Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur
Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur
El Señor anticipa ya en la liturgia su retorno prometido: la liturgia es una parusía anticipada, la irrupción del “ya” en el “todavía no”[1].
La mayor parte de los artículos de este Cuaderno Monástico abordan temas litúrgicos, en los que prevalece esa amplitud de horizontes que abarca en una sola mirada el cielo y la tierra, unidos en la esperanza escatológica que brota de la vida sacramental: en ella Cristo viene y se hace presente con la eficacia de su gracia salvadora; la eternidad irrumpe en el tiempo, resquebrajando sus límites.
En el primer artículo, dedicado a “La Asamblea eucarística dominical”, el P. Mario Alberto Haller parte de lo que es el núcleo de la vida eclesial –la vida eucarística– para considerar su importancia como fuente en la que se nutre la identidad cristiana y su incidencia en el camino sinodal que va haciendo crecer en la Iglesia la espiritualidad de comunión.
El P. José Francisco Yuraszeck Krebs, sj, comparte con nosotros su lúcida lectura de la Encíclica del Papa Francisco, Fratelli tutti. Vislumbrando en ella huellas del enfoque ignaciano, hace una lectura orante que lo lleva a hacerse eco de su apremiante llamado a despertar del letargo que nos impide ver el dolor del hermano y hacernos cargo de él, construyendo una nueva cultura del encuentro, la amistad social y la fraternidad.
Mons. Manuel Nin, osb, que fuera Rector del Pontificio Colegio Griego, en un momento en el que se propone con frecuencia que los sacerdotes se casen como un modo de responder a la crisis de falta de vocaciones sacerdotales, extrae de su experiencia de acompañamiento a seminaristas que discernían su vocación al celibato o al matrimonio –en las Iglesias católicas orientales se ordena para el diaconado y el presbiterado a hombres previamente casados– algunas implicancias humanas, teológicas y eclesiológicas de esta cuestión que no debe ser banalizada.
En su artículo sobre “El Ritual de los funerales del Vaticano II”, el P. André Haquin subraya la visión esperanzadora de la muerte que nos trasmite el rito de exequias, con el canto de los Salmos y de los Himnos cristianos, y en el que la muerte adquiere su sentido pascual de comunión con la pasión y resurrección de Cristo y de apertura al Reino celestial que se nos ha prometido.
El P. Bernardo Olivera, ocso, desarrolla el tema de la autoridad monástica en sus modalidades masculina y femenina, considerando no sólo el influjo de las variantes histórico-culturales, sino también el aporte propio de la naturaleza humana y de la dimensión espiritual y teológica en el servicio abacial monástico. Apela a nuestra propia experiencia de hombres y mujeres llamados a crecer en el desarrollo de la maternidad-paternidad espiritual de unos hacia otros, en el seno de la Iglesia-madre, en la que somos engendrados para la Vida eterna.
Construir relaciones fraternas sólidas y duraderas es una tarea que conviene abordar desde una perspectiva de eternidad, que ilumine el camino a recorrer. El P. Christophe Bettwy, osb, ve en las dificultades de relación una ocasión de descubrir aspectos insospechados de nuestro propio ser y de clarificar nuestro camino de crecimiento humano y cristiano.
En la sección Fuentes presentamos la traducción de un par de cartas de Pablo de Tamma, en las que una serie de preceptos nos acercan a la práctica ascética del monacato egipcio temprano, y a su valoración de la celda como lugar de comunicación entre el cielo y la tierra.
La liturgia celestial está realmente prefigurada por la liturgia terrena. La asamblea litúrgica, así como cada participante, toman plena conciencia del profundo vínculo existente entre la liturgia terrena y la liturgia celestial y se convierten en testigos e intérpretes de la esperanza escatológica de toda la iglesia, que anhela la plena y definitiva realización en la celestial Jerusalén.
Tras esos encuentros... he dejado por escrito estas reflexiones, que no tienen otro propósito más que despertar el interés por la lectura de Fratelli Tutti.
Escribo algunas simples reflexiones a partir de mi experiencia como rector del Pontificio Colegio Griego (PCG) de Roma, en lo que se refiere al tema del sacerdocio casado y célibe en Oriente. Son solamente notas, sin pretensiones. Pueden ser de ayuda, en un momento en el que me parece se habla demasiado fácil y superficialmente de este tema en Occidente.
La muerte no puede ser abordada de una manera simplista o puramente apologética; la pastoral de la Iglesia debe tenerla en cuenta. Desde siempre, la muerte es una de los mayores enigmas de la existencia. Por lo tanto, ninguno de los recursos humanos debe ser dejado de lado: los de la sociología y de la antropología, los de las filosofías; los, en resumen, de las religiones que proporcionan esperanza y consuelo.
Todos conocemos abades y abadesas de uno y de otro tipo. Aquellos que son maternales son acogedores y comprensivos, incluso cuando no siempre son muy talentosos para clarificar una situación... Otros, es decir, aquellos cuyo aspecto paternal es más marcado, clarifican y ayudan a confrontar, pero sus capacidades de comprensión y de aceptación pueden ser menos cálidas y afectuosas…
Es esencial conocer los fundamentos de la relación y de la comunicación. Una comunidad, sea cual sea, monástica, familiar, de amigos, profesional, vive de intercambios, y las reglas de comunicación tienen una base común y universal. El fin es encontrar una manera de vivir con el entorno de forma apacible y constructiva, y conservar lazos duraderos y sólidos para la vida, para la eternidad que se nos abre.
Conoce tu riqueza a causa de las profundidades de la sabiduría que habrá para ti verdaderamente. Toma la instrucción con toda humildad y di tú también “oh profundidad de la riqueza y de la sabiduría” y reina con Dios. [...] en el mundo [...] afligido [...] vuélvete “ciudadano de los santos y morador de la casa de Dios” en la Jerusalén del cielo que es nuestra madre común.
