Congregación Benedictina de la Santa Cruz del Cono Sur
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Los Toldos, 2 de julio de 2013
A Su Santidad
ROMA
Querido Santo Padre Francisco:
Esta carta se la dirijo como Abad Presidente de la Congregación Benedictina de la Santa Cruz del Cono Sur, XXI de la Confederación Benedictina. Por eso sabrá disculparme el tono un poco impersonal con que le escribo, que me hubiera gustado expresara toda la alegría que siento al tenerlo a usted al frente de nuestras Iglesias. Es para apoyar el pedido de nuestros monasterios en la postulación al Doctorado de la Iglesia de santa Gertrudis de Helfta, una figura señera de nuestra tradición benedictina.
Desde que se conoció en nuestro país esta propuesta, nacida en 2011 en el ámbito de ambas órdenes cistercienses, encontró una entusiasta acogida en nuestros monasterios, sobre todo entre las monjas, y han surgido iniciativas de difusión y colaboración entre benedictinos y trapenses signo de la fraternidad que siempre hubo entre nuestras comunidades del cono sur.
Me baso para ello más que en mis conocimientos que son pocos en el tema, en los de mis hermanos y sobre todo hermanas. La figura de santa Gertrudis fue introducida en Buenos Aires por los monjes de la Abadía de San Benito, que publicaron sus obras y la difundieron en el marco de su apostolado litúrgico, especialmente entre los oblatos seglares. De aquella labor apostólica surgieron, entre otros frutos, la Abadía de Santa Escolástica y el Instituto de las Benedictinas de la Epifanía, que, desde su origen, cultivaron una profunda devoción a santa Gertrudis y la irradiaron según su índole propia. De allí, que hoy santa Gertrudis sea especialmente venerada en todos los monasterios femeninos de nuestra Congregación, la mayoría de los cuáles provienen del tronco fundacional de Santa Escolástica. Probablemente todo esto, de alguna manera ya lo conoce usted por propia experiencia.
La obra de Gertrudis evidencia una teología profundamente trinitaria y cristológica, plenamente ortodoxa, expresada en un lenguaje vivo y atrayente, y al mismo tiempo encarnada en la vida concreta, según la característica propia de la tradición monástica. Su experiencia espiritual tiene lugar en el marco litúrgico, con ocasión de las fiestas, tanto en la Eucaristía como en el oficio divino, y está marcada por el espíritu eclesial y de alabanza. A través de su experiencia espiritual, ella integra la reflexión teológica, la espiritualidad bíblica y patrística, la celebración litúrgica y la dimensión comunitaria. Su doctrina testimonia la cercanía de Dios que se ha hecho hombre y encuentra su delicia en estar con los hijos de los hombres. Con profundo sentido eclesial Gertrudis toma conciencia de su misión para toda la Iglesia: ser apóstol de la divina pietas, de la ternura de Dios con la humanidad y con cada uno de nosotros. Es considerada la iniciadora de la devoción al Sagrado Corazón: “In corde Gertrudis invenietis me”, dice el Señor en el Legatus divinae pietatis; esta expresión se reproduce abundantemente en su iconografía, sobre todo en la del período Barroco, y es recogida por una de las antífonas de las vísperas de su fiesta, por lo que se ha vuelto clásica para identificar su figura.
El mensaje de santa Gertrudis resuma optimismo y esperanza, fundados tanto en la certeza de que el ser humano es capax Dei, como en la confianza absoluta en la eficacia de la redención, conceptos ambos enraizados en la tradición patrística. Estos aspectos se expresan con originalidad en su noción de la suppletio: sin negar la necesidad del esfuerzo ascético, Gertrudis tiene una profunda conciencia de la primacía de la gracia divina y de la gratuidad de la salvación alcanzada por Cristo.
Todos estos aspectos que me han señalado, me parecen muy válidos para los tiempos en que vivimos nuestra espiritualidad monástica en estas tierras del sur. Parafraseando la temática de sus homilías en las Misas de Santa Marta, diría que es necesario acercar a nuestros contemporáneos el mensaje de la Vida, mostrando el encuentro con el Señor como algo accesible y haciendo hincapié en la misericordia y la confianza, para llevar esperanza y consuelo a tantos corazones agobiados, inmersos en un mundo en el que Dios parece lejano y ausente.
A la vez, el carácter profundamente eclesial de su doctrina parece muy oportuno para presentar el encuentro personal con Cristo como un don que nos llega a través de las mediaciones eclesiales, y para profundizar en el aspecto mistagógico de la comunidad cristiana, es decir en su capacidad de promover y acompañar este encuentro, que nunca se queda en la individualidad, sino que siempre tiene una proyección eclesial.
Por todo lo expuesto, pienso que el doctorado de santa Gertrudis tiene amplio interés y actualidad pastoral, no solo para la vida consagrada y monástica -en la que ella resplandece como modelo de integración de todo su ser humano y femenino en la pertenencia esponsal a Cristo al servicio de la vocación divina-, sino también para el marco más amplio de la tarea evangelizadora, ante los desafíos que le presenta el mundo contemporáneo.
Expresándole nuestra profunda comunión con su persona y ministerio, así como nuestro continuo recuerdo en la oración, a la vez que le solicito humildemente su bendición apostólica para todas nuestras comunidades benedictinas del Cono Sur, lo saludo con filial afecto y devoción,
Mamerto Menapace
Abad Presidente