JUAN CASIANO: “CONFERENCIAS” (Conferencia XII, capítulos 14-16)

Capítulo 14. Pregunta sobre la cualidad de la continencia y en cuánto tiempo se puede alcanzar la castidad

 

14. Germán: “Ya que nuestra admiración por esta castidad no humana ni terrenal, sino completamente celestial y angélica, nos confunde de tal manera con un asombro repentino, que infunde más terror de desesperación que una invitación a conquistarla, te pedimos que nos enseñes con la instrucción más completa sobre el carácter de la disciplina y el tiempo necesario para adquirirla y perfeccionarla, para que podamos tanto creer que esto se puede lograr como sentirnos animados a lograrlo en el período establecido. En verdad, la consideramos incomprensible en esta carne, a menos que se nos presente de alguna manera un orden y un camino claro por el cual podamos llegar a ella de una manera segura”.

 

Capítulo 15. Respuesta: cuánto tiempo es necesario para conocer la posibilidad de la castidad

 

Es posible vivir en plenitud la castidad

15.1. Queremón: «Es bastante temerario establecer una medida temporal precisa sobre la consumación de la castidad de la que hablamos, especialmente dada la diversidad de voluntades y fuerzas, lo cual no puede determinarse fácilmente incluso en las artes materiales y en las disciplinas visibles. Por necesidad, son comprendidos, ya sea más rápida o más lentamente, por cada individuo de acuerdo con la atención de su mente y la cualidad de sus habilidades. Sin embargo, podemos definir con la mayor precisión la forma de la observancia y el marco temporal dentro del cual puede ser realizada.

 

“Por la misericordia del Señor”

15.2. Quien, por lo tanto, se haya liberado de todas las conversaciones ociosas y haya mortificado todo sentimiento de ira, ansiedad y cuidado mundano, quien se contenta con dos simples panes secos para su refección diaria, y se priva de la saciedad del agua, limitando el descanso del sueño a tres horas, o, como han decidido otros, a un período de cuatro horas, sin embargo, no crea que obtendrá aquellas [castidad] debido a estos esfuerzos o a esta abstinencia, sino más bien por la misericordia del Señor, porque sin esta creencia todo esfuerzo humano intenso es en vano. Pero sepa en un lapso no superior a los seis meses, que alcanzar aquella perfección no es imposible para él.

 

La castidad es una obra de Dios en nosotros

15.3. Sin embargo, es un indicio ya próximo de pureza comenzar a no esperar de la industria de sus propios esfuerzos. Si cada uno comprende verdaderamente el poder del versículo que dice: “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajarán los que la edifican” (Sal 126 [127],1). Se sigue que no debe exaltarse por los méritos de su pureza, entendiendo que la ha alcanzado no por su diligencia, sino por la misericordia del Señor, ni se verá movido a ejercer una rigidez cruel contra otros.

 

Capítulo 16. Sobre el fin y el remedio de la castidad

 

Prueba necesaria

16.1. Por lo tanto, para cada uno de nosotros que trabaja con todas sus fuerzas contra el espíritu de la fornicación, es una victoria significativa no esperar un remedio por el mérito de sus propios esfuerzos. Aunque esta creencia parezca fácil y clara para todos, sin embargo, es tanto más difícil para los principiantes cuanto lo es la perfección de la castidad misma. Cuando a ellos una partícula de pureza les sonríe, inmediatamente en lo secreto de su conciencia se dejan arrastrar sutilmente por una cierta altanería. Creyendo haber alcanzado [la pureza] a través de su esfuerzo y dedicación, es necesario que sean privados del amparo supremo, por un poco de tiempo, para ser oprimidos por aquellas pasiones que la virtud divina había extinguido, mientras que la experiencia les enseñe que no pueden obtener el bien de la pureza por sus propias fuerzas e industrias.

 

“La consumación de la castidad”

16.2. Y, para concluir rápidamente nuestro discurso, que ha durado toda una noche, sobre el fin de la plena castidad, reunamos todo lo que se ha dicho extensamente y de manera dispersa. Esta es la consumación de la castidad: que ningún placer desenfrenado toque a un monje cuando está despierto y que ningún sueño ilusorio lo desvíe cuando está dormido; pero cuando una perturbación de la carne se le acerque mientras duerme, debido únicamente a la negligencia de una mente cansada, entonces, así como fue despertado sin ninguna excitación placentera, igualmente regrese a la calma sin ninguna sensualidad corporal.

 

Conclusión de la conferencia de Queremón

 

16.3. Sobre el fin de la castidad, en cuanto he podido, no lo he expuesto con palabras, sino sobre la base de la enseñanza de la experiencia. Aunque considero que estas cosas pueden que sean consideradas como imposibles por los perezosos y negligentes, estoy seguro de que serán reconocidas y aprobadas por los hombres esforzados y espirituales. Puesto que entre un hombre y otro hay tanta distancia, como diversas son las cosas hacia las cuales tiende la intención de sus mentes, es decir, el cielo y el infierno, o Cristo y Belial, según la sentencia del Señor Salvador: “Si alguno me quiere servir, sígame, y donde yo estoy, allí estará también mi servidor” (Jn 12,26), y nuevamente: “Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6,21)».

 

Necesidad de un descanso reparador

16.4. Hasta aquí habló el beato Queremón de la perfecta castidad y con estas palabras puso fin a su admirable doctrina sobre la sublime pureza, persuadiéndonos, asombrados y ansiosos como estábamos, a no privar nuestros miembros de la natural restauración del reposo, pues ya había transcurrido la mayor parte de la noche. Caso contrario, nuestra mente, debilitada por el cansancio del cuerpo, habría perdido el vigor de su santo propósito.