir una licencia en vez de abandonarse a la directiva sobrenatural y sus actos de obediencia eran aplicados a la túnica como perlitas incrustadas en la arcilla, poco consistente, que parecían siempre al punto de desprenderse. Pero cuando el Hijo de Dios hubo orado por ella, ofreciendo al Padre su santísima y perfectísima vida, esta túnica apareció resplandeciente, recubierta de láminas de oro purísimo. A través de estas, que eran transparentes como el cristal, se distinguían los pensamientos, palabras, actos, las intenciones, la voluntad, las simulaciones que podían ser imputadas a Gertrudis[11].

También la falta de vestidos tiene su significado, tanto más grande cuanto es contrastada con los vestidos ricos y suntuosos:

El Salvador estaba adornado en su parte derecha con magníficos ornamentos reales, mientras que su izquierda estaba denuda y herida y cubierta de llagas. La santa comprendió en seguida que el lado derecho representaba las almas elegidas, prevenidas por las bendiciones divinas por un don especial de la gracia y también en premio por sus virtudes personales. El lado izquierdo, en cambio, representaba a las almas imperfectas, cargadas de vicios y pecados[12].

También las joyas expresan el amor, formando parte de la acción del intercambio amoroso. Obviamente, como suele suceder, se trata aquí del anillo, en realidad de los anillos:

Gertrudis ofreció un día al Señor, mediante una breve oración, los sufrimientos del alma y del cuerpo, con la intención de unir también las delicias espirituales y el reposo físico de los que se veía privada. Se le apareció entonces Jesús llevando esta doble ofrenda bajo el símbolo de dos anillos llenos de brillantes, puestos, como espléndidos ornamentos, sobre sus dedos divinos. Después de haber recibido esta luz, renovó con bastante frecuencia su ofrecimiento. Un día, mientras lo repetía con fervor sintió que Jesús le tocaba el ojo izquierdo con el anillo de la mano izquierda, símbolo del sufrimiento físico. Inmediatamente sintió un dolor agudísimo en aquel ojo sobre el cual el Señor había puesto su mano, tanto que este no recuperó más su antigua salud[13].

A veces los símbolos de las joyas referidos a Jesús, se relacionan de manera muy especial con la liturgia:

Durante la santa Misa que fue celebrada a continuación, mientras se disponía a alabar al Señor, vio su alma adornada de espléndidos diamantes que emitían resplandores maravillosos. Jesús la recompensaba por su caridad demostrada hacia esta otra hermana enferma: la túnica tenía tantas perlas cuantas palabras tenía el Nocturno que ella había repetido por complacerla[14].

Las joyas como obra del orfebre, ilustran la relación de Jesús con los hombres y su bondad. Esta metáfora revela la belleza del amor misericordioso de Dios:

Como el orfebre que prepara en un metal precioso el lugar para las diversas perlas y luego tiene el cuidado de encontrarlas y engarzarlas, así mi bondad no deja incompleta sus obras. Mi divina consolación es aquí comparada con las piedras preciosas porque se suele atribuir a estas piedras propiedades especiales. En efecto, la consolación celestial, comprada por el hombre al precio de dolores, posee tal virtud de suplir a cada pérdida con sobreabundancia de bienestar en el tiempo y en la eternidad[15].

Cuánto más espléndido y bello se aparece Jesús, más honradas y atraídas a sí se sienten las personas que están unidas a Él con vínculo de amor... Aquí los vestidos y joyas activan e intensifican el espacio del encuentro:

A la hora de Nona la santa concentró toda su atención en el Esposo divino, como si realmente debiera en aquel momento ascender al cielo. Él se le apareció como el más bello que todos los hijos de los hombres (Sal 45,3). Estaba revestido de una túnica verde y de un manto rosa. La túnica simbolizaba la savia y frescura de todas las virtudes, cuya suprema perfección estaba esbozada en su santísima Humanidad. El manto representaba el amor incomprensible que ha llevado al Salvador a sufrir por nuestro trato cruel, como si no hubiera podido adquirir méritos más que al precio de los oprobios de la Pasión. El Rey de la gloria avanzó con aquel magnífico atavío, acompañado por una multitud de ángeles, al medio del coro. Tomaba tiernamente del brazo a cada una de las monjas ue había comulgado en la mañana y le imprimía en sus labios un beso divino, diciendo: “Ecce ego vobiscum sum, usque ad consummationem saeculi –  he aquí que estoy con ustedes siempre, hasta el fin del mundo" (Mt 28,20). A cada una le ofrecía también un anillo de oro, adornado con una gema estupenda, diciendo: “Non relinquam vos orphanos, veniam ad vos iterum”, no los dejaré huérfanos, me voy pero volveré de nuevo a ustedes (Jn 14,18)[16].

Estas imágenes permiten no solo percibir mejor y contemplar la gracia del Señor, sino también experimentarla mejor, inspirando bellas palabras en la oración:

Él me mostraba del lado izquierdo, brotando como desde lo íntimo de su bendito Corazón, una fuente de agua pura, sólida como el cristal. Discurriendo hacia afuera, cubría aquel venerable pecho, como un collar precioso, ofreciendo a la mirada los reflejos brillantes del oro y la magnificencia de la púrpura. Me dijo Jesús: “La enfermedad que te hace sufrir ha santificado tu alma, de tal modo que, si por amor y caridad hacia el prójimo parecieras alejarte de mí con tus actos, pensamientos y palabras, en realidad me estarás siempre cercana, como esta fuente es una sola cosa con mi Corazón.  Como has visto el oro y la púrpura brillar a través del cristal, del mismo modo la cooperación de mi Divinidad, simbolizada en el oro, y la paciencia perfecta de mi Humanidad, representada por la púrpura, volverán todas tus acciones agradables a mis ojos”[17].

¡Oh dignidad de este minúsculo granito de polvo, que, sacado del fango del camino, fue ensalzado por la divina Perla que encierra los tesoros del cielo, hasta el punto de ponerlo junto a sí! ¡Oh belleza de esta pequeña y humilde florecilla, que el rayo del sol ha hecho brotar de una tierra fangosa, invistiéndolo de su áureo esplendor! ¡Oh felicidad de esta alma, colmada de bendiciones, que Dios ha estimado tanto, como para abajarse a crearla, Él, infinito e omnipotente! De esta alma, digo que, aunque adornada con la divina semejanza, sin embargo dista de Dios como la creatura del Creador[18].

Continuará

 


[1] El grabado se refiere al siguiente texto del Legatus Divinae Pietatis: “Una [hermana] rogaba [a Gertrudis] que tomara algo porque se encontraba con gran debilidad. Ella rechazó comer nada antes de oír la pasión del Señor. Según su costumbre preguntó al Señor qué debía hacer. El Señor le respondió: ‘Toma alimento, amada mía, unida a aquel amor con el que yo, tu amante, al probar en la cruz vino mezclado con mirra y hiel, no quise beberlo’. Como ella doblegara agradecida su voluntad a estas palabras, le ofreció el Señor su Corazón mientras le decía: ‘Mira, en la copa donde se guarda el recuerdo de aquellas palabras: Al probarlo no quiso beber (…). Bebe con toda seguridad lo que yo, médico muy experimentado, probé y preparé como medicina saludable para que tú la bebieras. Este vino mezclado con mirra y hiel se me ofreció para acelerar mi muerte; pero como yo deseaba sufrir mucho por los hombres, me abstuve de beberlo. Tú, por el contrario, bebe con ese mismo amor todo lo que sea necesario y confortable, para que por ello te conserves por mucho tiempo en mi servicio. Finalmente, por la copa que me fue ofrecida considera tres cosas: Era vino mezclado con mirra y hiel; de igual modo considera en cualquier prosperidad una triple intención: En primer lugar harás todas las cosas con gozo espiritual para mi alabanza; esto significa el vino. En segundo lugar recibirás toda prosperidad para poder sufrir durante más tiempo por mi amor; esto significa la mirra, que conserva contra la corrupción y la podredumbre. En tercer lugar aceptarás gustosamente por mi amor y mientras sea de mi agrado, verte privada del gozo de mi dulcísimo presencia como se tiene en el cielo, y permanecer en este valle de lágrimas, lo cual es significado por la hiel. Siempre que aceptes cualquier ventaja con esa intención, yo lo aceptaré como si un amigo aceptara beber la hiel ofrecida a su amigo y en su lugar le ofreciera un néctar dulcísimo” (Legatus IV, 23, 4-5).

[2] Bernard Sawicki, osb, es monje de la Abadía benedictina de Tyniec (Cracovia) en Polonia, se graduó en teoría de la música y piano. Es doctor en teología. Fue abad de Tyniec entre los años 2005 y 2013. Desde 2014 es Coordinador del Instituto Monástico de la Facultad de Teología del Pontificio Ateneo San Anselmo en Roma.

[3] Continuamos con la publicación de la traducción de las actas Congreso: “LA “DIVINA PIETAS” E LA “SUPPLETIO” DI CRISTO IN S. GERTRUDE DI HELFTA: UNA SOTERIOLOGIA DELLA MISERICORDIA. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 15-17 novembre 2016. A cura di Juan Javier Flores Arcas, O.S.B. - Bernard Sawicki, O.S.B., ROMA 2017”, Studia Anselmiana 171, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2017. Cfr. el programa del Congreso en esta misma página: http://surco.org/content/convenio-divina-pietas-suppletio-cristo-santa-gertrudis-helfta-una-soteriologia-misericordia. Traducido con permiso de Studia Anselmiana y del autor, por la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso.

[4] Tomás de Aquino, Summa Theologica, II-II, q. 180, a. 2.

[5] F.Cheng, Cinq meditations sur la beauté..., 60.

[6] Ibid., 61.

[7] Ibid., 67.

[8] Legatus, III,75,3.

[9] Legatus, I,3,3.

[10] Legatus, II,16,5.

[11] Legatus, IV,281-2.

[12] Legatus, III,74,1.

[13] Legatus, III,2,1.

[14] Legatus, III,61,1.

[15] Legatus, III,85,1.

[16] Legatus, IV,36,3-4.

[17] Legatus, II,9,1.

[18] Legatus, II,9,2.