Conferencia décimo cuarta: conversación con abba Nesteros: sobre el conocimiento espiritual
Capítulos:
1. Palabras de abba Nesteros sobre el conocimiento de las personas religiosas.
2. Sobre la comprensión de las realidades[1] espirituales.
3. Que la perfección práctica existe en una doble forma[2].
4. Que la vida práctica está dispersa entre muchas profesiones y actividades.
5. Sobre la perseverancia en la profesión que se ha elegido[3].
6. Sobre la inconstancia de los débiles.
7. Un ejemplo de castidad que enseña que no todo debe ser emulado por todos.
8. Sobre el conocimiento espiritual.
9. Que del conocimiento práctico se progresa al [conocimiento] espiritual.
10. Sobre la comprensión de la disciplina del verdadero conocimiento.
11. Sobre los diversos modos de entender las divinas Escrituras[4].
12. Pregunta: ¿cómo se puede llegar a olvidar los poemas mundanos?
13. Respuesta: que podemos limpiar los fraudes de nuestra memoria.
14. Que un alma impura no puede transmitir ni recibir el conocimiento espiritual.
15. Objeción: muchos impuros poseen este conocimiento, y muchos santos no lo tienen.
16. Respuesta: Que los malvados no pueden poseer el verdadero conocimiento.
17. A quién debe revelarse el método de la perfección.
18. Sobre para quienes es infructuosa la enseñanza espiritual.
19. Que con frecuencia incluso los indignos reciben la gracia de una palabra salvífica.
Capítulo 1. Palabras de abba Nesteros sobre el conocimiento de las personas religiosas
Conocemos a dos monjes llamados Nisteros: Abba Nisteros el Cenobita, del que “ignoramos dónde se encontraba el monasterio de cenobitas en el que vivía este Nisteros, conocido de Pastor (Poimén)…”. Y Abba Nisteros el Grande: amigo de san Antonio, mencionado explícitamente en los apotegmas de la Colección alfabética griega[5]. Pero no se puede afirmar con certeza que Casiano se refiera a alguno de estos ancianos en su texto[6]. En cambio, sí sabemos que moraba en el área de Panephysis.
Las afirmaciones iniciales de abba Nesteros encuentran un apoyo importante en las enseñanzas de Evagrio Póntico:
“El cristianismo es la doctrina de Cristo, nuestro Salvador, que se compone de la vida, ascética (praktiké), de la contemplación del mundo físico (physiké) y de la contemplación de Dios (theología)”[7].
“La praktiké es el método espiritual que purifica la parte del alma en que residen las pasiones”[8].
La contemplación de las realidades divinas, por tanto, exige la purificación del alma. Esta es la enseñanza principal de la presente Conferencia[9].
Breve introducción
1.1. Ateniéndome a nuestra promesa y a la secuencia de nuestro itinerario, sigue [ahora] la instrucción de abba Nesteros, un hombre de gran conocimiento y sobresaliente en todos los aspectos. Cuando oyó que habíamos memorizado algunas partes de la Sagrada de la Sagrada Escritura y que deseábamos comprender el sentido, se dirigió a nosotros con estas palabras:
Un orden y un método
1.2. [Nesteros]: «Ciertamente, hay muchas ramas del conocimiento en este mundo, tantas como la variedad de disciplinas artísticas y científicas. Pero, aunque todas sean o completamente inútiles o solo sirvan para los beneficios de la vida presente, sin embargo, no hay ninguna que no tenga su propio orden y su método, a través del cual puedan aprenderla aquellos que lo desean.
“Práctica” y contemplación
1.3. Si, por lo tanto, esas artes, cuando se las enseña, siguen sus líneas ciertas y propias, con cuánta más razón la disciplina y profesión de nuestra religión, que tiende a contemplar los sacramentos invisibles y no busca ganancias presentes, sino que anhela la retribución de los premios eternos, consiste en un orden y razón ciertos. De hecho, esta ciencia es doble: la primera, es la praktiké, es decir, “práctica”, que se perfecciona mediante la corrección de las costumbres y la purificación de los vicios; la segunda, es theoretiké, que consiste en la contemplación de las cosas divinas y el conocimiento de los sentidos más sagrados».
Capítulo 2. Sobre la comprensión de las realidades espirituales
La “praktiké” es necesaria
2. «Por consiguiente, quien desee llegar a la theoretiké, es necesario que con mucho esfuerzo y virtud primero adquiera el conocimiento práctico. Porque la praktiké puede ser poseída sin la contemplación[10], pero la contemplación[11] no puede ser alcanzada en absoluto sin la práctica. Porque los grados están ordenados y diferenciados de tal manera que la humildad de los seres humanos puede ascender a lo sublime. Si estos sucesivamente se suceden entre sí de la manera que hemos dicho, se puede alcanzar aquella altura en la que no se puede transitar sin haber superado el primer grado. Por tanto, es en vano que tiende a la visión de Dios quien no se aparta del contagio de los vicios: “Pues el Espíritu de Dios aborrece la mentira y no habita en un cuerpo sometido al pecado” (Sb 1,5; 1,4)».
Capítulo 3. Que la perfección práctica existe en una doble forma
El orden de las virtudes y la naturaleza de los vicios
3.1. «Sin embargo, esta perfección actual se fundamenta en dos razones. La primera consiste en el modo mediante el cual se puede conocer la naturaleza de todos los vicios y el modo de curarlos. La segunda, consiste en el discernimiento del orden de las virtudes y la conformación de nuestra mente en orden a su perfección, de tal manera que no se someta a ellas como si estuviera coaccionada o bajo un violento imperio, sino que, como un bien natural, se deleite y se alimente de ellas, y con gozo escale ese arduo y estrecho camino. Pues, ¿cómo podrá alcanzar el conocimiento del orden de las virtudes, que es el segundo grado en la disciplina actual[12], o los misterios de las cosas espirituales y celestiales, que consisten en el grado más elevado de la teoría, quien no ha podido entender la naturaleza de sus propios vicios ni ha tratado de extirparlos?
“Expulsar los vicios y adquirir las virtudes”
3.2. Por consiguiente, se afirmará que no puede avanzar hacia las cosas más elevadas quien no haya superado las más sencillas, y mucho menos aprenderá aquellas que están fuera de él, quien no ha comprendido lo que está inserto en él si no se ha esforzado. Sin embargo, se debe saber que debemos esforzarnos con una doble intención: expulsar los vicios y adquirir las virtudes. Y esto no lo entendemos por nuestra propia conjetura, sino que somos instruidos por la opinión de aquel que solo conoce las fuerzas y la razón de su obra. “He aquí, dice, que te he constituido hoy sobre naciones y sobre reinos, para que arranques, destruyas, disperses, abatas, edifiques, y plantes” (Jr 1,10).
Dificultad para erradicar nuestros vicios
3.3. En la expulsión de las realidades nocivas, se han designado cuatro acciones necesarias, a saber: “arrancar, destruir, dispersar, abatir”. En cambio, para la perfección de las virtudes y la adquisición de lo que pertenece a la justicia, solo [se habla de] edificar y plantar. De donde resulta que es más difícil desarraigar y erradicar las pasiones innatas del cuerpo y del alma que plantar y cultivar virtudes espirituales».
Capítulo 4. Que la vida práctica está dispersa entre muchas profesiones y actividades
Siete son las “profesiones” que se presentan como ejemplos. “Las tres primeras, anacoretismo (o vida eremítica), dirección de un cenobio y caridad de hospitalidad, reciben un elogio más desarrollado; mientras que las cuatro últimas, cuidado de los enfermos, enseñanza y limosna, solo son simplemente enumeradas”[13].
Encontramos un apotegma atribuido a abba Nisteros (o Nesteros) que ofrece una cierta semejanza con el presente texto:
«Un hermano interrogó a un anciano diciendo: “¿Qué obra buena hay, para hacerla y vivir en ella?”. Le dijo el anciano: “Dios sabe lo que es bueno. Pero oí que uno de los Padres interrogó a abba Nesteros el grande, amigo de abba Antonio, y le dijo: ‘¿Qué obra buena puedo hacer?’. Y le respondió: ‘¿No son acaso iguales todas las obras? La Escritura dice: Abraham era hospitalario y Dios estaba con él (cf. Gn 18,1 ss.). Eliseo amaba la quietud, y Dios estaba con él (cf. 1 R 17,2 ss.). David era humilde, y Dios estaba con él (cf. 1 S 18,23). Aquello hacia lo que ves que aspira tu alma, según Dios, eso pon por obra, y guarda tu corazón’ (cf. Pr 4,23)”»[14].
En tanto que otro apotegma de la colección alfabética nos sale al encuentro para mostrarnos un camino paralelo, por así decirlo, al que ofrece Casiano:
«Se cuenta que tres cofrades[15] amigos se hicieron monjes. El primero quiso pacificar a los que se combatían, según está escrito: “Bienaventurados los que procuran la paz” (Mt 5,9); el segundo, (eligió) visitar a los enfermos (cf. Mt 25,36. 39); y el tercero fue a vivir en la hesiquía en el desierto. Ahora bien, el primero, cansándose por causa de las luchas de los hombres, no pudo curarlos a todos; y entristecido fue (a ver) al que servía a los enfermos, y lo encontró desalentado y sin haber llegado (a cumplir) plenamente el mandamiento. Y de común acuerdo fueron los dos a ver al ermitaño, le expusieron su tribulación y le pidieron que les aconsejase convenientemente. (Después) de un breve silencio, puso agua en un recipiente y les dijo: “Miren el agua”. Estaba turbia[16]. Un poco después dijo de nuevo: “Miren como ahora el agua está tranquila”. Y cuando miraron el agua, vieron sus rostros como en un espejo. Y entonces les dijo: “Así es también el que está en medio de los hombres: la agitación le impide ver sus faltas, pero cuando vive en la hesiquía, y sobre todo en el desierto, entonces ve sus propias faltas”»[17].
Las diversas formas de la praktiké
4.1. «Esta praktiké, por consiguiente, que existe de dos maneras, se divide en muchas profesiones y objetivos[18]. Algunos, de hecho, ponen toda su atención en habitar en lo más recóndito del desierto y en la pureza del corazón, como en el pasado sabemos [que hicieron] Elías y Eliseo, así como en nuestros tiempos san Antonio y otros seguidores de su mismo propósito, se unieron íntimamente a Dios a través del silencio de la soledad.
La vida comunitaria
4.2. Ciertos hombres han dedicado toda su diligencia a la formación de los hermanos y a la supervisión cuidadosa de los cenobios, de tal manera que recientemente recordamos al abad Juan[19], quien presidió un gran monasterio en la vecindad de una ciudad que se llama Thmuis, así como a algunos hombres de igual mérito que, incluso con signos apostólicos, han brillado. Algunos son agradables por el piadoso servicio de la hospitalidad y acogida, por el cual también en el pasado agradaron al Señor el patriarca Abraham y Lot, y recientemente el bienaventurado Macario[20], un hombre de singular mansedumbre y paciencia, quien presidió la casa de huéspedes[21] en Alejandría, de tal manera que se le considera superior a todos aquellos que han seguido los secretos de la soledad.
Diversos ejemplos de servicio al prójimo
4.3. Algunos optan por cuidar a los enfermos, otros se dedican a la intercesión que se ofrece por los miserables y oprimidos; otros se dedican a la enseñanza o distribuyen limosnas a los pobres. Todos tienen renombre entre los grandes y prominentes hombres, por su afecto y misericordia».
[1] Lit.: cosas (rerum).
[2] O: tiene un doble significado (duplici ratione subsistat).
[3] También podría traducirse: que se ha adquirido, o conseguido, o logrado.
[4] Otra versión posible: “Sobre los múltiples sentidos de las divinas Escrituras” (De multiplici intellectu divinarum Scripturarum).
[5] Cf. Les Sentences des Pères du désert. Collection alphabétique. Traduite et présentée par Dom Lucien Regnault, moine de Solesmes, Solesmes, Abbaye Saint-Pierre de Solesmes, 1981, pp. 209 y 211.
[6] Cf. Stewart, p. 133.
[7] Tratado Práctico 1; SCh 171, pp. 498-499.
[8] Ibid., 78; SCh 171, pp. 666-667.
[9] Cf. Vogüé, p. 301.
[10] Lit.: theoretica; conocimiento podría ser otra traducción.
[11] De nuevo: theoretica.
[12] Es decir, la praktiké.
[13] Vogüé, p. 302.
[14] Colección alfabética griega, Nisteros (o Nesteros) 2; PG 65,305D-308A.
[15] “Philoponoi: miembros de cofradías religiosas que religiosas que participaban activamente en la vida de sus Iglesias” (SCh 387, p. 141, nota 1).
[16] O: agitada.
[17] Apotegma anónimo N 134; Colección sistemática latina (Pelagio y Juan), cap. 2,16; PL 73,860BC.
[18] Lit.: studia (esfuerzos, labores).
[19] Cf. Inst. V,27-28; SCh 109, pp. 236-237: «Una vez que abba Juan, prepósito de un gran monasterio y de una multitud de hermanos, llegó a lo de abba Paesio, que vivía en un gran desierto, le preguntó, como a un viejo compañero, qué había hecho en estos cuarenta años en los que, apartado de él, ningún hermano lo había molestado en su soledad. Paesio le respondió: “Nunca el sol me vio comiendo”. Entonces abba Juan le contestó: “Y a mí nunca me encontró enojado” (Colección alfabética, Casiano 4; PG 65,244C, y Sistemática, IV,24; PL 73,867 C). Cuando este mismo anciano ya exhalaba su último suspiro, feliz como quien volvía a la patria, lo rodearon afligidos los hermanos rogándole insistentemente les dejara un precepto memorable, algo así como un legado testamentario, gracias al cual pudieran llegar más fácilmente, como por un mandato compendioso, a la cumbre de la perfección. Él les dijo gimiendo: “Nunca hice mi voluntad, ni enseñé a nadie lo que no había practicado anteriormente” (Casiano 5; PG 65,245A, y I,10; PL 73,856B)».
[20] Paladio, Historia Lausíaca, 6,5; ed. cit., pp. 34-35: “el venerable Macario, presbítero y director del hospital de pobres lisiados…”. Sin embargo, Casiano parece confundir este hospital para enfermos pobres con la hospedería (xenodochium) que atendía otro sacerdote: Isidoro, atribuyéndole a aquel la dirección de un tal hospedaje (cf. Vogüé, p. 306, nota 193). Pero ver también Conversazioni, pp. 857-859, nota 11.
[21] Lit.: xenodochio, xenodochium, hospital de peregrinos (cf. Blaise, p. 864); vocablo usado para referirse a la hospedería monástica en la Regla de Pacomio 51, traducida por san Jerónimo: “Cuando lleguen personas a la puerta del monasterio, si se trata de clérigos o de monjes, serán recibidos con muestras del mayor honor. Se les lavarán los pies, según el precepto evangélico (Jn 13) y se los conducirá a la hospedería (ad locum xenodochii) donde se les suministrará todo lo que conviene al uso de los monjes. Si, en el momento de la oración o de la synaxis, desearan participar en la reunión de los hermanos, si pertenecen a la misma fe, el portero o el servidor de la hospedería (xenodochii) lo advertirá al padre del monasterio; seguidamente podrán ser conducidos a la oración” (ed. A. Boon, Pachomiana latina, Bruxelles, Eds. Nauwelaerts, 1932, pp. 26-27 [Bibliothèque de la Revue d’Histoire Ecclésiastique, 9]).
