Inicio » Content » JUAN CASIANO: “CONFERENCIAS” (Conferencia VIII, capítulos 7-11)

Capítulo 7. Sobre el origen de los principados y potestades

 

La creación de los ángeles es anterior a la creación de toda la realidad visible

7.1. Niguno de los fieles cuestiona que, antes de la creación de estas cosas visibles, Dios hizo las potestades espirituales y celestiales. Puesto que, por la misma razón que los creyentes saben que fueron creados de la nada, por esta tan gran gloria de la bienaventuranza y gracias al beneficio del Creador, [las potestades celestiales] le ofrecen a Él una constante acción de gracias y lo rodean con alabanzas incesantes.

 

Dios reina desde siempre y por siempre

7.2. No debemos pensar que Dios haya comenzado su creación y de su trabajo con la constitución de este mundo, como si no hubiera ejercitado la providencia y la dispensación durante esos innumerables siglos precedentes; debiendo creer que no tenía nadie a quien dirigir los beneficios de su bondad, estando solo y ajeno a cualquier munificencia. Este es un modo muy miserable e inapropiado de percibir su inmensa, eterna e incomprensible majestad. Como dice el mismo Señor sobre las potestades: “Cuando fueron creadas simultáneamente las estrellas, todos mis ángeles me alabaron con gran voz” (Jb 38,7 LXX).

 

Antes de la creación del mundo el Padre creó las potestades celestiales

7.3. Quienes estaban presentes en la creación de las estrellas, por tanto, demuestran clarísimamente que habían sido creados antes de aquel inicio en el cual se dice que fueron hechos el cielo y la tierra; por esta razón se refiere que alabaron al Creador con gran voz y con admiración por todas estas criaturas visibles que veían ser creadas de la nada. Por consiguiente, antes de este inicio temporal, sobre el cual habla Moisés y que lo diferencia del tiempo de este mundo según el sentido histórico, también según el sentido judaico -es decir, dejando de lado nuestro sentido, según el cual interpretamos que Cristo es el principio de todas las cosas y por su intermedio el Padre ha creado todas las cosas conforme a las palabras: “Todo ha sido creado por medio de Él y sin Él nada se hizo” (Jn 1,3)-, yo afirmo que, antes de este inicio temporal de todas las cosas, sin duda Dios creó todas las potestades y las fuerzas celestiales y espirituales.

 

Todas las realidades han sido creadas por medio de Cristo

7.4. El Apóstol las enumera según el rango y las describe como sigue: “Pues en Cristo han sido creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, los ángeles y los arcángeles[1], los tronos y las dominaciones, los principados y las potestades. Todas han sido creadas por Él y en Él” (Col 1,16).

 

Capítulo 8. Sobre la caída del diablo y los ángeles

 

8.1. Sobre cómo algunos príncipes cayeron de entre el número de aquellos, nos instruyen muy claramente las lamentaciones de Ezequiel y de Isaías: en ellas vemos que se llora tristemente por el príncipe de Tiro o por aquel Lucifer que se alzaba al amanecer.

 

El testimonio delo profeta Ezequiel

8.2. Y sobre el primero así le dice el Señor a Ezequiel: “Hijo de hombre, eleva un lamento sobre el príncipe de Tiro y dile: ‘He aquí lo que dice el Señor: Tú eres el sello de la semejanza[2], lleno de sabiduría, perfecto en la belleza, en las delicias del paraíso de Dios; todas las piedras preciosas te recubrían: sardónica, topacio y jaspe, crisólito, ónix y berilo, zafiro, rubí y esmeralda; el oro era la obra de tu adorno; y tus aretes[3] fueron preparados el día en que fuiste creado. Tú eres un querubín con alas extendidas y protector; y te establecí en la montaña santa de Dios; has caminado en medio de piedras de fuego. Perfecto en tus caminos desde el día desde la creación, hasta el día en que se halló iniquidad en ti. Con la multitud de tus negocios se llenaron tus interioridades se llenaron de iniquidad, y has pecado. Y te expulsé de la montaña de Dios y te he destruido, oh querubín protector, en medio de las piedras ígneas. Tu corazón se ha enorgullecido con tu belleza, has corrompido tu sabiduría con tu belleza; te he precipitado por tierra: te pongo en presencia de los reyes para que te vean. En la multitud de tus iniquidades, y en la perversidad de tus negociaciones has profanado tu santificación” (Ez 28,11-18).

 

El testimonio del profeta Isaías

8.3. E Isaías dice sobre el otro: “¿Cómo has caído, Lucifer, tú que surgías a la aurora? ¿Cómo yaces por tierra, tú que herías a los pueblos? Tú que decías en tu corazón: ‘Subiré al cielo, pondré mi trono sobre los astros de Dios, me sentaré en la montaña de la alianza, en los costados del aquilón. Subiré sobre la altitud de las nubes, seré semejante al Altísimo’ (Is 14,12-14)”.

 

El testimonio de la carta de san Judas

8.3a. Sin embargo, la Escritura no menciona que sean solo aquellos Dios los que cayeron de lo alto de la beatísima posición, cuando dice que el dragón arrastró tras de sí también una tercera parte de las estrellas (cf. Ap 12,4; Dn 8,10). También uno de los apóstoles afirma esto de manera más evidente: “Pero los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, Él los ha atado con cadenas eternas, en la oscuridad, para el juicio del gran día” (Judas 6).

 

Potestades celestiales y potestades caídas de esta condición

8.4. A nosotros también esto se nos dice: “Ustedes, en cambio, morirán como hombres, y caerán como uno de los príncipes” (Sal 81 [82],7). ¿Y qué otra cosa puede significar esto, sino que muchos príncipes han caído? De estas indicaciones se puede recoger la razón de una tal diversidad, estas diferencias de orden que las potestades adversas se dice que poseen sobre el modelo de la santas y celestiales potestades: pues o bien mantienen también ahora la posición de aquel nivel precedentemente ocupado cuando cada una de ellas fue creada; o bien aquellas que sin duda han caído de las regiones celestiales revindican para ellas, en un modo diametralmente opuesto, los nombres de los grados y niveles, con una imitación perversa de aquellas fuerzas que permanecieron allí y según el nivel de maldad en el cual cada una haya caído».

 

Capítulo 9. Objeción: que la ruina del diablo tuvo su inicio en el engaño de Eva

 

9. Germán: “Hasta ahora nosotros creíamos que la causa y el inicio de la ruina y de la prevaricación del diablo, por la que fue expulsado de la sede angélica, fue debida especialmente a la envidia, cuando engañó a Adán y Eva con malicia”.

 

Capítulo 10. Respuesta sobre el inicio de la caída del diablo

 

El diablo es llamado “serpiente”

10.1 Sereno: «La lectura del Génesis manifiesta cómo no sea este el origen de su transgresión y de su caída. Esta narración retiene que, ya antes del engaño “serpentino”, se debe designar al diablo con el nombre de serpiente, diciendo: “Pero la serpiente era la más sagaz -o bien como dicen los libros hebreos- la más astuta, de todos los animales de la tierra que hizo el Señor Dios” (Gn 3,1). Por tanto, ustedes comprenden que el diablo había caído de su santidad angélica antes de aquel engaño del primer hombre, de modo que no solo merece ser señalado con la infamia de aquel nombre, sino que incluso debe ser preferida a los otros animales en los subterfugios propios de la maldad. La Escritura, en efecto, no habría designado un ángel bueno con un símil vocablo ni diría de aquellos que permanecen en aquella bienaventuranza: “La serpiente, en cambio, era la más sagaz de todos los animales de la tierra” (Gn 3,1).

 

La envidia del diablo

10.2. Este título, en efecto, no solo no podría ser de ninguna manera atribuido a Gabriel o a Miguel, sino que ni siquiera era apropiado para un buen ser humano. Por consiguiente, es claro que ya sea el vocablo “serpiente”, ya sea la comparación con los otros animales no indica la dignidad del ángel, sino la infamia del prevaricador. Pues la envidia y la seducción en fuerza de la cual él fue instigado a engañar hombre fueron la causa de su ruina precedente, porque vio que el hombre, que había sido formado hacía poco del barro de la tierra, estaba destinado a aquella gloria de la cual él, siendo uno de los príncipes, se acordaba de haber caído.

 

Enemistad entre el diablo y los seres humanos

10.3. Por consiguiente, el diablo había ya caído una primera vez por soberbia, y por esto había merecido ser llamado serpiente; luego tuvo una segunda caída por causa de la envidia. La cual, encontrando todavía en él algo de rectitud, en modo de hacerlo capaz, en cierta, forma de conversar con el hombre y aconsejarlo, en el momento de la sentencia (cf. Gn 3,14) el Señor lo arrojó convenientemente en las profundidades, de manera de no consentirle ya más, como hacía antes, poder mirar hacia arriba y caminar erguido. [El Señor] quiso que avanzara reptando al suelo y, humillado sobre su vientre, se alimentara con la comida de los vicios y las obras terrenas, señándolo, desde aquel momento, como el enemigo oculto y poniendo una útil enemistad y una saludable discordia entre él y el hombre, de modo que, evitándolo, como un peligroso enemigo, ya no sería capaz de dañar de otra forma al hombre a través de amistades fraudulentas (cf. Gn 3,14-15).

 

Capítulo 11. Sobre el castigo del que engaña y de quien es engañado

 

El diablo seductor y el ser humano seducido

11.1. Sin embargo, en esto hay algo que debe instruirnos de un modo particular a rechazar los malos consejos: es decir, que, si bien el autor de un engaño es castigado con una congrua pena y con una condena, sin duda aquel que se ha dejado seducir no estará exento del castigo, aunque este último será un poco más leve que aquel reservado al autor del engaño. Aquí vemos expresado todo esto de un modo muy evidente, porque Adán, aquel que fue seducido, o mejor para decirlo con las palabras del apóstol: “No fue seducido” (1 Tm 2,14)[4], sino que secundó a la que fue seducida y parece haber caído en aquel funesto consenso, fue condenado únicamente al sudor de la frente y al trabajo, condiciones que se le asignaron a causa de la maldición y de la esterilidad, no suya, sino de la tierra (cf. Gn 3,17-19).

 

Las consecuencias de aceptar malos consejos

11.2. En cambio, a aquella mujer, que lo persuadió a obrar así, le fueron reservados mucho más lamentos, dolores y tristezas, y por añadidura el yugo perpetuo de la sumisión (cf. Gn 3,16). Pero la serpiente, aquella que fue la primera instigadora de este daño, fue castigada con una maldición eterna. Por este motivo debemos cuidarnos con suma solicitud y circunspección de los consejos malvados, puesto que, así como castigan a su autor, así tampoco carecen de pecado y de castigo para quien ha sido engañado.


[1] “Ángeles y arcángeles” no se lee en el texto griego del Nuevo Testamento.

[2] Otra traducción: “eres el sello de una obra maestra”.

[3] Lit.: foramina (agujeros).

[4] Lit.: “Adán no fue engañado”.