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"Santa Gertrudis, enséñame bondad y conocimiento". Vitral contemporáneo, EEUU.

 

¡Oh Padre de las misericordias![1], alabo y adoro, en unión con la sublime excelencia de tu benignidad, aquella dulcísima condescendencia por la que tú tuviste para conmigo, tan perdida en vida, designios de paz y no de aflicción[2]. Me has exaltado con la multitud y magnificencia de tus beneficios, por encima de todos los mortales como si hubiera llevado en la tierra una vida angélica[3].        

Comenzaste a realizar estas cosas en el Adviento precedente a la fiesta de la Epifanía en la que cumplía veinticinco años, con una turbación que conmovió profundamente mi corazón, y comenzó a resultarme fastidiosa toda mi lasciva juventud. De esta manera preparaste mi corazón para ti. Comenzado ya mi año vigésimo sexto, un lunes antes de la fiesta de la Purificación, en el crepúsculo de aquel día, después de Completas, tú, luz verdadera que iluminas las tinieblas, diste fin a aquella noche de la referida tribulación y también al día de mis pueriles vanidades, oscurecido con tinieblas de ignorancias espirituales. En efecto, te acercaste a mí de forma maravillosa, en aquella hora, con clarísima condescendencia y desbordante dulzura sobre toda medida. Me uniste a tu conocimiento y a tu amor con tiernísima reconciliación y me introdujiste en mi intimidad, tan desconocida para mí antes de esa hora. Comenzaste a trabajarme de maneras maravillosas y secretas, para que pudieras tener en adelante tus delicias en mi corazón, como las tiene el amigo con su amigo, diré más, como el esposo con su esposa, en su propia casa, así tú con mi alma.

Para esta comunicación de ternura me visitabas a distintas horas[4] y de modos diversos, pero de modo especial y con más benignidad en la Vigilia de la santa Anunciación. Finalmente, cierto día antes de la Ascensión, esta presencia fue más afectuosa; comenzaste por la mañana y la realizaste plenamente por la tarde después de Completas. Me concediste este don maravilloso, digno de ser venerado por todas las criaturas, a saber: que, desde aquella hora hasta el momento presente, nunca he sentido o experimentado que te separaras de mi corazón ni por un pestañear de ojos, antes bien, siempre he sentido que estabas presente cada vez que volvía a mi interior, excepto una vez por espacio de once días.              

¡Imposible explicar con palabras cuántos y cuan numerosos bienes, dignos de todo encomio me has concedido! Entre ellos, el haber hecho aún más saludable tu presencia en mí. Concédeme, dispensador de todos los dones, ofrecerte por ello con humilde gratitud, un digno sacrificio de alabanza. Sobre todo, por haberte preparado en mi corazón, con tu beneplácito y el mío, tan encantadora morada. No he leído u oído que, en el templo de Salomón o en el palacio de Asuero, hubiera algo preferible a las delicias que por tu gracia conozco preparaste tú mismo para ti, en lo más íntimo de mi ser. Con ellas me concediste a mí indignísima, una fruición contigo como la tiene la reina con el rey.   

Entre todas estas gracias prefiero especialmente dos: el haber impreso en mi corazón las preclaras joyas de tus saludables llagas, y para realizarlo, haber gravado en él la herida del amor, con tal claridad y fuerza que, si en adelante no me concedieras ya ninguna consolación interna y externa, era tanta la dicha que me otorgaste con estos dos soles, que, aunque viviera mil años, podría tener en cada momento más consolación, conocimiento y gratitud que lo que se puede desear.

Añadiste además la inestimable intimidad de tu amistad: me entregaste de distintas maneras aquella nobilísima arca de tu divinidad, es decir tu Corazón deífico, como compendio de todas mis delicias, bien al entregarme gratuitamente el tuyo, bien, para mayor signo de mutua intimidad, cambiándolo por el mío. Con ese Corazón me manifestaste lo oculto de tus secretos juicios y de tus delicias, y derretiste tantas veces mi alma con tan delicada ternura, que, si ignorase la abismal y desbordante afluencia de tu benignidad, me sorprendería al considerar que solo a tu Madre prodigaste por encima de toda otra criatura, el afecto de la más sublime ternura, a ella que reina contigo en el cielo.

Con esta delicada ternura me llevaste algunas veces al saludable reconocimiento de mis defectos; pero evitaste con tanta delicadeza mi rubor, que parecería no hacer falta decirlo, ibas a perder la mitad de tu reino[5], si con ello conmovías, aunque fuera mínimo, mi sonrojo pueril. Así me revelaste como con suspicaz rodeo, que no te agradaban las faltas de algunas personas. Al mirarme a mí misma en esos defectos, me sentí más culpable que aquellos que me mostrabas, pero nunca me comunicaste ni con la más mínima señal, que hubieras encontrado algo de tales defectos en mí.

Además, con tan fieles promesas, sugeriste a mi alma cuántos dones querías concederme en la muerte y después de mi muerte. Aunque no hubiera recibido ningún otro don de ti, por este solo, te daría mi corazón con la más viva esperanza. Pero ni con esto se ha agotado el océano de tu desbordante ternura, al escucharme más frecuentemente con increíbles beneficios cuando te suplico por los pecadores, las almas del purgatorio o por otras causas. Nunca encontré un amigo a quien comunicar estas cosas como yo las veía, sin la menor vacilación, dada la fragilidad del corazón humano.

Al cúmulo de beneficios añadiste haberme dado a tu amantísima Madre, la bienaventurada Virgen María como abogada, y haberme confiado muchas veces con delicadeza a su amor, como nunca el esposo más fiel pudo confiar con más solicitud su propia madre a su amada esposa.  

Santa Gertrudis, El Mensajero de la Ternura Divina, Libro II, cap. 23,5-11[6].

 

Para ver:

Cortometraje: “Gertrudis, la Grande. Vida de Santa Gertrudis de Helfta”:

Un film producido, dirigido y protagonizado por los fieles de la Parroquia Santa Gertrudis de Cosmópolis, SP, Brasil, con motivo del centenario de la Iglesia Matriz de la ciudad, año 2015. Editado ahora con subtítulos en español por la Postulación de santa Gertrudis al Doctorado de la Iglesia.

https://drive.google.com/open?id=1PN73ZRLyDpcAKzcwqXK4U0g6HD7C5z6Q

Más información:

http://surco.org/content/santa-gertrudis-grande-un-film-producido-brasil

http://surco.org/content/santa-gertrudis-patrona-cosmopolis

 


[1] 2 Co 1,3.

[2] Jr 29,11.

[3] Antífona Gloriosus del Oficio de san Benito.

[4]  Cf. San Bernardo, Super Cantica Canticorum, sermón 74,5.

[5] Mc 6,23.

[6] El mensajero de la Terra divina. Experiencia de una mística del siglo XIII, Tomo 1 (libros 1-3) Monte Carmelo Burgos, 2013, 202-206.