Inicio » Content » EL REGISTRO DE LA ALEGRÍA EN SANTA GERTRUDIS DE HELFTA (I)

Las tres místicas de Helfta, cerámica en relieve, contemporáneo.

Hna. Ana Laura Forastieri, ocso[1]

Resumen: En la obra de santa Gertrudis[2], la alegría se manifiesta de tres maneras: ante todo, como punto de partida, dado el optimismo antropológico que Gertrudis hereda de la tradición patrística y monástica; luego, la alegría es un fruto de su experiencia frecuente de unión con Cristo; y finalmente, encuentra una expresión externa en la alabanza divina. Pero si la alegría es paradigma del Evangelio –tal, el tema de estas Jornadas- cabe preguntarnos: ¿en qué sentido este triple registro de la alegría en santa Gertrudis es expresión de la buena noticia para el mundo de hoy? Dedico esta ponencia a analizar esta cuestión, con la esperanza de aportar así elementos para la fundamentación de la oportunidad de su declaración como Doctora de la Iglesia.

 

“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento”[3]. Esta verdad expresada por el Papa Francisco, se muestra con particular resplandor en la vida y obra de santa Gertrudis de Helfta, monja y mística del siglo XIII, perteneciente a la tradición benedictino-cisterciense, cuya postulación al Doctorado de la Iglesia ha recibido el apoyo de la Sociedad Argentina de Teología[4].

La vida de santa Gertrudis tuvo un vuelco fundamental a partir de su primer encuentro místico con Cristo, el cuál, presentándosele bajo la forma de un joven atractivo, resolvió su crisis interior con estas palabras: “¿Por qué te consumes de tristeza? ¿No tienes quién te aconseje? Te salvaré, te liberaré, no temas” (L II 1,2)[5]. A partir de entonces, Gertrudis, “serenada con una alegría espiritual enteramente nueva”[6], comenzó a recorrer el camino de la santidad con el corazón dilatado. Es que, como señala el Papa Francisco: “Solo gracias a este encuentro -o reencuentro- con el amor de Dios que se convierte en feliz amistad somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la auto-referencialidad”[7].

De tres maneras se manifiesta la alegría en santa Gertrudis, a partir de su conversión: 1) como punto de partida, por el optimismo antropológico que sustenta toda su obra y que ella hereda de la tradición patrística y monástica; 2) como fruto de su experiencia frecuente de unión con el Señor y 3) por redundancia, en su expresión externa, en la alabanza divina. En este trabajo me propongo seguir las huellas de estas tres expresiones de la alegría en su obra.

Pero si la alegría es paradigma del Evangelio -tal, el tema que nos convoca en estas Jornadas de Teología-, cabe preguntarnos: ¿en qué sentido este triple registro de la alegría es expresión de la buena noticia para el mundo de hoy? La cuestión resulta tanto más acuciante cuanto que “el gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada”[8]. Al concluir esta ponencia confío que podamos esbozar una respuesta a esta pregunta, con la esperanza de aportar así también, un fundamento a la oportunidad pastoral de la declaración de Santa Gertrudis como Doctora de la Iglesia.

 

1. La alegría como punto de partida: el optimismo antropológico

La biógrafa de Gertrudis nos dice: “Todos los acontecimientos le causaban gran alegría” (L I 10.5).  Y presenta esta alegría en estrecha relación con la confianza teologal:

Efectivamente en todo momento era tal la serenidad de su alma, que ninguna prueba, ni daño, ni impedimento, ni siquiera sus propios defectos podían oscurecerla, porque siempre tuvo una confianza firme en la benignísima misericordia de Dios. Ni siquiera se perturbaba cuando el Señor le quitaba su gracia acostumbrada, sino que permanecía como si le fuera indiferente recibir o no esa gracia; antes al contrario, en las horas de la prueba se reforzaba su esperanza, pues no dudaba que todo cooperaba para bien suyo[9], ya fuesen acontecimientos exteriores o favores interiores. Y así como se aguarda pacientemente al mensajero que ha de traer noticias felices, por mucho tiempo deseadas, del mismo modo ella esperaba con gozo la consolación divina más abundante, para lo cual confiaba estar mejor preparada por la misma prueba anterior (L I 10.1).

Pero ¿de dónde brota esa confianza teologal que es la fuente de la alegría para Gertrudis? Al intentar responder a esta pregunta, nos encontramos con textos como el siguiente:

¡Oh bienaventuranza de un alma feliz y bendita a quien el Dios de la majestad se dignó conceder tanta estima, que no sólo manifestó su omnipotencia al crearle, sino que también le dio el alma, alma decorada con su imagen y semejanza, y sin embargo, tan distante de Él, cuanto lo es la creatura de su Creador! (L II 9.2).

La confianza inquebrantable de Gertrudis brota de su convicción de que el ser humano está creado a imagen y semejanza de Dios, llamado y capacitado para llegar a la más alta unión con Él, unión que se cumple en Cristo y se realiza en términos esponsales. La visión del ser humano que trasunta toda la obra de Gertrudis es profundamente optimista y esperanzadora.[10] Cristo le dice:

“La que quiera amarme, quiero hacerla mi esposa; amarla y amarla ardientemente (...) Lo que Yo soy por naturaleza, ella lo será por gracia. La abrazaré con los brazos de mi amor, apretándola sobre el corazón de mi divinidad, para que por medio de mi ardiente amor, se funda como cera ante el fuego” (EE III).

Esta concepción antropológica, heredada de la tradición patrística y monástica, ubica al ser humano como un ser relacional, con un origen y un destino, y en permanente movimiento y transformación hacia una meta, que trasciende su naturaleza: la plena unión con Dios. El Señor le promete:

“Como yo soy la figura de la sustancia de Dios Padre, por la naturaleza divina, también tú serás la figura de mi misma sustancia por tu naturaleza humana, recibiendo en tu alma deificada los rayos de mi divinidad, como el aire los del sol; para que penetrada hasta la médula por su acción, seas capaz de una mayor unión conmigo” (L II.6.2)

La meta de la vida humana, para Gertrudis, es la divinización, para la cual el ser humano está innatamente capacitado por una tendencia inscripta en su naturaleza. En efecto, nos dice el Papa Francisco que: “Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero”[11]. Esta convicción es fuente de alegría.

Continuará

 


[1] La autora es monja en el Monasterio Trapense de la Madre de Cristo, Hinojo, Argentina y colabora desde el año 2012 en la difusión de la postulación de santa Gertrudis al doctorado de la Iglesia, en América Latina.

[2] Ponencia presentada en la XXXIII Semana Argentina de Teología, Lomas de Zamora, 14 al 17 de julio de 2014. Publicada en: Sociedad Argentina de Teología, La Caridad y la Alegría: Paradigmas del Evangelio. XXXIIIª Semana Argentina de Teología, Buenos Aires, Ágape Libros, 2015, 353-368.

[3] Ss. Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, Buenos Aires, Conferencia Episcopal Argentina, 2013, 1. En adelante: EG.

[4] Cfr. Carta Postulatoria de la Sociedad Argentina de Teología: http://surco.org/content/carta-postulatoria-sociedad-argentina-teologia. Para más información sobre la causa del doctorado, cfr.: SURCO: Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur, Santa Gertrudis [en línea] http://www.surco.org

[5] Legatus Divinae Pietatis, Libro II, capítulo 1, parágrafo 2. Legatus Divinae Pietatis: Es la obra de recopilación sobre la vida de Gertrudis. Consta de cinco libros, de los cuáles el Libro II es de su autoría; y los restantes son obra de una monja, que dio redacción final a los recuerdos transmitidos por la Santa. En adelante lo cito: L, seguido de número romano, para indicar el libro, y de números arábigos, para indicar sucesivamente el capítulo y los parágrafos. La otra obra de Santa Gertrudis es Exertitia Espiritualia; para citarlo uso: Ex., seguido del número del ejercicio (por ejemplo Ex. III: Ejercicio III). La edición crítica latina de las obras completas de Santa Gertrudis es: Gertrude D´Helfta, Oeuvres Spirituelles, Tomo I, Les Exercices, Sources Chrétiennes N° 127 Paris, Éds. Du Cerf, 1967; Tomo II: Le Héraut Livres I et II, Sources Chrétiennes N° 139, Paris, Éds. Du Cerf, 1968; Tomo III: Le Héraut Livre III, Sources Chrétiennes 143, Paris, Éds. Du Cerf, 1968; Tomo IV: Le Héraut Livre IV, Sources Chrétiennes 255, Paris, Éds. Du Cerf, 1978; Tomo V: Le Héraut Livre V, Sources Chertiénnes 331, París, Ed. Du Cerf, 1986. Existen dos versiones en español, a saber: Gertrude D´Helfta, Mensaje de la misericordia divina (El Heraldo del Amor Divino), Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1999; Los Ejercicios, Burgos, Monte Carmelo, 2003; El Mensajero de la Ternura Divina. Experiencia de una mística del siglo XIII. Tomo I (Libros 1-3) y Tomo II (Libros 4-5), Burgos, Monte Carmelo, 2013. En este trabajo cito según mi propia traducción del texto latino.

[6] Ibíd.

[7] EG 8.

[8] EG 2.

[9] Cf. Rm 8,28.

[10] Cf.  A. L. Forastieri, “La mística de Santa Gertrudis como expresión de la espiritualidad cisterciense” Cuadernos Monásticos 182 (2012), 265-289.

[11] EG 8.