3. Reglas monásticas latinas anteriores a la Regla de san Benito
IX. La Regla del Maestro (continuación)
Capítulo 29: Pregunta de los discípulos: Sobre el tiempo de dormir de ellos; y cuál debe ser la disposición del lugar y en qué orden dormirán. El Señor responde por el maestro:
1En tiempo de verano, después de decir sexta, (hayan) ayunado o después de la comida, todos descansarán, para que al ser las noches más cortas, los hermanos se levanten para la obra divina sobrios de sueño y ligeros para la oración.
2En una sola sala[1], como en un comedor, se ordenarán los lechos en un orden circular. 3El abad tendrá su lecho en medio de este círculo, 4para que observando el silencio y la reverencia de todos a su alrededor, atienda a todo el rebaño de sus ovejas, reunido dentro de un solo redil, como un pastor diligente y solícito. 5En esta sala haya colgada una lámpara[2], que preparada por el celerario, será encendida cada día por los semaneros al atardecer, antes de completas, para que todos vean cómo han de acostarse. 6Después de haberse acostado todos, será apagada por los antes mencionados, si es que se sufriera escasez de aceite en el monasterio.
Capítulo 30: Pregunta de los discípulos: Después de completas, nadie debe hablar. El Señor responde por el maestro:
1Por la tarde, después de haber bebido las bebidas calientes[3], cuando los semaneros hayan descalzado a todos, 2el abad dirá a todos los hermanos: “Vamos[4], hermanos, que cada cosa se guarde en su sitio y todo se vuelva a poner en (su) sitio. 3Semaneros, laven los pies a los hermanos”. 4Cuando los semaneros hayan acabado de lavar los pies de todos, 5o bien cuando se los laven a los visitantes forasteros, 6ambos dirán conjuntamente este versículo, al cual todos responderán: “Tú mandaste, Señor, que tus mandamientos se observen exactamente, 7ojalá se enderecen mis caminos para que yo guarde tus preceptos” (Sal 118 [119],4; cf. Jn 13,14 y 34).
8Entonces el abad dirá: “Vamos, hermanos, ubíquense[5] de tal manera que habiendo acabado todo, no haya una ocasión que nos obligue a hablar. 9Porque ya es hora de que nos encomendemos al Señor, 10y acabados todos los oficios del día, al venir la noche, cerremos al mismo tiempo nuestra boca para el descanso del silencio y nuestros ojos para el sueño. 11Por tanto, se han de acabar todas estas cosas, cuando todavía hay permiso para hablar y para mandar algo; 12se celebrarán (después) completas, y último término dirán esté versículo: “Pon, Señor, una guardia a mi boca y una puerta con cerrojo a mis labios” (Sal 140 [141],3). 13En seguida se ingresará en el silencio, y se colocarán en sus lechos será, y será tal el silencio que se hará hasta los nocturnos, que se creerá que no hay ningún hermano[6].
14Si hemos de callar después de completas es para que con razón podamos decir al Señor al comenzar los nocturnos: “Señor, abre mis labios y mi boca anunciará tu alabanza” (Sal 50 [51],17). 15Esto es, pedimos al Señor que abra en los nocturnos nuestros labios, que su guardia había cerrado en completas. 16Por tanto, ves que si algo se abre, debes reconocer que antes estaba cerrado.
17Pero si por cualquier circunstancia durante el silencio, alguna necesidad urgente[7] obligara a un hermano a hablar, y un hermano quisiere hablar a otro hermano, 18entonces si hubiera luz de lámpara o de candela, le hará una señal con la mano o la cabeza o un signo con los ojos, 19pero si no hubiera luz, el hermano irá hacia el hermano del que tiene necesidad, (y) le hablará en voz baja y al oído, de modo que un tercero no lo oiga. 20Del mismo modo si un hermano se viese obligado a decir alguna cosa después del sueño y antes de los nocturnos, 21primero deberá decir para sí en voz baja el versículo acostumbrado del nocturno, esto es: “Señor, abre mis labios y mi boca anunciará tu alabanza” (Sal 50 [51],17), 22y después hablará lo que sea necesario.
23Pero después de completas, no concedemos ningún permiso a los hermanos para comer algo o para beber, ni siquiera agua.
24Si, después de terminadas las completas, llegaren forasteros al monasterio, los hermanos de la casa le servirán una colación en silencio, 25y se les contestará en voz baja a causa de lo establecido por la regla. 26Se les lavarán los pies y después concluyendo para sí en voz baja, se les enviará a dormir a las camas de los huéspedes. 27En seguida los porteros cerrarán las puertas, se acostarán también en sus camas (y) se esforzarán por dormir durante las horas del silencio nocturno.
28Si se sorprendiera a un hermano comiendo algo o bebiendo agua después de completas, recibirá esta pena de excomunión: 29acusado al día siguiente, en ayuno continuo (no) comerá hasta el tercer día, por haberse permitido una cosa prohibida. 30Esta pena de excomunión permanecerá en vigor hasta que haya pedido perdón al abad, si está presente, o a los prepósitos mediante una humilde satisfacción con promesa de corregirse.
Capítulo 31: Pregunta de los discípulos: Sobre los semaneros del oficio divino en las noches. El Señor responde por el maestro:
1Para despertar al oficio divino durante la noche, los prepósitos de la misma decanía, cuyos hermanos realizan el trabajo semanal de cocina, ejercerán la tarea de despertarlos, 2y durante el tiempo que sus diez hermanos, de dos en dos o, si la comunidad fuere numerosa, de tres en tres, cumplieren por turno su semana de servicio en la cocina. 3Pero cuando llegare el turno a los mismos prepósitos de hacer la cocina, puesto que la fatiga del servicio de la cocina podría gravar con el sueño sus miembros cansados, 4dos (hermanos), especialmente solícitos elegidos por ellos de su decanía, se encargarán de despertar a los hermanos durante su semana. 5Igualmente cuando los hermanos de otra decanía comenzaren su servicio de cocina, también sus prepósitos se encargarán de asegurar el despertar a toda la grey por su vigilancia. 6Y del mismo modo, cuando estuvieren en la cocina durante su semana, serán ayudados por sus hermanos particularmente solícitos.
7Ahora bien, los que tienen a su cuidado el despertar durante la semana, tengan cuidado de consultar, día y noche, el reloj; 8recordarán a todos, al abad y a los hermanos, la hora de salmodiar, no sea que, por la ocupación del trabajo, se les olvide y se les pase la hora establecida, 9y les anunciarán que ya ha llegado la hora de salmodiar.
10Por eso se ha encargado a dos el que despierten (a los demás), para que vigilen por turnos, 11y si uno a consecuencia de la fragilidad de la carne, fuere vencido por el sueño, el otro que quizás (esté) vigilando, a la hora establecida, despertará al compañero, negligente en (su) oficio. 12Porque es grande la recompensa ante el Señor (cf. Gn 15,1; Sb 5,16) de los que despiertan para el oficio divino. La regla para honrarles los llama “gallos centinelas”.
[1] Atrio.
[2] Cicindelus.
[3] “Bebido las bebidas calientes”: perbiberint caldos.
[4] Eia.
[5] Movete.
[6] Cf. Casiano, Instituciones 2,10,1.
[7] Aliqua necessitas utilitatis.