Inicio » Content » CARTA POSTULATORIA DE LA PRIORA DEL MONASTERIO DE MONJAS DOMINICAS DE PARAY-LE-MONIAL (FRANCIA)

 

En vistas a la solicitud de doctorado para santa Gertrudis de Helfta

 

Monasterio de las Dominicas

40, Avenue de Charolles

71600 Paray-le-Monial

TE. 03 85 81 09 09

Fax 03 85 88 82 92

a:

Postulación

Monasterio Traspense

01030 Vitorchiano (Vt)

Italia

(que reúne la correspondencia y la transmitirá)

 

Beatísimo Padre

 

“Santa Gertrudis de Helfta es una de la místicas más célebres, la única mujer de Alemania que recibió el epíteto de ‘Grande’, por su estatura cultural y evangélica: a través de su vida y su pensamiento ha influido de manera singular en la espiritualidad cristiana” (Benedicto XVI, audiencia del 6 de octubre de 2010).

Yo me uno a esta solicitud del doctorado para santa Gertrudis de Helfta, que toca tanto el corazón de los monjes y monjas de la familia benedictina, pero también de los laicos, cada vez más numerosos, que participan de esta espiritualidad, donde encuentran, en la espiritualidad del Corazón de Cristo, un camino seguro para su vida de fe.

Podemos subrayar algunas razones de esta petición:

- Santa Gertrudis nos participa su encuentro decisivo con Cristo cuando ya llevaba muchos años de vida en el monasterio: es a los 26 años que se abre para ella un camino de interioridad: ella descubre el camino de su corazón y la presencia de Cristo en ella. Nada será ya como antes: el marco de su vida cotidiana no se tranforma, pero su relación personal con Cristo le permite vivir todo como lugar de unión con su Señor. ¿Esto no resume o no debería resumir la experiencia de todo cristiano? (Catequesis de Benedicto XVI del 8 de noviembre de 2006: “Esta habitación recíproca de Cristo y del cristiano, característica de Pablo, completa sus discursos sobre la fe. La fe, en efecto, si bien nos une íntimamente a Cristo, subraya la distinción entre nosotros y él. Pero, según Pablo, la vida del cristiano posee un componente que podríamos llamar “místico”, en la medida que comporta una identificación de nuestra persona con Cristo y de Cristo con nosotros”).

Y ella no se vive en un contexto más apacible que el nuestro: graves dificultades económicas para el monasterio, inseguridad ligada a las guerras incesantes entre señores locales, conflictos al interior mismo de la Iglesia, teniendo la comunidad incluso, durante un período, la dolorosa experiencia del “interdicto”.

- Santa Gertrudis hace la experiencia de la liturgia, de la Oración de las Horas, y sobre todo de la Eucaristía, como lugar privilegiado y seguro de la vida espiritual e incluso de una auténtica vida mística. Ella expresa la riqueza de la espiritualidad no solamente de su mundo monástico, sino también y sobre todo bíblico, litúrgico, patrístico y benedictino, con un sello totalmente personal y de manera muy comunicativa (Benedicto XVI – audiencia del 6 de octubre de 2010).

Este enraizamiento en la Palabra de Dios y en los misterios de la vida de Cristo celebrados a lo largo de todo el año en una oración común recibida de la Iglesia, aporta un equilibrio espiritual tanto a cada fiel como a la comunidad. Esto nos parece ser hoy de gran importancia, cuando un gran número de laicos redescubren la Liturgia de las Horas.

- Muchos cristianos, en nuestra época como en la de Gertrudis, sienten la necesidad de prácticas de devoción (novenas, repetición de oraciones, veneración de imágenes, de reliquias).

 

Estas prácticas les ayudarían tanto más a centrarse en Cristo que el fervor que las sostienen respondiera a esto que dice Gertrudis: “poner su devoción de acuerdo con la Liturgia de la Iglesia” (El Heraldo, Libro IV, c. XX). Esto vale en particular para la devoción al Corazón de Cristo, un muy buen camino de fe y de amor, del que santa Gertrudis es una testigo sólida, bien enraizada en la Palabra de Dios leída en la tradición medieval especialmente cristiana: al contemplar la llaga del costado, Gertrudis penetra hasta el corazón de Cristo y escucha sus latidos: “la dulce elocuencia de estas pulsaciones fue reservada a los tiempos actuales, a fin de que el mundo, envejecido y entumecido en su amor por Dios pudiera reencontrar su fervor”.

- La conciencia de su debilidad, que es inseparablemente conciencia de la gratuidad de los dones de Dios. Gertrudis habla de amor gratuito, de privilegio especial, de pura benevolencia, y de conciencia de sus faltas personales (descontento, movimientos impetuosos de carácter), pero también experimenta la enfermedad con muchas recaídas, que la privan frecuentemente de la participación de los ejercicios comunes.

Frente a todo esto, un único camino posible: la confianza y el recurso a la suplencia de Cristo, que le dice un día: “He aquí que yo ofrezco a los ojos de tu alma mi Corazón, instrumento infinitamente dulce de la adorable Trinidad, a fin de que tú le pidas con toda confianza, que complete por ti todo lo que tú no puedes completar. Es que también a lo largo de las páginas del heraldo, aparece una actitud esencial que abrirá un dia a una joven carmelita de Lisieux (que había leído ciertas páginas de Gertrudis), un camino que atrae a nuestros contemporáneos de manera extraordinaria: “el caminito”. Esta actitud suscita en Gertrudis la gratitud y la libertad de corazón.

- Los favores con que fue gratificada no la encierran en su relación íntima con Cristo. Muy al contrario, y en esto ella precede a Teresa de Lisieux, ella vive apoyada en la oración de la Virgen María, de los Ángeles, de los Santos, una apertura a las necesidades de todos, cercanos y alejados de la Iglesia, Iglesia militante y sufriente, e incluso hasta las almas aparentemente separadas en forma definitiva de Dios, que ella no deja de confiar a la infinita Misericordia…

“En verdad (dice Gertrudis) si a pesar de mi indignidad, yo puedo conducir a Ti todas estas almas en las que tú tendrías tus deleites, desde esta hora hasta el día del juicio yo recorrería con gusto a pie desnudo el mundo entero, tomando en mis brazos a todos aquellos que no te conocen y cuyo amor podría alegrarte y te los presentaría, oh dulzura de mi alma… Yo quisiera incluso, si fuera posible, dividir mi alma en tantas partes cuantos hombres vivientes existen, a fin de dar a cada uno la buena voluntad de servirte según el deseo supremo de tu divino Corazón”.

Por estas razones y otras más, nos sumamos convencidas de que la proclamación de santa Gertrudis de Helfta como doctora de la Iglesia podría estimular la vida espiritual de muchos cristianos y de muchas comunidades cristianas y enraizarlas en una doctrina sólida, en cuanto que es al mismo tiempo bíblica,  patrística, litúrgica y monástica.

 

Sor M. Gadane Bercher

Priora