“Visión de la escala de la fe” [1], grabado publicado en el libro “Vida de Santa Gertrudis Virgen”, autor anónimo, Apostolado de la Prensa, Madrid, 1913.
Juan Javier Flores Arcas, OSB[2]
4.2. Una liturgia llena de piedad
Conociendo las prácticas eucarísticas y litúrgicas de la época en la que vivió Gertrudis[3], no deja de asombrarnos el hecho de que, para ella, la celebración eucarística halla su plenitud en la comunión sacramental. Su vida está vivificada sacramentalmente por el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Tiene un deseo tan grande que la mueve a “exagerar” la misma preparación a la comunión. Pero ¿cuándo recibía la comunión?, o mejor: ¿cuándo podía comulgar? Ha sido ciertamente considerada una apóstol de la comunión frecuente, pero su práctica habitual de la comunión era mucho más reducida que la nuestra, dado que se limitaba exclusivamente a la comunión dominical y en días de fiesta, como se deduce de la lectura del Heraldo, lo cual para la época en la que vivía era algo extraordinario[4].
Es interesante conocer las expresiones con las cuales la santa llama a la Eucaristía: la más utilizada es “sacramentum vivifici corporis et sanguinis Christi” (el sacramento vivificante del Cuerpo y la Sangre de Cristo); pero también otras que aparecen en muy diversas ocasiones, como corpus Christi, corpus Domini, sacramentum Dominicum, vivifica alimenta corporis et sanguinis Christi” (el Cuerpo de Cristo, el Cuerpo del Señor, el Sacramento del Señor, el alimento vivificante del Cuerpo y de la Sangre de Cristo). Sin embargo, de todas las expresiones, la que me parece más apropiada y más propia de Gertrudis es la de vivificum sacramentum (sacramento de la vida), expresión muy similar a aquella de san Agustín: sacramentum unitatis, sacramento de la unidad. Para ella la unión de los miembros de Cristo es aquello que le ofrece la unión con el mismo Cristo.
Más importante aún son los que podríamos llamar “frutos de la Eucaristía”. Ciertamente la Eucaristía le era fuente de gozo y fruición espiritual. En latín ella lo expresa con las palabras fruitio et delectatio (fruición y deleite). Considera la fruitio como uno de los efectos de la santa Comunión. Describe de diversos modos el momento mismo de la comunión con profunda fuitio, como una “inundatio pluviae salutaris” (saludable lluvia torrencial) o también como “inaestimabilis modo delectata” (deleitada de modo indescriptible) o “novae iucunditatis delectamenta” (deleites de nueva alegría).
Los días en que puede comulgar goza de la dulzura del amor divino, expresado como: amicissima dulcedine mea fruereris (que disfrutes de mi más íntima dulzura). Después de haber recibido la comunión, Gertrudis descansa como ex fervore divinitatis meae liquefacta (derretida por el ardor de mi divinidad). En diversas ocasiones nuestra santa ofrece al Señor el vivificum sacramentum (sacramento de la vida), como un modo de vivir ya eternamente con Él en las moradas celestiales: “in laudem aeternam et in augmentum gaudii et gloriae et beatitudinis” (en eterna alabanza y para aumento del gozo, de la gloria y de la felicidad); o bien para crecer: “de virtute communionis videbatur meritum sanctorum augmentari” (en virtud de la comunión, parecía que aumentaba el mérito de los santos).
Si ciertamente para santa Gertrudis los grandes días son aquellos en los que puede comulgar sacramentaliter (sacramentalmente), lo son gracias a la pietas Dei (bondad de Dios) que experimenta y que la hace sentir ya entre los habitantes del cielo. Pero también hay un aspecto misionero que merece ser destacado. Del mismo modo que no se recibe el vivificum sacramentum como individuo aislado, sino unido a toda la realidad eclesial (“revestidos con los ornamentos de la Iglesia”), así también no se lo recibe para sí mismo sino para todo el pleroma eclesial, Cabeza y miembros. Diversas imágenes indican su modo de percibir la Eucaristía. Se usa la imagen del oro que brilla a través del cristal para ubicar a Gertrudis en posición mariana y, sobre todo, misionera. Todo confirma y ayuda a la divina pietas. Podríamos quizás decir, con Presbyterorum Ordinis, n. 5, que en santa Gertrudis la Eucaristía es la suma de toda la Evangelización[5].
5. Una conclusión abierta
Nuestro análisis de santa Gertrudis ciertamente no es exhaustivo, pero quiere “aproximarse” a una relectura actual. Como dice M. Gertrude Arioli, son muchos los temas que hacen a santa Gertrudis actual y cercana, hermana de los hombres de hoy, maestra de oración para nuestro tiempo, enfermo de subjetivismo y de búsqueda de sensaciones. En ella la ascesis es fruto de la experiencia mística: la humildad, la castidad, la caridad, no son tanto el fruto de la iniciativa humana, cuanto la respuesta del amor humilde y agradecido al inmenso don de la gracia divina[6].
Se trata de hacer una “relectura” de algunos aspectos que merecen de parte nuestra un estudio detallado, de modo de unir aspectos que pueden parecer diversos, como liturgia y espiritualidad, espiritualidad y celebración litúrgica, contemplación y vida litúrgica. Una simbiosis que a lo largo de la historia no ha sido siempre bien comprendida o bien realizada. Una simbiosis que hoy ciertamente nos puede ayudar a concretizar nuestros sentimientos diversos y a veces también confusos. Santa Gertrudis, con sus escritos, que reflejan su vida, nos invita a crear esta ósmosis, a establecer un puente que una las dos realidades, en el marco de un monasterio benedictino o cisterciense, pero que pueda servir también a todas las personas orantes de nuestro tiempo.
Podemos preguntarnos qué prevalece: ¿el aspecto monástico o el aspecto litúrgico? ¿Cuál ayuda a cuál: la liturgia ayuda a la vida monástica o la vida monástica ayuda a la liturgia? Santa Gertrudis nos da un ejemplo de esto: su vida monástica no se comprende fuera de su vida litúrgica: hay una ósmosis que produce efectos positivos y personales. Sin caer en el intimismo, ni tampoco en su opuesto, el rubricismo estéril, encontramos en santa Gertrudis una síntesis positiva y consoladora.
Puedo sostener las palabras de Olivier Quenardel cuando dice que:
“Es también su experiencia litúrgica lo que permite dar toda la medida a un sentire cum Ecclesia (sentir y pensar en comunión con la Iglesia) que anuncia la eclesiología de la comunión, a la cual el Vaticano II y los más recientes documentos del Magisterio nos han hecho sensibles. La mística de Gertrudis es todo lo opuesto a un intimísimo en el cual Dios aislaría al orante del Cuerpo al que pertenece. Ella en cambio, se mueve dentro de una inmensa corriente de gracia, en la que unos y otros se descubren solidarios, no solo en un cierto momento de la historia, sino también a través de los siglos”[7].
Por esto encontramos una gran actualidad en nuestra santa. Su experiencia espiritual, vivida en un ambiente monástico, se centra en la economía sacramental que parte de la experiencia de Cristo y lleva al sentire cum Ecclesia. La centralidad de la celebración litúrgica en nuestras comunidades monásticas es el signo más auténtico de nuestro sentire cum Ecclesia. Como dice el Directorio sobre el Oficio Divino, refiriéndose a la oración monástica:
“La comunidad monástica, si bien afirmando la propia autonomía en materia litúrgica, no olvidará jamás que el Opus Dei que celebra debe reflejar la fisonomía local que le es propia, pero sobre todo su fisonomía monástica. Ésta, en efecto, debe ser la expresión de una comunidad en la cual el Oficio divino es considerado el valor primero de la jornada monástica, sobre todo, como oración comunitaria de carácter contemplativo y de alabanza”[8].
Quisiera terminar con las mismas palabras del papa Benedicto, quien, en la audiencia general del 6 de octubre de 2010, concluía así: “Me parece obvio que estas no son solo cosas del pasado, históricas, sino que la existencia de santa Gertrudis sigue siendo una escuela de vida cristiana, de vía recta, que nos muestra que el centro de una vida feliz, de una vida verdadera, es la amistad con Jesús, el Señor. Y esta amistad se aprende en el amor por la Sagrada Escritura, en el amor por la liturgia, en la fe profunda, en el amor a María, de modo de conocer cada vez más verdaderamente a Dios mismo, y así la felicidad verdadera, la meta de nuestra vida”[9].
https://drive.google.com/file/
[1] El grabado se refiere al siguiente texto del Legatus Divinae Pietatis: «El domingo, que coincidía con la celebración de la fiestas de san Lorenzo y la dedicación de la Iglesia, mientras oraba durante la primera misa (…) vio descender desde el trono de Dios hasta la tierra, una cepa de viña verde; los salientes de las hojas, a modo de peldaños, permitían ascender desde lo más bajo hasta las alturas del cielo. Comprendió que esa escala ascendente era la fe por la que los elegidos son elevados a las realidades celestiales (…). Entonces recibió la siguiente respuesta: “Nadie podrá subir hasta allí por la escala de la fe que se ha mostrado, si no es llevado por la virtud de la confianza…» (Legatus III,17,1-2)
[2] Juan Javier Flores Arcas es monje benedictino de la Abadía de Santo Domingo de Silos, España; fue Rector Magnífico del Pontificio Ateneo de San Anselmo (Roma) y profesor ordinario de la Facultad de Liturgia en el mismo Ateneo. Es además consultor de la Congregación para el Culto Divino y miembro del Pontificio Comité para los Congresos Eucarísticos. Es también Procurador General de las Congregaciones Benedictinas de Solesmes y del Cono Sur.
[3] Continuamos con la publicación de la traducción de las actas Congreso: “LA “DIVINA PIETAS” E LA “SUPPLETIO” DI CRISTO IN S. GERTRUDE DI HELFTA: UNA SOTERIOLOGIA DELLA MISERICORDIA. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 15-17 novembre 2016. A cura di Juan Javier Flores Arcas, O.S.B. - Bernard Sawicki, O.S.B., ROMA 2017”, Studia Anselmiana 171, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2017. Cfr. el programa del Congreso en esta misma página: http://surco.org/content/convenio-divina-pietas-suppletio-cristo-santa-gertrudis-helfta-una-soteriologia-misericordia. Traducido con permiso de Studia Anselmiana y del autor, por la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso.
[4] E. Dumoutet, Le désir de voir l’hostie, 98.
[5] Cf. P.O. n. 5: “Todos los sacramentos, como también todos los ministerios eclesiásticos y las obras de apostolado, están estrechamente unidos a la sagrada Eucaristía y a ella se ordenan, es decir, al mismo Cristo, nuestra pascual. Él es el pan vivo que, mediante su carne vivificada por el Espíritu Santo y vivificante, da vida a los hombres; los cuales están de este modo están invitados e inducidos a ofrecerse a su vez a sí mismos, el propio trabajo y todas las cosas creadas. Por esto la eucaristía se presenta como fuente y culmen de toda la evangelización, de modo que los catecúmenos son introducidos poco a poco a participar en ella y los fieles ya marcados con el signo del bautismo y de la confirmación, recibiendo la Eucaristía encuentran su plena inserción en el cuerpo de Cristo”.
[6] M. G. Arioli, “Un modello di crescita umana e spirituale: Geltrude di Helfta”, Ora et Labora 71/2 (2016) 158.
[7] O. Quenardel, “Sainte Gertrude d’Helfta docteur de la prière de l’Église”, Collectanea Cisterciensia 74 (2012) 412.
[8] Direttorio per la celebrazione dell’Opus Dei. Principi teologici e celebrativi della Liturgia delle Ore monastica, ed. E. M. Lisi, Noci 1978, 41.
[9] Benedicto XVI, Audiencia general del 6 de octubre de 2010.