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Santa Gertrudis - Abadía de Monserrat - España.

 

por Pierre DOYÈRE, OSB †[1]

El monasterio[2] al cuál, en 1261, a la edad de cinco años, fue confiada Gertrudis, había sido fundado por Bouchard, conde de Mansfeld, y su mujer, Elisabeth de Schwarzbourg. Las primeras monjas vinieron, en número de siete, del monasterio de “hermanas grises”  de Halberstadt y se instalaron en la Saint Pierre en 1229, junto al castillo de Mansfeld. En 1234 se trasladaron a Rodasford, cerca de Halberstadt; en 1258, la comunidad debió también dejar ese lugar en razón de sus incomodidades, sobre todo por la falta de agua, y vino a fijarse en Helfta, situada aproximadamente a una legua al sudeste de la pequeña villa de Eisleben. La instalación, presidida por el Obispo de Halberstadt tuvo lugar el domingo después de la Trinidad. Es en esta cañada apacible de Sajonia que santa Gertrudis vivió y murió.

Dom Paquelin ha descrito el encanto del lugar: por una pendiente suave, cubierta de campos fértiles, el valle desciende hasta las amenas riberas del lago de Seebourg. Las vertientes son de caudal débil pero regular. En el último siglo abundaban allí los árboles frutales, cerezos y ciruelos.

La segunda mitad del siglo XIII es, en la historia política de las provincias alemanas, un período sin brillo, lleno, sobre todo, de querellas entre pequeños señores feudales, celosos de sus derechos soberanos y reacios a todo esfuerzo serio de unificación: “una anarquía con forma monárquica, sería, tal vez, el nombre que convendría”, dice un historiador[3]. Pero, más allá de estas miserias -y tal vez, en parte a causa de ellas-, la vida espiritual se desarrolla con un extraordinario fervor.

A principios de siglo, la vida monástica había vuelto a tomar un nuevo impulso bajo el movimiento cisterciense. La fundación de 1229 pertenece indudablemente a este movimiento. De este hecho ¿Se debe concluir de este hecho, que el monasterio no pertenece a la Orden Benedictina? Es una cuestión mal planteada. No hay que hablar aquí de “Orden” Benedictina como opuesta a “Orden” cisterciense; los monasterios femeninos no han formado jamás –y menos aún los monasterios de hombres- una Orden Benedictina propiamente dicha. Las monjas venidas del castillo de Mansfeld son hijas de San Benito, que entienden ser “hermanas grises”, es decir, que adoptan la disciplina cisterciense, pero, a decir verdad, libremente: ellas no dependían de la jurisdicción de Císter, ni se beneficiaron de alguna excepción a las prescripciones del Capítulo General de 1228, que prohibió a Císter fundar nuevos monasterios femeninos o asumir su dirección. Helfta guarda así una suerte de autonomía, que está muy en el espíritu de particularismo al cuál se ha hecho alusión más arriba, a propósito de la situación política. Esta autonomía explica que el monasterio haya conservado, al lado de la observancia cisterciense, ciertos usos propios, y que, más tarde en el siglo XV, cuando la influencia cisterciense haya cedido, haya también renunciado fácilmente a su carácter de “hermanas grises”, para no llamarse más que de San Benito. Pero no es menos cierto que, en el tiempo de santa Gertrudis, la disciplina y la espiritualidad son, en Helfta, de inspiración cisterciense. Sin embargo, ciertas reflexiones de santa Gertrudis, muestran que, si bien san Bernardo es el maestro de ciertas almas más orientadas hacia la vida mística, no todas las monjas lo acogían con el mismo entusiasmo (L III, 50)[4].

En lo esencial, es decir, en el don de sí a la oración, a la búsqueda de Dios y a la vida común, los claustros del siglo XIII presentaban ciertamente una fisonomía muy semejante a la que nosotros conocemos en el siglo XX; porque las almas más fervientes de uno y otro tiempo, concuerdan en un mismo ideal. Pero es necesario tener en cuenta, para imaginar las condiciones de vida en Helfta, las diferencias de costumbres y cultura. Se ve, por ejemplo, que los usos de la vida feudal proveen muchos rasgos a las alegorías espirituales: el derecho señorial, el vasallaje, los servicios de corte, los vestidos nobles de vivos colores, los adornos y joyas brillantes, las fiestas, la caza, la heráldica, las troverías. La edad de oro del Minnesang ha pasado, pero las huellas de la influencia del amor cortés sobre el lirismo y el estilo de los autores espirituales permanecen visibles en el Heraldo, y tal vez más aún en el Libro de la gracia especial.

La historia exterior del monasterio no puede ser rastreada con precisión. Como se ha dicho más arriba, son tiempos agitados; las querellas entre señores vecinos daban lugar a toda suerte de vejaciones, en las que el monasterio tiene su parte. Está expuesto muchas veces al pasaje de las tropas, sufre un pillaje en 1284 por los soldados de Gerard de Mansfeld, y –hacia 1295-, sede episcopali vacante, los canónigos, abusando por cuestiones de interés, de su poder espiritual, lanzan un intespestivo interdicto. Los asuntos temporales de la casa son administrados por agentes laicos al servicio del monasterio, y esto parece, haberles dado, en ciertas épocas, grandes preocupaciones (L III, 68). Gertrudis hace alusión  (L III, 64) a un proyecto de fundación por las monjas de Helfta, pero nada permite precisar si este ha tenido lugar; el incidente parece situarse en una época en que Gertrudis es ya una enferma, verosímilmente entre 1290 y 1300.

Los estudios y el trabajo intelectual son un honor en Helfta. Las mejor cualificadas de entre las monjas se emplean en los trabajos de copia o de iluminación, tanto para el uso del monasterio como para la venta. Gertrudis trabaja en este taller; es una intelectual entregada al estudio. Compone pequeños tratados de piedad. Pero también, como las otras monjas, hace la costura, hila en la rueca, y ocasionalmente, con todo la comunidad, participa en los trabajos de los campos y del jardín.

La oración litúrgica del Oficio es la primera función de las monjas. Se presta un cuidado atento al canto, al ceremonial: durante el Oficio, la maestra de ceremonias circula, según la necesidad, en el coro, para prevenir o señalar negligencias. A ello se agregan las oraciones supererogatorias conventuales o privadas: salterio por los difuntos, por ejemplo, o en ocasión de circunstancias excepcionales, sufragios por los parientes. Más adelante explicaremos el rol de lo que nosotros llamamos hoy día la oración mental, en la vida de oración de una monja medieval. Esta vida comporta también los ejercicios de devoción privada, cuya forma a veces nos sorprende, tales como las largas repeticiones de una misma fórmula, de un mismo gesto de piedad. Existe la costumbre de orar con los brazos en cruz. La lectura del Heraldo nos hace conocer ciertas fechas litúrgicas, como el aniversario de la dedicación de la Iglesia, en la fiesta de san Lorenzo (L III, 17). Hay dos misas por día; la comunión es general el Viernes Santo. Incidentalmente se indican algunos rasgos del ceremonial: la estación en el claustro antes de la comida, el capítulo de culpas, al comunión a las enfermas; pero también, ciertas imperfecciones de la vida común, como pequeños choques entre vecinas de coro, las dificultades de la enfermera, los errores de diagnóstico, las pequeñas astucias de las enfermas, y si bien -de acuerdo con la Regla- las visitas a estas son un honor, se desliza a veces un poco de abuso (L V, 23). Las moribundas son objeto de atenciones particulares: se interrumpe el Oficio para asistir a la agonizante en su último suspiro (L V, 4). Inmediatamente después de la muerte de la abadesa, Gertrudis, segunda cantora, entona el responsorio Surge Virgo; existe también la costumbre de cantar el Regnum Mundi, en los funerales.

En los monasterios nobles del período feudal, la elección abacial ponía en juego y frecuentemente en conflicto, muchos intereses señoriales y políticos. La vida de santa Gertrudis se desarrolla en gran parte bajo el gobierno de Gertrudis de Hackeborn, segunda abadesa, en el cargo desde 1251 y fallecida en 1291. Era una mujer de gran valor, por quien sus hijas tenían una gran estima y afectuosa veneración. La santa la sobrevivió diez años; ella conoció el gobierno de otra abadesa, Sofía de Mansfield, quien, enferma, se retira en 1298. Santa Gertrudis murió durante el interregno siguiente, que dura cinco años.

En 1342, Alberto de Brunswick invade el condado de Mansfeld y somete todo el territorio a sangre y fuego. El monasterio fue destruido. La comunidad se reinstala en Eiselben en 1346, bajo el nombre de Novum Helfta. En 1525, el monasterio fue, a su turno, saqueado por los luteranos y la comunidad se extingue definitivamente en 1546. A través de tantas vicisitudes, ella había vivido, entonces, un poco más de tres siglos[5].

 

 


[1] Dom Pierre Doyère, OSB, monje de San Pablo de Wisques, fue el impulsor de la revisión y fijación del texto latino de las obras completas de santa Gertrudis y su principal traductor al francés. Murió el 18 de marzo de 1966, durante la preparación de la edición crítica de los libros I a III del Legatus Divinae Pietatis; dos discípulos suyos continuaron la tarea y la obra fue publicada en 1968 por Sources Chrétiennes (Gertrude D’Helfta, Œuvres Spirituelles II, L’Héraut (Livres I-II) SCh N° 139 y Œuvres Spirituelles III, L’Héraut (Livre III,) SCh N° 143 – Paris, Les Éditions du Cerf, 1968). La fijación del texto de los libros IV y V del Legatus es obra de Jean-Marie Clément, monje benedictino de Steenbrugge, y la traducción al francés, de las monjas de Wisques. La aparición de la edición crítica del Legatus supuso un punto de inflexión decisivo en los estudios gertrudianos; magna empresa, cuyo mérito debe reconocerse a Dom Pierre Doyère: las líneas marcadas en su estudio introductorio (que aquí publicamos por secciones y traducido al español), han orientado los estudios gertrudianos de los últimos cuarenta años y aún no han sido superadas.

[2] A partir de esta entrega comenzamos la publicación de la Introducción de Pierre Doyère, a la edición crítica latín-francés de las obras de santa Gertrudis. Cfr. «Introduction» a Gertrude D’Helfta, Œuvres Spirituelles II, L’Héraut (Livres I-II,) Sources Chrétiennes N° 139 – Paris, Les Éditions du Cerf, 1968, pp. 9-91. Tradujo la Hna. Ana Laura Forastieri, ocso, del Monasterio de la Madre de Cristo, Hinojo, Argentina.

[3] Pierre Gaxotte, Historie de l’Alemagne, Paris 1963, cap. VIII p. 269.

[4] L designa el Legatus divinae pietatis (el Heraldo de la misericordia divina), en número romano se indica el libro y en número arábigo, el capítulo, según la numeración de la edición crítica de Sources Chrétiennes (cfr. nota 2).

[5] El monasterio de Helfta fue refundado en 1999 por monjas de la Orden Cisterciense en el emplazamiento originario. Cfr. en esta misma página: Mauro Matthei, OSB, “Helfta, de su historia antigua y restauración reciente” (http://www.surco.org/content/helfta-su-historia-antigua-restauracion-rec...).