“Visión de la Virgen María como un lirio de tres pétalos” [1], grabado publicado en el libro “Vida de Santa Gertrudis Virgen”, autor anónimo, Apostolado de la Prensa, Madrid, 1913.
Juan Javier Flores Arcas, OSB[2]
3.2. Una liturgia dedicada a la vida
Debemos entrar en los contenidos literarios de nuestra autora[3] para captar plenamente todo su pensamiento. Analizamos sobre todo su dimensión teológica, a partir de la cual pasamos a la dimensión litúrgica, que nos conduce directamente a su mística teológica o litúrgica, como quiera que queramos llamarla. Al hacerlo, entramos sin ninguna duda en la dimensión personal del orante, en nuestro caso de santa Gertrudis. Estoy totalmente de acuerdo con cuanto ha dicho recientemente M. Belli: “El resultado final de toda celebración es impredecible, porque nace de la libertad de Dios que llama y del consentimiento intencional de la libertad del hombre”[4].
En santa Gertrudis todo esto se cumple perfectamente, porque se unen los dos componentes de la acción litúrgica: la presencia de Dios y la colaboración humana, que en su caso llega con una fuerza infinita. Es precisamente entonces, o sea cuando están presentes estos dos fenómenos, que se llega a la “pietas”, que podemos también llamar intimidad, contemplación, etc. No debemos olvidar que la liturgia es una obra humano-divina, teándrica, donde Dios y el hombre se ponen juntos.
Como dice la constitución Sacrosanctum Concilium 5, la liturgia es “la obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios”[5]. El binomio redención-glorificación atraviesa toda la constitución litúrgica, pero podemos decir que en el mismo sentido atraviesa también los escritos de Gertrudis. Del mismo modo se expresa el Catecismo de la Iglesia Católica: “Toda celebración sacramental es un encuentro de los hijos de Dios con su Padre, en Cristo y en el Espíritu Santo; y dicho encuentro se expresa en un diálogo, a través de acciones y palabras”[6].
Esto se realiza perfectamente en santa Gertrudis, quien en cada celebración litúrgica encuentra su modo de interior de vivirla, a través de las imágenes, los diálogos, los encuentros. Evidentemente el tono litúrgico predominante se centra en el Eucaristía, que para Gertrudis es el sacramento de la unión. Por supuesto que no es el único sacramento que se menciona en sus escritos, pero es ciertamente el más importante, porque, si podemos decir que ella desarrolla en sus escritos una espiritualidad eucarística, también podemos decir que desarrolla una espiritualidad bautismal, en un sentido muy amplio y extenso.
La vida mística de nuestra santa es el desarrollo de estas dos gracias, la bautismal y la eucarística, con sus ramificaciones y desarrollos; sin embargo, todos los sacramentos son la fuente unificada de su espiritualidad, en un momento de la historia de la Iglesia en el cual el septenario sacramental, es decir, la fijación de los siete sacramentos, no estaba aún determinado y se tenía una visión sacramental más amplia y general que la que se impuso después.
Santa Gertrudis se nutre de la liturgia y la liturgia es a su vez la fuente de su vida teológica y de su conversatio monástica. Utiliza sus fórmulas para entrar en relación con el Señor. Lo que piensa está modelado y plasmado por la liturgia; más todavía, piensa y ora del mismo modo en que lo hace la sagrada liturgia. En ella todo parte de y se refiere a la liturgia en general, no solo a la Eucaristía, sino a toda la liturgia: la oración litúrgica, los sacramentos, los sacramentales, etc. Como dice Quenardel: “La liturgia es el lugar privilegiado de la experiencia espiritual de santa Gertrudis. Una lectura atenta del Heraldo del Amor Divino, permite ser más precisos: de todas las celebraciones litúrgicas, sin duda alguna es la Eucaristía la que ejerce sobre ella la mayor atención. Y aún más: los grandes días de Gertrudis son aquellos en que puede comulgar”[7].
Tomemos por ejemplo sus reflexiones a propósito de la secuencia Mittit ad Virginem (Envió a la Virgen), a partir de la cual Gertrudis es capaz de obtener impresiones sublimes de alta teología mística. Podemos decir lo mismo de sus impresiones a partir de la secuencia Laudabuntur (Se alegrarán) del ciclo de Navidad, que le da la posibilidad de escribir algunas páginas maravillosas sobre la Encarnación del Verbo. Lo mismo vale para los comentarios que hace partiendo del responsorio cuaresmal Vidi Dominum facie ad faciem (Vi al Señor cara a cara), que le permite ver a Dios y comprender la indecible suavidad de su amor y su dulzura. Bastan algunos ejemplos para poder deducir la fuerza que los textos litúrgicos tuvieron sobre todo en su enseñanza y sus escritos.
Sin ninguna duda la liturgia aparece como el principal lugar en el que santa Gertrudis se inspira, dado que la Iglesia la educa por medio de la liturgia, donde ella encuentra su más alta inspiración. Por eso podemos decir que, acogiendo el misterio que se celebra en la liturgia, Gertrudis lo interioriza, lo asimila, lo convierte en contemplación y en mística nupcial. Lo asimila y lo transforma interiormente, dándole un tono propio, femenino, íntimo, personal. Estas realidades son vividas en la paz monástica del claustro, por esta monja que ha sabido asimilar plenamente la realidad monástica y la vida litúrgica, hasta el punto de delinear lo que podemos llamar una “mística litúrgica”, como dice claramente Huges Minguet: “Hemos podido mostrar que el relato de santa Gertrudis se vincula incesantemente con un acontecimiento litúrgico: el Oficio, una fiesta, un tiempo litúrgico. Gertrudis recibe la revelación del misterio de Dios, de Cristo, en la liturgia. La liturgia es al mismo tiempo tanto el lugar de la revelación del misterio de Dios -y por lo tanto de la contemplación de Cristo-, como el lugar de su veneración”[8].
Todo el misterio de Dios encuentra un eco en los escritos y en la vida de Gertrudis, dado que la mayor parte de sus gracias místicas las recibe durante las celebraciones litúrgicas y de este modo participa con plenitud del misterio, que sabe rumiar, saborear y aplicar a la vida. Es así como lo expresa en sus escritos, como lo transmite a la generación siguiente. Si como afirma Divo Barsotti, teología y mística son dos aspectos de una única realidad[9], en santa Gertrudis la liturgia -o sea, la teología a través de la liturgia- y la mística, se hermanan y se compenetran.
Encontramos en santa Gertrudis una unión plena entre la propia experiencia espiritual y la experiencia que surge de la acción litúrgica: hay como una ósmosis profunda y real entre ellas. En este sentido escribía Odo Casel:
“Ellos (los apóstoles y los primeros cristianos) no se contentaron con un recuerdo silencioso en el ámbito del pensamiento, sino que, con un sentimiento lleno de respeto por la grandeza de la verdad objetiva, buscaron, como era propio del hombre antiguo, la forma que debía conferir a sus pensamientos claridad, plenitud, y con ello, su valor duradero. A esto se agregaba la consciencia de que aquí el individuo no habla solo a nombre propio y a partir de una experiencia puramente individual, sino por una comunidad y a partir de una experiencia colectiva. Puesto que el corazón de aquellos que participaban de la celebración desbordaba y la plenitud de las visiones y los sentimientos se expresaba de forma clara, adaptada al valor concreto del objeto y al sentimiento comunitario, de allí brotaba una oración llena de vida y de experiencia personal, pero libre de un intimismo subjetivista y por lo tanto ofrecía ricas sugerencias y contribuciones, tanto a las necesidades comunitarias como personales”[10].
Este sentimiento lleno de respeto por la grandeza de la verdad objetiva realiza en nuestra autora esta simbiosis entre la experiencia vivida y el misterio celebrado, entre la admiración y la revelación, entre la interioridad y la celebración. Precisamente por esto la liturgia tiene en el Legatus la gran capacidad de ser la fuente de la vida religiosa y el alimento de la vida afectiva, capaz de inspirar al mismo tiempo un sentimiento afectivo y una piedad efectiva, apoderándose de todo el hombre, para realizar la síntesis real de todas sus facultades al servicio de Dios. El valor de las reglas, garantizado por el ordenamiento jerárquico; la utilidad del deber y de los hábitos, como prueba de devoción y estímulo para el amor; la conmoción de los sentidos y el recurso a todas las fuentes del conocimiento sensible, así como la capacidad simbólica de impresionar los sentidos y los sentimientos, son todos recursos que permiten al individuo confluir en la experiencia eclesial del encuentro con Dios.
Santa Gertrudis encuentra todo esto en el ambiente de su monasterio, donde la misma vida comunitaria estaba totalmente regulada por la vida litúrgica, y donde se aseguraba una buena formación individual y al mismo tiempo comunitaria. Su alma se funde en cierta ósmosis -lo decimos de nuevo- ofreciéndonos a todos un modelo de experiencia vivida y de vida experiencial.
Continuará
[1] El grabado se refiere al siguiente texto del Legatus Divinae Pietatis: «Un día mientras oraba (…) se le apareció la misma Madre virginal, siempre en presencia de la adorable Trinidad, bajo la imagen de una blanca azucena con tres pétalos como suele presentarse, uno erguido y los otros inclinados. Comprendió entonces por qué la bienaventurada Madre de Dios es llamada con razón blanca azucena de la Trinidad, por haber recibido en sí de la adorable Trinidad plenísima y dignísimamente más que ninguna otra criatura, unas virtudes que nunca contaminó con el más mínimo polvillo del pecado venial. El pétalo recto designa la omnipotencia de Dios Padre; los dos inclinados, la sabiduría y la bondad del Hijo y del Espíritu Santo, a los que ella tanto se parecía. También le enseñó la dichosa Virgen que si alguien la saluda devotamente diciendo: “Cándida azucena de la Trinidad y rosa brillante de celestial candor”, le mostraría de modo especial el poder que ha recibido de la omnipotencia del Padre; le enseñaría cuantos recursos ha recibido de la sabiduría del Hijo para lograr la salvación del género humano; con qué inestimable abundancia se llenaron sus entrañas de misericordia por la bondad del Espíritu Santo. A todo esto añadió la Bienaventurada Virgen: “Cuando el alma que así me saluda salga de este mundo, me mostraré a ella y le ofreceré la hermosura celestial para su maravilloso consuelo”. Por todo esto decidió saludar a la bendita Virgen o a su imagen con estas palabras: “¡Salve, cándida azucena de la radiante y siempre serena Trinidad, rosa brillante de celestial belleza, de la que quiso nacer y amamantarse con su leche el Rey de los cielos! Alimenta nuestras almas con flujos divinos”» (Legatus III,19,3).
[2] Juan Javier Flores Arcas es monje benedictino de la Abadía de Santo Domingo de Silos, España. Fue Rector Magnífico del Pontificio Ateneo de San Anselmo (Roma) y es profesor ordinario de la Facultad de Liturgia en el mismo Ateneo. Es además consultor de la Congregación para el Culto Divino y miembro del Pontificio Comité para los Congresos Eucarísticos. Se desempeña asimismo como Procurador General de las Congregaciones Benedictinas de Solesmes y del Cono Sur.
[3] Continuamos con la publicación de la traducción de las actas Congreso: “LA “DIVINA PIETAS” E LA “SUPPLETIO” DI CRISTO IN S. GERTRUDE DI HELFTA: UNA SOTERIOLOGIA DELLA MISERICORDIA. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 15-17 novembre 2016. A cura di Juan Javier Flores Arcas, O.S.B. - Bernard Sawicki, O.S.B., ROMA 2017”, Studia Anselmiana 171, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2017. Cfr. el programa del Congreso en esta misma página: http://surco.org/content/convenio-divina-pietas-suppletio-cristo-santa-gertrudis-helfta-una-soteriologia-misericordia. Traducido con permiso de Studia Anselmiana y del autor, por la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso.
[4] M. Belli, Caro veritatis cardo. L’interesse della fenomenologia francese per la teologia dei sacramenti Dissertatio-Series Romana 51, Glossa, Roma-Milano 2013, 439-440.
[5] Sacrosanctum Concilium Oecumenicum Vaticanum II, “Constitutio de sacra liturgia Sacrosanctum concilium” (4 de diciembre de 1963) 5, AAS 56 (1964) 99.
[6] Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), Librería Vaticana, Ciudad del Vaticano 1997, Nº 1153.
[7] Q. Quedarnel, “Sainte Gertrude, docteur de la prière de l’Église”, Collectanea Cisterciensia 74 (2012) 417.
[8] H. Minguet, “Théologie spirituelle de sainte Gertrude”, 39.
[9] Cf. D. Barsotti, “Vie mystique et mystère liturgique” (Lex Orandi 16), Paris 1954.
[10] O. Casel, Das Gedächtnis des Herrn, 6-7 (citado en A. Bozzolo, Mistero, simbolo e rito in Odo Casel. L’effettività sacramentale della fede, Città del Vaticano, LEV, 2003, 69).