Inicio » Content » LOS ROSTROS DE CRISTO EN SANTA GERTRUDIS (VIII)

Santa Gertrudis, ruega por nosotros. Medalla devocional de plata, siglo XX.

Ruberval Monteiro, OSB[1]

4.3. El rostro de Jesús revelado y nuestro rostro escondido

Ahora me pregunto sorprendida[2] qué extraña locura había obcecado mi mente, al no haber permitido tú que experimentase en mí misma lo que dice san Bernardo: «Huimos nosotros y tú nos persigues; te damos la espalda y tú presentas de cara; suplicas tú, y eres despreciado; ninguna confusión, ni desprecio puede apartarte de nosotros, antes bien te muestras infatigable hasta llevarnos a aquel gozo que “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni pudo alcanzar el corazón del hombre”»[3]. Al principio me concediste la gracia que no merecía, y a pesar de ser más grave recaer que caer por primera vez, te dignaste concederme, sin mérito propio, la alegría de tu saludable presencia, que permanece hasta el presente. Te sea dada por ello la alabanza y acción de gracias que fluye dulcemente del amor increado, y refluye hacia ti mismo de manera inconcebible a criatura alguna (L II, 3)[4].

La historia de la salvación se da vuelta: En las Escrituras, los grandes patriarcas y profetas buscan el rostro divino, pero logran ver solamente sus espaldas. Gertrudis, en cambio, siguiendo la psicología de san Bernardo, sabe que Dios está cerca del hombre, que es quien le da la espalda. Dios está presente, Gertrudis es la ausente. El drama es la historia de Dios que busca el rostro del hombre, de Gertrudis, ya que, solamente mirando el Rostro de Dios, de Jesús, el hombre logra conocerse.

Estas citas de san Bernardo que toma Gertrudis, nos muestran que, en la experiencia sensible de la joven monja, se hace realidad lo que el mismo Padre dice en un lenguaje alegórico, en su consideratio. Según la ley de la sacramentalidad, el símbolo llama a la realidad.

 

4.4. El rostro de María refleja el rostro de su Hijo

El drama se desarrolla aquí en la fiesta de la Purificación de la Virgen. Gertrudis se siente mal ante el rostro severo de María, que le pide que le devuelva a su Hijo, como si Gertrudis no lo estuviera cuidando bien. Pero Gertrudis se confía a la suppletio de María, que es la fuente de las misericordias; le confiesa su miseria y le declara su confianza: «a fin de que la alcances [la misericordia] para todos los que la necesitan». El rostro de María cambia y se muestra sereno y aplacado.

Cuando el día de la santísima Purificación se celebraba aquella procesión en la que tú, salvación y redención nuestra, elegiste ser llevado al templo con las ofrendas del sacrificio, durante la antífona: «Cuando entraban»[5], tu virginal Madre me pidió que le devolviera el hijito amado de su seno, puso el rostro severo como si no le hubiera gustado mi comportamiento contigo, que eres el honor y la gloria de su inmaculada virginidad. Yo recordaba la gracia que me concediste para la reconciliación de los pecadores y esperanza de los desesperados, y prorrumpí en estas palabras: «Oh Madre de la bondad, se te ha concedido la fuente de la misericordia en tu Hijo, a fin de que la alcances para todos los que la necesitan, y tu caridad abundante cubra la multitud de nuestras faltas y pecados[6]». Mientras yo decía esto ofreció ella bondadosa un rostro sereno y tranquilo, para probar que, si se me había mostrado severa por exigirlo así mis faltas, estaba repleta al máximo de entrañas de caridad, y penetrada hasta la médula de la dulzura de la divina caridad. Esto quedó patente cuando a unas pocas palabritas desapareció aquella severidad, y afloró con toda naturalidad la dulce serenidad que le era congénita (L II, 16)[7].

 

5. Conclusión

Gertrudis conoce todo un mundo de sacramentalidad, capaz de llenar lo que podría parecer un salto en el abismo: desde las palabras de la consagración eucarística a la unión con Dios, hay mediaciones sacramentales concatenadas que llevan una a la otra, tanto en el alma, con sus imaginaciones de inspiración angélica, como en las figuras vicarias de Jesús representadas en la celebración litúrgica (el ministro ordenado) y para-litúrgica (desde la monja que hace de Magdalena hasta la abadesa que, como dice san Benito, siempre en los dramas asume el Rostro de Cristo), en las imágenes y estatuas que hay en la iglesia, en las pinturas, en la arquitectura cisterciense pre-gótica, etc. Y cada una de estas mediaciones tiene un rostro, que lleva a Gertrudis hacia el Rostro que ha asumido todos los rostros: el Rostro de Jesús. Hay un pasaje de uno hacia el otro. Al verlos fuera con sus ojos, [Gertrudis] los transporta al interior de su corazón. Todo esto nos parece una gracia extraordinaria y personal, pero Gertrudis nos invita a hacer el mismo viaje espiritual, cuando dice:

Con estas palabras comprendió que, cuantas veces alguien dice a Dios: «Amado mío, mi dulcísimo o amantísimo», y otras exclamaciones semejantes con verdadera devoción, recibe con frecuencia una respuesta que le garantiza en el cielo una gloria especial, como tuvo Juan evangelista una gloria especial en la tierra por haber sido llamado «El discípulo a quien amaba Jesús»[8] (L III 29,2)[9].

Y en los Ejercicios nos deja esta bella oración [al Ángel de la Guarda] para alcanzar una gracia igual a la suya:

Para saludar y recibir al Ángel: «¡Salve, oh santo Ángel de Dios, guardián de mi alma y de mi cuerpo! Por el dulcísimo Corazón de Jesucristo, Hijo de Dios, por el amor del que nos ha creado, a ti y a mí, por el amor del que, en el bautismo, me ha confiado a ti, recíbeme bajo el amparo de tu fiel protección.  Que pueda, ayudada por ti, atravesar con paso inmaculado el torrente de esta vida, hasta el día en que, alegre contigo, sea admitida a contemplar esa dulce faz que tú contemplas, esa exquisita belleza de la Divinidad imperial, que supera la dulzura de todas las delicias» (Ejercicio 1[10]).

 

Para descargar en PDF:

Ruberval Monteiro, OSB: Los rostros de Cristo en Santa Gertrudis:

https://drive.google.com/file/d/13Z0zevuAOqXe2Nekm0mbA4gpfr3hTsmy/view?usp=sharing

 

Bibliografía citada por el autor[11]

B. D. Berger, Le drame liturgique de Pâques du Xe au XIIIe siècle. Liturgie et théâtre, Paris 1976.

Bernardo di Chiaravalle, Omelia IV, 8-9, Opera Omnia 4, Cisterciense, Roma 1966.

E. M. Castro Caridad, «Del Tropo al Drama litúrgico», en P. Calahorra (coord.), Segundas Jornadas de Canto Gregoriano, Zaragoza 1998.

M.-M. Davy, Il simbolismo medievale, Ed. Mediterranee, Roma 2010.

S. Gertrude, Le rivelazioni I e II, a cura di D. C. Tirone, Cantagali, Siena, 4ª edición, 1994. G. Reale, Saggezza antica, Scienza e Idee, Milano 1995.

C. Vagaggini, Il senso teologico della liturgia, Paoline, Roma 1965.

J. Leclercq, «L´humanisme des moines au moyen âge», en Dictionnaire de Spiritualité, vol. 7/1, Beauchesne, Paris 1969.

J. Leclercq, «Imitation du Christ et sacrements chez St. Bernard», en Collectanea Cisterciensia 38 (1976).

F. Liuzzi, «Dramma Liturgico», en Enciclopedia italiana, Treccani, Milano 1932.

M. G. Muzj, «I due volti della Veronica e l’unità del Mistero nella testimonianza dei mistici», en Il Volto dei volti, Velar Gorle, Bologna 2004.

Pio XII, Dominicae Resurrectionis, AAS 43 (1951), 128-129.

 


[1] P. Ruberval Monteiro da Silva nació en Brasil en 1961 y, desde 1983, es monje benedictino en la Abadía de la Resurrección de Ponta Grossa. Ha obtenido la licencia y el doctorado en teología oriental en el Pontificio Instituto Oriental de Roma, y desde 2014, enseña las materias de Arte y Liturgia de los primeros siglos del cristianismo en el Pontificio Instituto Litúrgico de San Anselmo. Es artista plástico y ha pintado en muchas iglesias de Brasil y también de Europa, de las cuales una decena en Italia

[2] Continuamos publicando aquí la traducción íntegra de las actas del Congreso: «SANTA GERTRUDE LA GRANDE, “DE GRAMMATICA FACTA THEOLOGA”. Atti del Convegno organizzato da Istituto Monastico della Facoltà di Teologia Pontificio Ateneo Sant’Anselmo, Roma, 13-15 aprile 2018. A cura di Bernard Sawicki, O.S.B., Ruberval Monteiro, O.S.B., ROMA 2019», Studia Anselmiana 178, Pontificio Ateneo S. Anselmo, Roma 2019. Agradecemos el permiso de Studia Anselmiana. Tradujo la hna. Ana Laura Forastieri, OCSO. Cfr. el programa del Congreso en: http://surco.org/content/congreso-santa-gertrudis-grande-grammatica-facta-theologa

[3] 1 Co 2,9. Este texto de san Bernardo no ha sido identificado.

[4] Santa Gertrudis, Le rivelazioni I, 93; MTD I, 141.

[5] Antífona «Cum inducerent»; cfr. Ritual de Consagración de Vírgenes, Prefacio.

[6] Cf. 1 P 4,8.

[7] Santa Gertrudis, Le rivelazioni I, 122; MTD I, 178.

[8] Jn 21, 7.

[9] Santa Gertrudis, Le rivelazioni II, 346; MTD I, 299-300.

[10] LE, 6.

[11] No se incluye la bibliografía utilizada en la traducción.