3. Reglas monásticas latinas anteriores a la Regla de san Benito
IX. La Regla del Maestro (continuación)
Capítulo 11 (continuación). Pregunta de los discípulos: Sobre los prepósitos del monasterio. El Señor responde por el maestro:
63Si (el prepósito) oyere a un hermano mentir, lo amonestará a la verdad, diciendo: «¿Por qué mientes, hermano, 64cuando sabes que está escrito: “Destruirás a los mentirosos” (Sal 5,7), 65y también cuando sabes que todos los caminos del Señor son misericordia y verdad (Sal 24 [25],10)?».
66Si oyere a un hermano que jura mucho (Si 23,11[12]), amonéstelo el prepósito presente, diciendo: «Retén tu lengua, hermano. 67¿Por qué juras tanto cuando la Escritura prescribe: “No jurar de ningún modo (Mt 5,34), no sea que por el juramento nazca una causa de perjurio”?, 68sino que tu palabra sea: sí, sí; no, no (Mt 5,37; cf. Jn 4,21); créeme, créeme, y en seguida creeremos lo que dijeres».
69Si viere a un hermano irritarse contra un hermano, amonéstelo el prepósito presente, diciendo: «¿Qué haces, hermano? 70Realiza tu trabajo con mansedumbre, en silencio y con caridad, porque está escrito: “Abandona la ira y renuncia al furor” (Sal 36 [37],8), 71y también: “Quien odia a su hermano es un homicida” (1 Jn 3,15), 72y también: “Quien llamare a su hermano ‘raca’ será reo de juicio” (Mt 5,22), y el iracundo no obra la justicia de Dios (St 1,20; cf. Si 28,11). 74Y a nadie le está permitido reconciliarse con su enemigo después de la puesta del sol, (porque) dice el Señor por el Apóstol “Que no caiga el sol sobre la cólera de ustedes” (Ef 4,26)».
75Si viere a un hermano muy pronto para la risa, el prepósito presente amonéstelo, diciendo: «¿Qué haces, hermano? 76Con gravedad haz lo que haces, porque el tiempo de nuestra conversión no es de alegría para reír, sino que es un tiempo de penitencia para llorar los pecados, 77como está escrito: “Postrémonos ante el Señor, lloremos ante Dios que nos hizo” (Sal 94 [95],6), 78y también: “Los que siembran entre lágrimas, cosecharán en la alegría” (Sal 125 [126],5). 79Y también dice la Escritura: “Bienaventurados los que ahora lloran, porque reirán” (Lc 6,21) para siempre. 80Pero el necio levanta su voz para reír (Si 21,23[20])».
81Si viere a un hermano maldiciendo a otro, amonéstelo el prepósito presente, diciendo: «Reprime tu boca, hermano, de la maldición. 82Acuérdate de Dios, que nos dijo por el Apóstol: “¡Bendigan no maldigan!” (Rm 12,14). 83Y como no puede una fuente por la misma abertura manar simultáneamente agua amarga y dulce (St 3,11), así tampoco nosotros, 84cuando con nuestra lengua bendecimos a Dios, ¿cómo podemos con la misma lengua maldecir a los hombres, que han sido plasmados a imagen y semejanza de Dios (St 3,9; Gn 1,26-27)?».
85Igualmente si viere a los hermanos enorgullecerse en alguna ligereza, con levedad en los cuerpos y disipación en el espíritu, amonéstelos el prepósito presente diciendo: 86«Hermanos, siéntense, caminen y estén de pie con gravedad, porque los ojos del Señor nos miran desde el cielo a toda hora y en todo lugar, a buenos y malos” (Pr 15,3; Sal 13 [14],2), 87como dice David: “El Señor desde el cielo mira a los hijos de los hombres, para ver si son inteligentes y buscan a Dios” (Sal 13 [14],2). 88Por tanto, hermanos, temamos, no sea que nos vea en el momento en que nos inclinamos al mal y nos hagamos inútiles, y no hay uno que haga el bien, ni uno solo (Sal 13 [14],3). 89Porque también dice el profeta: “Odiaste a los que observan la vanidad sin necesidad” (Sal 30 [31],7), 90porque todo lo que no es de Dios, es del pecado, y el que no edifica, destruye (cf. 1 Jn 3,10. 8; Rm 14,23)».
91Estos prepósitos, mientras cotidianamente, día y noche, a toda hora, escrutan solícitamente estas cosas en los hermanos que les han sido encomendados, también progresan ellos mismos cuando custodian a otros, 92y custodiando a otros, cuando los apartan del mal, se ocupan del bien a toda hora, 93porque hace feliz a la boca que profiere lo bueno, entrando en el oído del prójimo.
94Por tanto, mientras el prepósito custodia diligentemente a los hermanos en esas cosas, el abad será menos exigente con él que con los otros hermanos en lo concerniente al trabajo manual asignado, 95porque aunque (trabaja) menos corporalmente con las manos, trabaja espiritualmente más por la causa de Dios con su solícita atención para corregir, 96y lo que trabaja menos con las manos, lo trabaja más en las almas. 97Por tanto, por eso dijimos de ser menos exigentes con los prepósitos en cualquier trabajo manual: para que las urgencias de la obra corporal a ellos consignada, no opere en el prepósito negligencia en la custodia espiritual en que está ocupado, 98y así la causa de Dios se pierda al prevalecer los vicios, cuando se corre más en beneficio de la carne que lo que se trabaja por la causa del espíritu. 99Pero asumiendo la fe con esperanza, creemos que el Señor Dios proveerá todas las cosas necesarias para nuestro uso, cuando nuestras manos no puedan conseguirlo, 100confortándonos sobre todo eso el libro del santo evangelio que dice: 101No piensen qué comerán o qué beberán o qué vestirán (Mt 6,25), 102porque todas estas cosas las piensan los paganos, que no conocen a Dios (Mt 632a; 1 Ts 4,5). 103Pero busquen el reino de Dios y su justicia, y todo eso se les dará por añadidura (Mt 6,33). 104Porque su Padre, que está en el cielo, sabe que necesitan de todo eso (Mt 6,32b). 105Miren los pájaros del cielo, que no aran ni siembran, y su padre celestial los alimenta (Mt 6,26). 106¡Cuánto más a ustedes! (Mt Mt 6,30; cf. Lc 12,24).
107Las vestimentas de los hermanos (estarán) bajo la custodia de los prepósitos. 108Los prepósitos tendrán sus lechos cerca de los de los hermanos, para corregir cualquier falta viciosa durante la noche.
109Prescribimos que cada uno duerma en un lecho, no dos por (cama). 110Y al levantarse un hermano, sino arregla bien su lecho, por castigo no reciba vino puro en la siguiente refección. 111Cuando duerman, duerman vestidos y ceñidos, esto es con cíngulos, cuerdas o correas. 112Prohibimos que algún hermano use cinturón durante la noche, no sea que al darse vuelta, oprimido por el sueño, saliendo de la vaina la punta del cuchillo le hiera en su carne. 113Durante el día se ceñirán con cinturones, como enseña la Escritura sobre san Juan: Alrededor de su cintura se ceñía un cinturón de cuero (Mc 1,6).
114Y también dijimos que los hermanos duerman vestidos y ceñidos, para que cuando llegue la hora de la obra de Dios, y en el oratorio suene la señal nocturna, en seguida se levanten preparados, 115sobre esto dice la Escritura: Si mi señal en la mañana me habla, entonces proclamaré (Sal 72 [73],14-15: Vulgata). 116Porque la señal recibe su nombre porque indica, por el sonido, que ha llegado la hora de la salmodia. 117Por eso sobre esto dice el profeta: Si habla, yo proclamaré (Sal 72 [73],15); es decir, cuando indique que ha llegado la hora de la salmodia, entonces proclamaré las alabanzas del Señor (Sal 77 [78],4).
118Por tanto, si los hermanos deben dormir vestidos y ceñidos, es porque no le está permitido a ningún hermano tocar sus miembros desnudos. 119En efecto, a causa de esto después se introducen en el alma las inmundicias de la libido. Cuando el contacto voluptuoso con los miembros se hace sentir, al punto hace cosquillas en el corazón el deseo de mujeres, a lo cual empuja la impureza de los miembros durante el sueño.
120Y si los hermanos deben dormir vestidos y ceñidos (es) principalmente para que, no pidiendo en la oscuridad sus cosas y sus cinturones a los hermanos solícitos y preparados para entrar en el oratorio, cuando todavía aquellos revuelven sus lechos en la oscuridad por su negligencia, desarreglando y desparramando (todo), pierdan algunas oraciones o salmos.
121Los prepósitos tendrán sus lechos cerca de los de ellos, como dijimos, para corregir cualquier falta viciosa, y para que duerman con más reverencia en presencia de un superior. 122Estén presentes en las mesas de los hermanos, para que coman con ellos en silencio y moderadamente. 123Si un (hermano) abandona ese número de diez en cualquier lugar, sin orden del abad o del prepósito, lo buscarán solícitamente.