Visión de la muerte de santa Matilde[1], fanal del altar de santa Gertrudis de la Iglesia del Real Monasterio de San Clemente de Sevilla, España.
Fotografía: Francisco Rafael de Pascual, OCSO. Copyright: Cistercium.
Mariella Carpinello[2]
3. LAS RIQUEZAS DE LA LIBERALIDAD DIVINA
Si bien los términos largueza[3], generosidad, magnanimidad, piedad, bondad, benignidad aparecen en la escritura de Gertrudis como sinónimos de liberalidad -y así pueden también considerarse en general en la lengua italiana- esta última palabra introduce un espectro de significados más amplio que la suma de todos ellos, aunque más no sea porque agrega sobre ellos el sentido de magnificencia. La sola palabra liberalidad reúne todos los aspectos de la misericordia y va más allá, pareciendo indicar, en su pleno sentido, un modo de ser de Dios, más allá de sus acciones singulares.
Según la etimología, que remite al adjetivo latino liber, el sustantivo liberalidad, aludiendo al estado social elevado, implica los significados ulteriores de nobleza de ánimo, gentileza, benignidad, indulgencia; así como el adverbio libremente expresa el modo digno del hombre libre; y el adjetivo liberal designa aquel que es benigno, amoroso, pródigo, generoso, además de abundante, copioso, decoroso, magnánimo, honorable, munífico, afable, rico; pero también, elevado y autor de la libertad, en el sentido recurrente usado en el De re publica de Cicerón. De las virtudes más interiores, liberalitas se extiende a significar las virtudes públicas y exteriores que se manifiestan en el terreno de la política[4], evocando no solo el concepto universal de libertad, sino también los modos detallados en los que esta se realiza: por ejemplo “liberalis causa” es el proceso relativo a la concesión de libertad a una persona.
Las fuentes patrísticas no disminuyen la intensidad del sentido antiguo: en Tertuliano “liberalis forma” indica el noble aspecto de las vírgenes, distinguible en su fisonomía. El Gran Dizionario dell’Uso de Tullio de Mauro advierte que el término liberalitas era muy usado en el siglo XIII. Guidotto da Bologna, que enseñaba retorica en su estudio de Siena entre 1278 y 1282, en el tratado titulado “Fiore di rettorica” (Flores de la Retórica), define liberal a aquel que es generoso en dar. Así, la monja claustral Gertrudis absorbe, en su vocabulario propio, las tendencias del siglo: educada en la clausura desde la primera infancia, no es extraña al clima cultural de su propio tiempo. Por lo demás, la formación clásica la provee de un sistema de pensamiento rico de elaboraciones, dándole la seguridad de quien sabe qué palabras preferir y expresar.
Mientras que el latín toma liber de sus orígenes germánicos, el griego expresa el concepto de liberalidad/generosidad con una palabra de origen diferente, pero ligada también al concepto de libertad en sentido lato: ἐλευθεριότης, ὲλεύθερος, ἐλευθερίως (eleytheríotes, eléytheros, eleytheríos), expresa igualmente la idea de lo que es libre, conveniente al hombre libre, de pensamiento libre y noble.
Aristóteles dedica a la liberalidad el libro IV de la Ética a Nicómaco, explicando su significado, valor y los modos de ejercitarla. Áurea virtud de aquel que da en medida equitativa y equilibrada, la liberalidad según Aristóteles reviste toda su importancia en el plano humano, mientras parece no tener nada que ver en el plano divino. En el libro X[5] de la misma obra, de hecho, se afirma que el dar liberalmente no es de los dioses, los cuales no dan nada material: ¿qué tipo de acción se debería atribuir a aquellos que en la contemplación son felices y benditos en máximo grado? ¿Las acciones liberales? Pero ¿a quién darían? En efecto, sería absurdo pensar que poseyeran dinero o bienes materiales.
A partir de Aristóteles, por deducción, podríamos decir que de muy diversa de la liberalidad pagana es la liberalidad del obrar de Dios, que asiste continuamente a su pueblo también con bienes materiales, además de leyes, las cuales, desde las más altas exigencias espirituales descienden fino a las minucias del cotidiano recto obrar. Pero más precisamente es Cristo quien se diferencia de la ausencia de liberalidad de los dioses paganos: en efecto llega hasta darse a sí mismo, la propia carne y sangre, sin estimar como tesoro codiciable la propia igualdad con Dios, para abrazar la cruz. Es Cristo quien realiza el acto de dar más allá de toda posible extensión; su liberalidad, en contraste con el calculado dar de la virtud pagana, es totalmente incontenible, adjetivo sobre el que Gertrudis insiste con mucha frecuencia.
Por lo tanto, me parece que se podría decir que uno de los caracteres principales de la relación entre Gertrudis y Cristo pasa precisamente por la liberalitas (más allá de la mera recurrencia del término en el texto), la cual indica una de las inclinaciones primarias de la actitud del Dios cristiano hacia el hombre, y por lo tanto, está en el origen del dinamismo que guía el intercambio místico: en su vasto horizonte de significados -y sabemos la escritora Gertrudis ama las extensiones de cada significado particular-, la liberalidad reproduce el acto deliberado de la creación. Así como el Dios creador da la vida gratuitamente, el Dios salvador se da a sí mismo en la cruz, y en el contexto consuetudinario de la liturgia monástica, continua dándose a sí mismo y su propia confianza sonriente a su monja.
En la prosa de Gertrudis la liberalitas, frecuentemente referida a la gracia, cada vez que esta entra en juego, tiene la función de disparar el empuje gozoso del alma que quiere actuar codo a codo con su creador haciendo la propia parte, aún en la permanente conciencia de que esta parte sería insuficiente si la misma liberalidad -la liberalidad omnipotente de Dios- no lo proveyese todo.
Son la fe y la gracia correspondida las que se implican en el concepto de la liberalidad gertrudiana. La monja no solo siente que debe corresponder a la gracia, sino que es atraída apasionadamente a corresponderle, y es la liberalidad de Dios la que provocar en ella el impulso. Que luego este corresponder no sea la tentación de hacer todo de sí lo subrayado, más que las referencias a la gracia, el horizonte vasto de los significados y la profusa adjetivación: de una parte todo y de la otra nada, pero la dinámica de la libertad rescata estos “nada” llenándolos de fuerza.
Además el Dios liberal plasma espiritualmente a aquellos sobre los que se derrama: de hecho hemos visto que la liberalidad es atribuida también a los sentimientos de María, entre todas las creaturas la más perfecta y también a aquellos que ofrecen al Señor algo sin pedir nada a cambio. Es por lo tanto la imagen y semejanza a lo que se tiende en el ejercicio de la liberalidad: quien se ejercita en la semejanza imitando la liberalidad del Señor.
Leyendo el Heraldo desde el punto de vista de la liberalidad de Dios, se puede decir que Gertrudis realiza con este término, lo que los padres patrísticos han realizado en general con el pensamiento clásico: lo implica ampliando el sentido y contextualizándolo en la cultura cristiana. La joven erudita se ha transformado en una joven mujer salvada por la experiencia de Dios y esta última sabe cómo hacer para reintegrar significados y contenidos que ya eran de los autores clásicos, para renovarlos en Cristo.
En fin, para volver al cuadro netamente monástico en el que tiene lugar el intercambio místico, a través del ejemplo del Señor que realiza continuamente actos y signos de liberalidad, la vida de la monja Gertrudis es legible especialmente en la dimensión del más gozoso deseo espiritual: el vivir libremente los dones del Espíritu. Esto nos recuerda a san Benito, que en su Regla, más que para cumplir deberes, llama a la dilatación del corazón[6] y a ver días felices[7]; que anuncia, a quien se ejercita en la escala de la humildad, un anticipo de la alegría celestial[8]; que -finalmente- convoca al ardiente deseo espiritual a quien de verdad anhela la vida eterna[9].
[1] La talla de Santa Gertrudis, de madera policromada, vestida con cogulla blanca cisterciense y con los atributos de diadema, corazón y pluma, en piezas desmontables, es la figura principal del altar de santa Gertrudis la Magna de la Iglesia del Real Monasterio de San Clemente de Sevilla. Este constituye probablemente uno de los grupos escultóricos más originales y llamativos de la iconografía gertrudiana. Se trata de una obra artística de estilo rococó, única en el mundo por su avanzada realización y originalidad. Debajo de la imagen, en el retablo, se ubican varios fanales o cajones desmontables de 83 x 73 x 45 cm, profusamente decorados, con un vidrio en la parte frontal, que representan en miniatura distintos episodios de la vida de Gertrudis. El tercer fanal que aquí reproducimos representa visión de Gertrudis sobre la muerte de santa Matilde, según el siguiente relato del Legatus Divinae Pietatis: “Cuando ya se acercaba el momento del dichosísimo tránsito con que el Señor había dispuesto conceder a su escogida (Sor Matilde) el imperturbable sueño del descanso eterno, tras la fatiga de las distintas enfermedades, el martes víspera de santa Isabel, comenzó a dar signos claros de agonía antes de Nona. Acudió la comunidad con suma devoción, para acompañar en el tránsito a su amada cohermana en Cristo y fortalecerla con las preces acostumbradas. Gertrudis encendida en deseo ardiente, vio su alma bajo la figura de una delicada doncella que estaba de pie ante el Señor y todo el aliento que aspiraba lo exhalaba a través de la meliflua herida del santísimo costado de Jesucristo. Conmovido el Corazón divino por el desbordamiento de su propia benignidad, cuantas veces entraba en su Corazón el aliento de ella, otras tantas destilaba por toda la latitud de la Iglesia el rocío de la gracia desbordante de su amor. Así comprendió (Gertrudis) que por ello la feliz enferma, con la ayuda de Dios, tenía en esos momentos de modo más especial la piadosa intención y el ardiente deseo de que el Señor derramara copiosamente los beneficios de su gracia a todos, tanto vivos como difuntos (…) Después de Completas, por tercera vez parecía entrar la enferma de nuevo en agonía. Raptada de nuevo en espíritu, Gertrudis vio el alma de la enferma como se ha dicho antes, bajo la forma de una tierna y amable doncella que, adornada con nuevos ornamentos debidos a sus prolongados sufrimientos, se lanzaba apasionada hacia el cuello de Jesucristo su delicado esposo, y lo estrechaba con cariñosos abrazos, libando en cada una de las llagas del Señor, a modo de abejita en variedad de flores, delicias especiales. Mientras entre otras oraciones se proclamaba el responsorio: “Salve Esposa, Reina de las vírgenes, Rosa sin espinas”, se acercó la Virgen María al alma de la enferma y la preparó más perfectamente para gozar y disfrutar de las delicias de la divinidad. Entonces el Señor Jesús tomando de los méritos de su Madre, y de la dignidad por la que mereció solo ella ser y llamarse Madre y Virgen, formó como un collar entretejido maravillosamente de radiantes perlas, lo puso en el pecho de la enferma y le otorgó el especial privilegio de que, a semejanza de su virginal Madre se la llamara también a ella madre y virgen, por haber engendrado con su virginal celo el recuerdo del Señor, en los corazones de muchas hermanas” (Legatus IV, 4, 7-11).
[2] Mariella Carpinello es docente en el Instituto de Teología de la Vida Consagrada de la Pontificia Universidad Lateranense, Claretianum. Entre sus publicaciones se cuentan: Benedetto da Norcia (Rusconi, 1991), Libera Donne di Dio (Mondadori, 1997), Monasticismo de mujeres (Mondadori, 2002), Bernardo di Aosta (San Paolo, 2010), Monasticismo y profecía femeninos. La acción ecuménica de M.M. Pia Gullini (Cantagalli, 2015), Percorsi sequela (São Paulo, 2015). Editó el Epistolario de Maria Gabriella Sagheddu (São Paulo, 2006). Pertenece al consejo editorial de las revistas L'Ulivo, Vita Nostra-Associazione Nuova Cîteaux y Studia Monastica.
[3] Continuamos con la publicación de la traducción de las actas Congreso: “LA “DIVINA PIETAS” E LA “SUPPLETIO” DI CRISTO IN S. GERTRUDIS DI HELFTA: UNA SOTERIOLOGIA DELLA MISERICORDIA. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 15-17 novembre 2016. A cura di Juan Javier Flores Arcas, O.S.B. - Bernard Sawicki, O.S.B., ROMA 2017”, Studia Anselmiana 171, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2017. Cfr. el programa del Congreso en esta misma página: http://surco.org/content/convenio-divina-pietas-suppletio-cristo-santa-gertrudis-helfta-una-soteriologia-misericordia. Traducido con permiso de Studia Anselmiana y de la autora, por la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso.
[4] El contenido político se mantiene en el uso culto de la lengua italiana a lo largo de los siglos. Maquiavelo considera liberal a quien profesa los principios de la libertad; y el sentido noble del término se perpetúa en los autores del Resurgimiento, según los cuales son liberales quienes se confrontan con los hombres libres y realizan opciones por las que no esperan obtener ganancias.
[5] ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco X,8,1178B,10-15.
[6] RB Prol. 49.
[7] Ibid., 14-15 en referencia al Sal 33,13.
[8] RB VII,67-70.
[9] Ibid., IV,46.