JUAN CASIANO: “CONFERENCIAS” (Conferencia VIII, capítulos 18-21)

18. Sobre la diversidad de maldades que se encuentran en los espíritus adversos, como se prueba en el caso de dos filósofos

El episodio que presenta abba Sereno resuena en algunos pasajes de la Vita Antonii. El santo abba tuvo tres encuentros con filósofos paganos/griegos. Los dos primeros son bastante breves, un capítulo cada uno (caps. 72 y 73). En cambio, el tercero es llamativamente extenso: capítulos 74-80.

«En una ocasión fueron a él dos filósofos paganos creyendo poder poner a prueba a Antonio[1]. Él estaba en la montaña exterior.

Entendiendo por sus rostros quiénes eran esos hombres, salió a su encuentro y les dijo por medio de un intérprete: “Filósofos, ¿por qué se fatigan viniendo a un hombre necio?”.

Ellos respondieron que no era necio, sino muy sabio. Les dijo: “Si vienen junto a un necio, es vana la fatiga de ustedes; pero si piensan que soy sabio, háganse como yo[2]. Porque es necesario imitar lo bueno[3].

De nuevo, otros semejantes a éstos fueron a verlo en la montaña exterior, y pensaron burlarse de él porque no había aprendido las letras. Pero Antonio les dijo:

“¿Qué dicen? ¿Qué es anterior, la mente o las letras? ¿O, quién (es) causa del otro, la mente de las letras o las letras de la mente?”.

Ellos dijeron que la mente es anterior a las letras, y ella las ha inventado. Antonio dijo: “El que tiene la mente sana, no necesita las letras”. Esta respuesta dejó estupefactos a los presentes y a éstos. Se marcharon entonces admirados de tan gran inteligencia en un hombre iletrado[4].

Porque no tenía los modales toscos de un hombre que se ha criado en la montaña y que ha envejecido en ella, sino que era amable y sociable, y su palabra estaba sazonada con sal divina[5], de manera que nadie le tenía envidia, sino que todos los que lo visitaban se alegraban por él.

Si yo hubiera ido hacia ustedes, los habría imitado. Pero ya que han venido a mí, háganse como yo[6]: puesto que yo soy cristiano”. Y se marcharon admirados, pues veían que incluso los demonios temían a Antonio»[7].

Al final de su tercer encuentro con los filósofos san Antonio, poniendo ante ellos algunos enfermos, que padecían por causa de los demonios y que habían ido a pedirle la curación, dijo:

«“Invoquen a sus ídolos con sus silogismos, o con el arte o la magia que quieran, y purifíquenlos; y si no pueden, dejen de luchar contra nosotros y verán el poder de la cruz de Cristo”. Y tras estas palabras, invocó a Cristo, hizo la señal de la cruz dos o tres veces sobre los enfermos, y al instante esos hombres se pusieron de pie sanos, de nuevo en su sano juicio y dando gracias al Señor. Los pretendidos filósofos quedaron admirados y verdaderamente impresionados ante la inteligencia del hombre y ante el prodigio que había sucedido»[8].

La señal de la cruz en la Vita Antonii es un memorial del misterio pascual (§ 13.5), que protege al cristiano (§ 23.4), que hace desaparecer las falsas visiones y llena de temor a los demonios (§ 35.2-3); pone en ridículo a la magia y a otras supersticiones (§ 78.5); sana a los enfermos (§ 80.4). Por eso, Antonio recurre en muchas ocasiones a su poder y recomienda su uso (§ 35.2).

 

Los demonios enfrentan a san Antonio

18.1. Sobre la diferencia entre los demonios, también aprendimos mucho de aquellos dos filósofos que en un tiempo pudieron experimentar, a través de las artes mágicas, la inercia, la fuerza y la feroz maldad de aquellos. Éstos, en efecto, despreciando al bienaventurado Antonio como inexperto y considerándolo un hombre ignorante, y queriéndolo hacer huir de su celda por medio de ilusiones mágicas y engaños diabólicos, como no pudieron dañarlo de ningún otro modo, le mandaron algunos espíritus muy pérfidos. Éstos fueron guiados en su ataque por la mordedura de la envidia, pues grandes masas de personas se reunían junto a Antonio cada día cómo se hace con los amigos de Dios.

 

Ninguna de las insidias de los demonios pudo vencer a abba Antonio

18.2. Pero cuando éste, una vez que se hizo el signo de la cruz sobre el pecho[9], sobre la frente y se entregó humildemente a una profunda oración, entonces estos mismos demonios feroces no osaron acercarse más a él y volvieron a aquellos que los habían mandado, sin haber obtenido ningún resultado. Entonces enviaron contra otros aún más malvados. Pero también realizaron en vano sus propios esfuerzos, volviendo con las manos vacías. Otros, todavía más poderosos, fueron enviados contra el soldado de Cristo, pero no consiguieron prevalecer de ninguna forma, realizaron tales y tantas insidias con artes mágicas, que demostraron de forma patente el gran valor que tiene la profesión cristiana. Estas sombras tan crueles y poderosas que creían poder oscurecer el sol y la luna si hubieran sido dirigidas contra él, no solo no lo hubieran dañado mínimamente, sino que tampoco hubieran sido capaces de hacerlo salir de su monasterio ni por un momento.

 

19. Sobre que en nada prevalecen los demonios contra los seres humanos, si primero no toman posesión de sus mentes

 

La violencia de los ataques de los demonios

19.1. Fue entonces que, admirado por todo esto, los filósofos fueron de inmediato a ver a abba Antonio, y mostraron la grandeza de sus asaltos, junto con las razones y las estratagemas de su envidia oculta, pidiendo inmediatamente ser cristianos. Pero cuando aquellos le hicieron preguntas sobre el día del ataque, él declaró haber padecido entonces unas muy amargas agitaciones en sus pensamientos.

 

En ocasiones los demonios se someten a los seres humanos

19.2 Por medio de esta experiencia, el bienaventurado Antonio probó y demostró cuánto hemos sostenido en la conversación de ayer: de ninguna manera los demonios pueden entrar en la mente y en el cuerpo de alguien, ni tienen ninguna habilidad para forzar al alma de alguien si primero no la privan de todos sus santos pensamientos y de la contemplación espiritual, dejándola de esta manera vacía y despojada de todo. Sin embargo, hay que tener presente que de dos modos los espíritus inmundos obedecen a los seres humanos: o cuando son sometidos por la santidad de los fieles por medio de la gracia y de poder divino; o cuando, seducidos por los sacrificios y por ciertos cantos de los impíos, los adulan como hacen los servidores.

19.3. Los fariseos, que fueron también ellos engañados por esta opinión, pensaban que el Señor, el Salvador, les ordenaba a los demonios de esta forma cuando decían: “Éste expulsa a los demonios en el nombre de Beelzebul, el príncipe de los demonios” (Lc 11,15); o bien según aquella costumbre que ellos sabían era propia de sus magos y brujos, los cuales, por medio de la invocación de su nombre y haciendo sacrificios, lo deleitaban y le procuraban placer, y como pertenecientes a su casa ejercían asimismo el poder sobre los demonios a él sometidos».

 

Capítulo 20. Una pregunta a propósito de los ángeles apóstatas de quienes en el Génesis se dice que tuvieron relaciones con las hijas de los hombres

 

Germán: «Desde el momento en que hace poco la lectura del libro del Génesis nos ha conducido al centro de la economía terrena de Dios, lo cual nos ha amonestado con justicia, al punto que ahora podemos perseguir con propiedad lo que siempre hemos querido aprender, deseamos también conocer que se debe pensar a propósito de aquellos ángeles apóstatas de los cuales se dice que tuvieron relaciones con los hijas de los hombres (cf. Gn 6,2); ¿acaso esto puede ser propio de una naturaleza espiritual entendida en sentido literal? Del mismo modo, a propósito del testimonio evangélico sobre el diablo, sobre el que has dicho poco antes: “Porque es mentiroso como su padre” (Jn 8,44), deseamos conocer quién es su padre».

 

Capítulo 21. La solución a la pregunta propuesta

 

Comienza la respuesta a la primera pregunta

21.1. Sereno: «Han presentado dos preguntas, ambas importantes, a las cuales contestaré, en cuanto me sea posible, según el orden con que las han propuesto.

21.1a. De ningún modo se debe creer que las naturalezas espirituales puedan tener relaciones carnales con las mujeres. Pero incluso cuando esto pudiera suceder según el sentido literal, ¿por qué no sucedería ni siquiera ocasionalmente? ¿Y por qué no vemos ningún nacimiento de mujer sin el semen y la unión sexual con un hombre, sino concebido de la misma manera que un demonio? Desde el momento que resulta claramente evidente que los demonios se deleitan con el sórdido placer sexual, sin embargo, prefieren realizarlo directamente y no por medio de los seres humanos, si es que esto fuera posible. Como dice también el Eclesiastés: “¿Qué fue lo que sucedió? Lo mismo sucederá. ¿Qué fue lo que se hizo? Eso mismo se hará. Y no hay nada nuevo bajo el sol de lo que se pueda hablar y decir: ‘He aquí que esto es nuevo’, aun eso era ya era en los siglos que nos precedieron” (Qo 1,9-10 LXX).

 

Las descendencias separadas de Abel y Caín

21.2. Esta es la respuesta a la pregunta que propusieron: después de la muerte del justo Abel, Dios no quiso que el género humano tuviera su origen de un fratricida e impío; en lugar del hermano extinto, nació Seth[10] que le sucedió no solo en la descendencia, sino también en la justicia y la piedad. Cuya progenie[11], siguiendo la rectitud del padre, se guardaron de toda sociedad y relación con aquella línea del sacrílego Caín, prueba manifiesta de ello es la diversidad en la genealogía que declara: “Adán engendró a Seth, Seth engendró a Enos, Enos a Cainam, Cainam engendró a Maleleel, Maleleel engendró a Iaret, Iaret engendró a Enoc, Enoc engendró a Mathusalam, Mathusalam engendró a Lamec, Lamec engendró a Noé” (cf. Gn 5,3-29). Del mismo modo la genealogía de Caín se describe aparte así: “Caín engendró a Enoc, Enoc engendró a Cainam, Cainam engendró a Maleleel, Maleleel engendró a Mathusalam, Mathusalam engendró a Lamec, Lamec engendró a Iobel y a Iubal” (cf. Gn 4,17-21).

 

Ángeles de Dios e hijos de Dios

21.3. Y así aquella generación que descendía de la progenie del justo Seth solo hace alianza con su estirpe y su linaje, permaneciendo por mucho tiempo fiel a la santidad de sus padres y a su común tradición ancestral. Se mantiene a distancia de los sacrílegos y no se contamina con la perversidad de aquella raza que guarda en sí la semilla de la impiedad como una herencia transmitida por sus padres. Mientras duró la separación de generaciones, los hijos de Seth, dignos del noble tronco de que procedían, merecieron por su santidad el nombre de ángeles de Dios, o como se encuentra en algunos ejemplares, de hijos de Dios[12]. Los hijos de Caín, con signo inverso, son llamados hijos de los hombres, en razón de su impiedad y la de sus padres, no menos que por sus obras terrenas.

 

La corrupción de los descendientes de Seth

21.4. Cuando terminó esta útil y santa separación en que hasta entonces habían vivido, viendo los hijos de Seth, que eran también los hijos de Dios, a las hijas del linaje de Caín, inflamados del deseo de su hermosura, las tomaron por esposas. Estas transmitieron a sus hombres la maldad de sus padres, muy pronto los corrompieron, alejándolos de la santidad congénita y de la paterna fidelidad [a Dios]. Muy convenientemente a ellos se dirigen estas palabras: «Yo dije: “Ustedes son dioses, e hijos del Altísimo todos. Pero ustedes morirán como hombres y caerán como uno de los príncipes”» (Sal 81 [82],6-7). Éstos han abandonado la verdadera práctica de la filosofía natural que les había sido transmitida por sus antepasados, y que el primer hombre, quien se puso de inmediato tras las huellas de la enseñanza de todas las cosas naturales, evidentemente pudo recibir y transmitir a su posteridad de alguna forma.

 

El primer ser humano

21.5. Sin duda el primer ser humano había visto la infancia de este mundo, todavía estaba en su tierna edad, palpitante y tosco, por así decir; y en él fue transfundida e insuflada no solo la plenitud de la sabiduría, sino también don divino de la profecía y así, como habitante de este mundo todavía informe, impuso los nombres a todas las cosas animadas, y no solo distinguió entre los furores y los venenos de cada género de animales y de serpientes, sino que dividió también la propiedad de las hierbas y de las plantas, la cualidad de las piedras y los cambios de estaciones de las que todavía no había hecho experiencia, a tal punto que pudo decir con éxito: “El Señor me ha dado el conocimiento de todas las cosas que existen para que conociera la disposición del orbe de la tierra y las virtudes de los elementos, el inicio, la consumación y el transcurso de las estaciones, el curso de los años y la posición de las estrellas, la naturaleza de los animales y la ira de las bestias, la fuerza de los espíritus y los pensamientos de los hombres, las diferencias entre los árboles y las virtudes de las raíces. Y conocí cuáles son las realidades manifiestas, y cuáles las ocultas” (Sb 7,17-21).

 

“El abandono del sagrado culto a la Divinidad”

21.6. La descendencia de Seth, por tanto, ha gozado de este conocimiento de todas las naturalezas, de generación en generación, recibiéndola por tradición paterna, mientras permaneció separada de la descendencia sacrílega. Y lo que había recibido, por así decir, santamente, del mismo modo lo puso en práctica para el culto de Dios y para bien de la vida común. Pero apenas esta descendencias se mezcló con la generación impía, por instigación de los demonios, se ha vuelto hacia las cosas profanas y dañinas, lo que había aprendido piadosamente, y de ellas derivó audazmente hacia las extrañas artes de los maleficios, de las falacias y de las creencias mágicas, enseñando a sus descendientes que debían abandonar el sagrado culto de la Divinidad, y venerar y adorar los elementos: el fuego y los demonios del aire.

 

Lo que hizo Cam para conservar las artes mágicas

21.7. Entonces, como el conocimiento de estas extrañas cosas de las que hemos dicho que no perecieron durante diluvio universal (cf. Gn 6,9—9,19), sino que permaneció conocido en los siglos venideros tiene que ser brevemente explicado, creo, desde el momento que la cuestión propuesta nos da la posibilidad de hacerlo, si bien la respuesta a la pregunta de ustedes no lo requiere en modo alguno. Por tanto, como testimonian las antiguas tradiciones, Cam, el hijo de Noé, que fue formado en estas falsas creencias y en los artes sacrílegas y profanas, sabiendo que no podía tener un libro que conservase la memoria de ellas sobre el arca, donde estaba por entrar junto a su padre justo y a sus santos hermanos, grabó las artes impías y los comentarios profanos sobre láminas de diversos metales y sobre piedras muy duras que no serían dañadas por la inundación de las aguas.

 

Los gigantes

21.8. Terminado el diluvio, él las buscaría con misma la premura con que las había escondido, y las trasmitiría a su posteridad como un semillero de sacrilegios y de maldades sin fin. Por eso la opinión popular, que cree que los ángeles habrían transmitido a los hombres los maleficios y otras artes, tendría un fondo de verdad[13]. De los hijos y de las hijas de Caín, por consiguiente, como hemos dicho, fueron generados hijos todavía más malvados, que fueron fortísimos cazadores, hombres verdaderamente violentos y truculentos. A causa del gran tamaño de sus cuerpos, de sus crueldades y maldades, fueron llamados “gigantes” (cf. Gn 6,4 LXX).

 

Necesidad de respetar la Ley del Señor

21.9. Estos fueron, en efecto, los primeros en depredar a sus propios vecinos, ganándose para vivir con las rapiñas, en vez de contentarse con el sudor de su trabajo y de su esfuerzo; sus crímenes crecieron a tal punto que el mundo no pudo ser purificado sino con la inundación del diluvio. Por eso, desde el momento que los hijos de Seth transgredieron, por instigación del placer carnal, aquel mandamiento que desde el nacimiento de este mundo, por mucho tiempo, fue custodiado por instinto natural, entonces fue necesario poner remedio ateniéndose literalmente a la Ley: “No darás tu hija como esposa a su hijo[14], ni la tomarás una de sus hijas para tu hijo, pues seducirán sus corazones, de modo que se apartarán de su Dios para seguir a sus dioses y servirlos” (Dt 7,3; Ex 34,16; 1 R 11,2).

 

[1] Cf. Evagrio Póntico, Tratado práctico 92: «Uno de los sabios de aquel tiempo fue a ver al justo Antonio y le preguntó: “¿Cómo puedes vivir, ¡oh padre!, privado del consuelo de los libros?”. Antonio le respondió: “Mi libro, ¡oh filósofo!, es la naturaleza de los seres, y está presente cuando quiero leer las palabras de Dios”» (SCh 171, p. 694). Ver también la Colección sistemática de Pelagio y Juan, 4,16; PL 73,1018 B-C.

[2] Cf. Ga 4,12.

[3] Cf. 3 Jn 11.

[4] Cf. Hch 4,13.

[5] Cf. Col 4,6.

[6] Cf. Ga 4,12.

[7] Atanasio de Alejandría, Vida de san Antonio § 72; trad. cit., pp. 549-551.

[8] Idem, ibid., § 80.3-5; trad. cit., pp. 591-592.

[9] En la Vida de Antonio la señal de la cruz es considerada como un memorial del misterio pascual (§ 13.5), que protege al cristiano (§ 23.4), que hace desaparecer las falsas visiones y llena de temor a los demonios (§ 35.2-3); pone en ridículo a la magia y a otras supersticiones (§ 78.5); sana a los enfermos (§ 80.4). Antonio recurre en muchas ocasiones a su poder y recomienda su uso (§ 35.2).

[10] Mantengo los nombres conforme al texto latino.

[11] Es decir, los hijos de Seth.

[12] Cf. Agustín de Hipona, La Ciudad de Dios, XV,23,3: «Que no fueron solo ángeles de Dios, sino que también fueron realmente hombres como piensan algunos, lo declara sin ambigüedad alguna la misma Escritura. Habiendo dicho primero que, viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran bellas, escogieron algunas y se las llevaron, añade en seguida: Mi aliento no durará por siempre en el hombre, puesto que es de carne (Gn 6,1-4). Habían sido hechos, en efecto, por el Espíritu de Dios ángeles de Dios e hijos de Dios; pero rebajándose a los bienes inferiores, son denominados hombres por la naturaleza, no por la gracia; son llamados también carne, abandonando el espíritu y siendo abandonados por haberlo abandonado ellos. Los Setenta llamaron a éstos ángeles de Dios e hijos de Dios; lo cual, ciertamente, no lo tienen todos los códices, pues algunos solo tienen “hijos de Dios”. Aquila, en cambio, el traductor preferido de los judíos, los ha traducido no por “ángeles de Dios” ni “hijos de Dios”, sino por “hijos de los dioses”…» (trad. en: https://www.augustinus.it/spagnolo/cdd/index2.htm). Cf. Conversazioni, pp. 564-565, nota 17.

[13] Cf. Seudo Clemente, Recognitiones, IV,26-27: “Ciertos ángeles, habiendo abandonado el curso de su propio orden, comenzaron a favorecer los vicios de los hombres, y en cierta medida a prestar ayuda indigna a su lujuria, para que por estos medios puedan satisfacer sus propios placeres; y luego, para que no parezcan inclinados por su propia voluntad a servicios indignos, enseñaron a los hombres que se podía hacer que los demonios, mediante ciertas artes -es decir, mediante invocaciones mágicas-, obedecieran a los hombres; y así, como de un horno y taller de maldad, llenaron el mundo entero con el humo de impiedad, alejada de la luz de la piedad. Por estas y algunas otras causas vino sobre el mundo un diluvio; y todos los que estaban sobre la tierra fueron destruidos, excepto la familia de Noé, que sobrevivió, con sus tres hijos y sus esposas. Uno de ellos, llamado Cam, desgraciadamente descubrió el acto mágico y transmitió la instrucción del mismo a uno de sus hijos, a quien llamaban Mesraim, de quien desciende la raza de los egipcios, babilonios y persas…”. Pero en este texto no se hace mención de la incisión sobre metal y piedra de las artes mágicas. Ver Conversazioni, pp. 568-569, nota 18; Vogüé, p. 243.

[14] Es decir, a los descendientes de los pueblos paganos que Israel expulsó de la tierra prometida.