Inicio » Content » LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SANTA GERTRUDIS. PRINCIPIOS LITÚRGICO-SACRAMENTALES PARA VIVIR EN PLENITUD LA UNIÓN CON LA SANTÍSIMA TRINIDAD (IV)

Santa Gertrudis la Grande, talla de madera policromada, anónimo.

Francisco Asti[1]

3. Convertir el corazón

La segunda etapa de los ejercicios espirituales[2] está representada por la conversión del corazón. La Regla benedictina ponía este paso como fundamental para acoger la vocación monástica. Quien quiere hacer experiencia de Dios, entrando en el monasterio, debe hacer promesa de estabilidad y de conversión de las propias costumbres[3]. En la introducción a este ejercicio, la santa se expresa así: “Cuando, después de renovar tu buen propósito, quieras celebrar la memoria de la primera conversión, por la que has renunciado al mundo, y volver tu corazón con todas sus energías hacia Dios, utiliza el presente ejercicio, rogando a Dios que te modele para él como un monasterio de amor y de todas las virtudes”[4]. También para la conversión del corazón Gertrudis empeña la memoria, para renovar el buen propósito hecho al ingreso en el monasterio. El ejercicio consiste en reavivar las motivaciones que movieron a una creyente a dedicarse totalmente a Dios. En la propuesta de Gertrudis, esta operación puede ser descrita con un triple movimiento: introspección de la conciencia; interiorización de las motivaciones actuales; nuevo impulso para vivir en plenitud la propia vocación. Gertrudis traza el recorrido de la introspección y de interiorización de la nueva vitalidad monástica, con las expresiones: celebrar la memoria de la primera conversión, renovar el buen propósito y edificarse a sí misma como un monasterio del amor y de todas las virtudes.

Para tener una memoria limpia de la propia primera conversión es necesario entrar en sí misma y volver a las motivaciones que movieron a una creyente a emprender la vida religiosa. El redire in se y abitare secum son principios basilares de la vida monástica[5]. El tránsito hacia la propia interioridad es posible solo cuando se hace silencio, fuera y dentro del corazón y la mente del creyente. El proceso de introspección implica una claridad sobre todo lo que está presente en la conciencia; comporta un sano desapego de los objetos que la llenan, para estar dispuesto a discernir la bondad de las motivaciones del pasado y luego confrontarlas con las que mueven actualmente la conciencia, en el desarrollo de la propia condición de religiosa. Recordar no es un fijarse en el pasado; no es una reconstrucción arqueológica de la propia historia vocacional, sino que, para Gertrudis, es una verdadera y propia celebración, que implica una reactualización inteligente de lo que mueve los primeros pasos de una religiosa, para volver a experimentar en plenitud su unión con Cristo. También en este caso la memoria es litúrgica, en el sentido que la monja está llamada a entrar en sí misma, ayudada por el poder evocador de los signos y gestos de la oración cristiana. La mente y el corazón vuelven a la decisión de entrar en el monasterio, examinando dos factores fundamentales: la renuncia al mundo y la conversión a Dios.

El buen propósito consiste en discernir las intenciones que se tienen para volver a renunciar a todo lo que el mundo ofrece; consiste en volver a alejarse de las lisonjas del mundo para poder abrazar la vida monástica. La purificación de la mente y del corazón resultan necesarias para avanzar en la experiencia de unión con la Santísima Trinidad. Renovar los propósitos comporta una ulterior renuncia a los bienes mundanos, para elegir solo a Dios. No se puede anteponer el mundo a Dios, sino que el monje debe estar libre interiormente para ser completamente del Señor. La purificación de los propósitos resulta fundamental para que el monje tenga la posibilidad de juzgar con sinceridad si las intenciones se han realizado en el curso de su vida o, en cambio, han nacido otras. Después de la verificación de los propios propósitos, Gertrudis pone la total adhesión a la voluntad de Dios. La conversión implica un orientarse con todas las propias facultades y energías hacia Dios. El objeto místico de la monja no será sino Dios solo. En esta orientación fundamental juegan un factor esencial las potencias del alma, en cuanto que los sentidos externos están guiados por la memoria, el intelecto y la voluntad. El corazón expresa no solo el aspecto afectivo sino también el cognitivo, por el cual, todas sus energías deben confluir en la posesión del objeto místico. El proceso de interiorización resultará necesario para llegar a la unión con Dios. Las motivaciones renovadas sostienen el camino que la monja intenta cumplir en el monasterio. La unión con Dios será posible porque todas las facultades estarán sostenidas por un nuevo impulso espiritual, fruto de la colaboración con la gracia divina.

Gertrudis utiliza la imagen de la edificación de un monasterio para indicar que el Señor actúa en la interioridad del creyente. No basta la acción humana como la introspección o la interiorización, sino que es necesario que Dios trabaje en las potencias del alma para conducirlas a su unificación. La orientación resultará de una verdadera y propia cooperación, en la cual Dios edificará como un monasterio el corazón de la monja, ofreciéndole todos los medios necesarios para llegar a la unión con Él. El amor orienta todas las energías del creyente; es el vínculo de perfección que renueva todas sus facultades; es experiencia de unión y de comunión con Dios. Con su gracia todas las virtudes alcanzan su grado heroico. El impulso espiritual será completo, precisamente porque realizará la unión completa con la Santísima Trinidad. En efecto, con la mediación de la humanidad de Jesucristo, la monja abrirá los sentidos externos y las potencias del alma a la gracia de Dios[6].

El progreso en la vida monástica se hace posible en la medida en que la monja se confíe totalmente al Espíritu Santo, que llenará su corazón del amor trinitario. Las potencias del alma, una vez vaciadas de todo lo que no es Dios, están prontas para acoger la presencia divina. Es propiamente la misión del Espíritu iluminar la mente e inflamar el corazón de nuevo amor. Gertrudis expresa de este modo el proceso mítico en el cual el conocimiento de Dios no puede ser sino amoroso. El Espíritu atrae al alma haciéndola llegar al grado de la dilectatio/perfruitio (amor/fruición), es decir a la unión esponsal. La terminología ayuda a la lectora a entrar en la profundidad de este ejercicio, que va desde la comprensión de las motivaciones a la experiencia de la unión divina. El Espíritu enciende, ilumina, atrae, para que la memoria, el intelecto y la voluntad estén totalmente orientadas hacia Dios, para gustar del amor de dilección. El pasaje está representado por un crescendo de verbos que expresan la finalidad de cada grado al que llega la monja, gracias a la guía del Espíritu Santo. La tercera Persona Divina tiene el cometido de orientar la memoria con el recuerdo actualizador de su amor; instruye el intelecto, disponiéndolo a la unión con la Santísima Trinidad; atrae la voluntad con amor de dilección. Sus operaciones permiten a la monja progresar en la vía de la santidad, ejercitándose en todas las virtudes.

Gertrudis se dirige a Dios Padre para poder recibir la gracia necesaria para progresar en el camino de la perfección[7]. El ejercicio ascético no está excluido de este proceso místico, al contrario, está a la base del mismo, para que la monja pueda gustar del amor divino. Vistiendo el hábito monástico, la creyente desea asumir todas las cualidades que conducen a la unión con Dios. La indumentaria material evoca los hábitos virtuosos que una monja desea vivir en su contexto vocacional. La invocación al Padre tiene sabor trinitario. Gertrudis le ruega, porque Él es la fuente de la santidad; pide a Jesús redentor ser revestida de su pureza, y al Espíritu Paráclito que le haga gustar el amor que llena el alma y la prepara a las nupcias eternas. Para algunos estudiosos la última invocación se refiere también a Jesús, en cuanto Gertrudis hace mención del corazón y de las nupcias[8]. Las monjas benedictinas de Sorrento, en su traducción del texto (1956) utilizan la fórmula adozione divina (adopción divina) para indicar el nombre espiritual que el Espíritu Paráclito ha asignado a Gertrudis: “Oh Espíritu Paráclito que todo lo puedes, con el amor con el que has tomado posesión de mí con la gracia de la adopción divina, dame amarte con todo el corazón”[9]. De este modo, la fórmula trinitaria se completa, en cuanto el nombre espiritual sería el nombre del bautismo, que cada creyente recibe al iniciar el camino de la fe. El nombre espiritual se referiría a la adopción que San Pablo atribuye a la acción del Espíritu Santo (Rm 8,15. 23; Ga 4,5; Ef 1,5). Quedarían por explicar las expresiones: secundum cor tuum vivere y tuas nuptias introire (vivir según tu corazón y entrar a tus bodas), que aluden claramente a la persona de Jesucristo. Mientras que la primera parte de la invocación al Espíritu Santo es la posible descripción de sus operaciones, como el tomar posesión del alma con la adopción de hijos de Dios y la adhesión de sus potencias a la realidad íntima de Dios, la segunda parte se refiere a vivir según el corazón de Jesucristo y por lo tanto a las bodas que realizan la unión con Él a través de su santa humanidad. El Espíritu de Cristo es el que ha sido infundido desde lo alto de la cruz y entregado a todos los que lo reconocerán. Es el Espíritu de amor que conduce al creyente a experimentar la unión con Jesús a través de sus santas llagas. En el ejercicio siguiente Gertrudis escucha la voz de Jesús que afirma: “En mi Espíritu Santo te tomaré por esposa; me abrazaré a ti con una unión inseparable”[10]. Las bodas tendrán lugar en el Espíritu Santo que permitirá la unión indisoluble con Cristo mismo. Jesús la hará su esposa en su Espíritu Santo, transformándola en su imagen perfecta. Gertrudis no confunde las misiones divinas, sino que une la acción redentora y la santificadora, a fin de invitar al creyente a experimentar la belleza de ser totalmente de Dios, en la plena conciencia del propio estado de vida. La conclusión del segundo ejercicio es la petición, de parte de toda la comunidad monástica, de poseer aquellas virtudes que hacen santa a una monja y de perseverar en la propia vocación, obteniendo una mente pura y una conciencia santa, al fin de merecer la vida eterna.

Continuará

 


[1] Francisco Asti es sacerdote, Profesor ordinario de Teología y Decano de la Pontificia Facultad de Teología de la Italia Septentrional Santo Tomás, Consultor teólogo de la Congregación para las Causas de los Santos y Párroco del Santísimo Redentor, en Nápoles.

[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: “SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019”, Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Estudia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa

[3] G. Tamburrino (curad.), Santa Regola, Costituzioni, Ordinamenti, Edizioni Scritti Monastici, Praglia 1990, 58, 17: “Quien va a ser admitido a la vida monástica, en el otratorio, en presencia de todos los hermanos, delante de Dios y de sus Santos, haga promesa solemne de estabilidad, conversión de las propias costumbres y obediencia” (N. de T.: la traducción del italiano es mía).

[4] Gertrude D’Helfta, Les exercices, II,1-5: “Quoties renovato bono proposito memoriam primae conversionis tuae, qua mundo abrenuntiasti, celebrare, et cor tuum cum omnibus viribus suis ad deum convertere volueris: utere hoc exercitio, orans deum, ut te sibi in amoris omniumque virtutum aedificet monasterium” (LE, 17).

[5] Bruno, “Ad Radulphum, cognomento Viridem remensem Praepositum”, in Id., Lettres des premiers Chartreux (Sources Chrétiennes, 88), Cerf, Paris 1962, 70.a.

[6] Gertrude D’Helfta, Les exercices, II, 6-11 (LE, 19).

[7] Gertrude D’Helfta, Les exercices, II, 56-58 (LE, 20).

[8] Gertrude D’Helfta, Les exercices, II, 60-65. Nota 2, 86 (cfr. LE, 21).

[9] S. Gertrude la Grande, Gli esercizi spirituali, 39. La traducción al español no refleja esta fórmula: “Paráclito Todopoderoso y Santo, por el amor con que me has marcado para ti, dándome un nombre espiritual, concédeme amarte de todo corazón” (LE, 21).

[10] Gertrude D’Helfta, Les exercices, III, 74-75: “in spiritu sancto meo desponsabo te, inseparabili unione mea adstringam te”. Maristella dell’Annunciazione – A. Montanari (curr.), Gertrude di Helfta, Esercizi spirituali, 24 (LE, 30).