Y no amaron tanto su vida
que temieran la muerte
(Ap 12,11)
Al espíritu contemplativo Cristo se revela comoa las mujeres de Jerusalén, que subieron a contemplarel misterioso espectáculo del Calvario. Y así, formada en esa escuela, la mirada del monje se acostumbra acontemplar a Cristo incluso en lo más recóndito de la creación y en la historia de los hombres, también ella comprendida en su progresivo conformarse al Cristo total (Juan Pablo II, “Orientale lumen” nº 12; 1995).
El tema que unifica los tres artículos reunidos en este número de Cuadernos Monásticos es el del conocimiento de la realidad en todas sus dimensiones, como fruto de un camino de conversión y de crecimiento espiritual que purifique la mirada y permita así ir más allá de la apariencia superficial, para adentrarse en el Misterio. Se trata de un conocimiento experiencial, que la Orientale lumen describe así: El cristiano, y el monje en particular, más que buscar verdades abstractas, sabe que sólo su Señor es verdad y vida, pero sabe también que él es el camino (cf. Jn,14,6) para alcanzar ambas. Conocimiento y participación son, por tanto, una sola realidad: de la persona al Dios trino a través de la encarnación del Verbo de Dios (O.L. 15).
En el primer artículo reproducimos una Conferencia del P. Abad Fernando Rivas, osb, –dirigida al Capítulo General de la Congregación Benedictina de la Santa Cruz del Cono Sur– sobre la Teología Monástica: ese modo de vida que permite acceder al Misterio de Cristo. La descripción de los elementos de este verdadero camino teológico que es la vida monástica seriamente vivida, lleva a señalar como consecuencia las materias aconsejables para la Ratio Studiorum de los monasterios; materias cuyo estudio ayudaría a tomar conciencia de la potencialidad educativa contenida en la totalidad de la experiencia del monje: la Liturgia, el trabajo, la Lectio, la vida en comunidad, el servicio al huésped.
André Louf, ocso, nos presenta en el siguiente artículo, a partir de la Escritura, un camino de crecimiento en el conocimiento de la realidad, que parte del asombro ante la belleza de la creación y lleva a quienes miran con un corazón purificado a ver más allá de lo exterior, adentrándose en un conocimiento interior que desemboca en la alabanza y la acción de gracias, no sólo por todo lo creado, sino también por la Historia de la Salvación, que avanza hacia el “cielo nuevo” y la “tierra nueva” vislumbrados en la escatología.
El Patriarca Bartolomé señala la importancia del silencio para llegar, por la transfiguración del corazón, a la visión del Reino de Dios que está en medio de nosotros. Se trata de un largo proceso de sanación, no sólo del corazón, sino también de la comunidad y de la tierra entera, como lugar en el que la transfiguración es realizada. De ahí la responsabilidad de la Iglesia en el compromiso de salvaguardar el medio ambiente natural, así como también de rezar por su saneamiento y enseñar la renuncia que lleva a compartir los recursos naturales.
Incluimos en este número dos crónicas: una sobre la 16º Asamblea General de SURCO (Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur), y en especial sobre el tema de Aparecida, que se fue tratando en varias sesiones de esa Asamblea, realizada en la Abadía Nuestra Señora de la Esperanza del 18 al 21 de septiembre de 2007; la otra sobre la Reunión del Consejo de Cuadernos Monásticos realizada en el Monasterio de la Asunción de Santa María de Rengo (Chile), del 25 al 27 de septiembre de 2007.
En la sección “Fuentes”, continuando con la publicación de las Enarraciones de san Agustín sobre los Salmos Graduales, presentamos los Salmos 132, 133 y 134, precedidos por una Introducción del P. Fernando Rivas, osb, quien señala cómo Agustín interpreta estos salmos en relación con la vida comunitaria, con la Iglesia –Cuerpo de Cristo Resucitado– y con la Eucaristía, fruto de la cual es la caridad, alma de la vida en común.
Tapa: Virgen de la leche. Frontal del altar llamado de "Betesa". Segunda mitad del siglo XIII. Pintura al temple, madera y relieves de estuco con corladura. Procedente de la iglesia de Santa María de Rigatell (Huesca, España).
La teología es ante todo un modo de vida. Y el monasterio es una escuela de teología en la cual se accede al Misterio de Cristo por el camino de todas las mediaciones sacramentales que prolongan el Misterio de su Encarnación en el taller del monasterio: domus Dei (Ecclesia), trabajo, vida comunitaria, separación del mundo, liturgia, lectio divina, silencio, oración.
Ese es precisamente el mundo verdadero, el de la naturaleza según Dios, que descubren, como si lo crearan, los ojos purificados del corazón. Ese hombre realiza al mismo tiempo, según Máximo el Confesor, la tarea que Dios le había confiado al crearlo, es decir, realiza la unificación en sí mismo de la creación material y de la creación espiritual, puesto que a través de todo lo que es materia, percibe la intención profunda del Creador, y, gracias a ese conocimiento, une el mundo entero a Dios.
…Es a través del silencio como se llega a la transfiguración. “Cuando encuentres el silencio en tu corazón, descubrirás a Dios en todo el mundo”. En otros términos, la transfiguración comienza por la toma de conciencia de que Dios está en el centro de toda vida. Rendíos, reconoced que yo soy Dios (Sal 45 [46],11). Gracias al silencio, tomamos conciencia de que la gracia de Dios está mucho más cerca y puede contribuir a definirnos mucho mejor que como lo hacemos. La transfiguración del corazón es la profunda toma de conciencia de que el Reino de Dios está entre nosotros (Lc 17,21).
En el lenguaje de Aparecida, podemos decir que éste fue un verdadero lugar de encuentro con Cristo, facilitado por nuestra Madre, la Iglesia, a los 33 asistentes –entre monjas y monjes superiores y delegados de las comunidades del Cono Sur–, quienes coincidieron en afirmar que la lectura del documento conclusivo de Aparecida, y su progresiva iluminación a lo largo de las sesiones de la Asamblea dedicadas a este tema, fue para ellos un paso del mismo Espíritu que conmovió a la Iglesia reunida en Aparecida y que se va abriendo paso en las conciencias de los llamados a ser discípulos misioneros de la vida en Cristo en nuestro continente americano.
La tarea que encaramos fue intensa y abarcó distintos aspectos de la preparación de nuestra revista para el próximo año 2008: selección de las tapas a utilizar, diagramación, uso de viñetas, selección de contenidos entre los artículos disponibles, búsqueda de nuevas colaboraciones, temas para ahondar y tener en cuenta, material para la sección Fuentes, recensiones, nuevas suscripciones.
“Monos” significa uno solo. Los que viven tan unidos que constituyen un solo hombre, de modo que en ellos se cumple lo que está escrito, son una sola alma y un solo corazón; son muchos cuerpos, pero no muchas almas; son muchos cuerpos, pero no muchos corazones; con razón, pues, se los llama monos, es decir, uno solo. Por eso, se dice también que sólo uno se curaba en la piscina.