En julio de 1966 aparecía el primer número de “Cuadernos Monásticos”. En un formato muy simple, me atrevería a decir precario, iniciaba un camino de recorrido azaroso y cuya meta aún no se con veía demasiada claridad.
Hoy, al publicar el número 200 de nuestra revista, lo primero que experimentamos es la necesidad de expresar una inmensa acción de gracias a nuestro Señor. Sólo gracias a Él ha sido posible este logro, en cierto sentido inaudito.
En seguida, debemos agradecer a tantas monjas, tantos monjes, tantas mujeres y tantos hombres de Iglesia que han ayudado a sostener nuestro deseo de servir a nuestras hermanos y a nuestros hermanos. Me agradaría nombrarles uno a uno, pero sería demasiado largo, y nuestra memoria corre el riesgo de cometer graves omisiones.
En ese primer número de “Cuadernos Monásticos” sólo se publicó un artículo intitulado: “Hacia una renovación del monacato”. Y llamativamente en la sección fuentes el P. Mauro Matthei, osb, publicaba una selección de los Apotegmas de los padres del desierto.
Quedaba así señalada la dirección que se seguiría en adelante: una publicación dedicada a iluminar la vida monástica cristiana, su historia, su espiritualidad, su actualidad. Con un acento muy especial en dos temas fundamentales: la lectio divina y la Regla de san Benito.
“Cuadernos Monásticos” festejó hace dos años sus bodas de oro. Y para marcar el cambio que ello significó, pero siempre en una identidad sostenida, en el año 2016 se cambió la diagramación de la revista, se hizo una modificación de su tamaño, se volvió en cierta forma a la simplicidad de sus inicios. Pero un retorno no de carácter arqueológico o romántico, ya que actualmente el carácter digital de la revista es un hecho (en formato pdf y epub); aunque sin haber perdido su continuidad impresa (gracias al servicio de la Ed. Ágape).
Sin embargo, lo esencial no pasa por los detalles exteriores, sino por un deseo de mejorar aún más el compromiso de ser una presencia monástica en nuestra Iglesia.
Por ello nada mejor que dedicar el número 200 a nuestro gran tema: la lectio divina.
Así nos lo propone en un artículo, que expresamente volvemos a publicar, del llorado P. Eduardo Ghiotto, osb. La centralidad de la escucha de la palabra de Dios por ningún motivo puede ser postergada, al contrario exige una continua renovación en nuestras vidas.
Por su parte, D. Jeremy Driscoll, osb, nos ayuda a leer los salmos en clave cristológica, a encontrarnos con Cristo nuestro Señor en la recitación del Salterio. Y D. Jean-Pierre Longeat, osb, nos propone una meditación de las siete palabras de María, nuestra Madre y Señora, en los evangelios de san Lucas y san Juan.
La tradición judía de la escucha de la palabra de Dios se hace presente en un hermoso texto que tradujera el recordado P. Max Alexander, osb, sobre la vocación del cantor en la tradición hebrea.
La enseñanza de los Padres de la Iglesia, fundamental para nuestra lectio divina cristiana, nos viene presentada por el artículo del P. Rafael Grassetti, que nos introduce en las directivas de unos de los grandes maestros del tema: san Jerónimo.
La práctica de la lectio divina necesita permanentemente del auxilio de la gracia divina, del perdón muto. Es lo que nos recuerda san Benito en su Regla. La Hna. Aquinata Böckmann, osb, nos exhorta a transitar por el camino de la gracia, del perdón y de la acción de gracias.
¿Pura coincidencia? Después de tantos años y tantos números, proseguimos con la publicación de los Apotegmas de los padres del desierto, ahora traduciendo la extensa Colección sistemática griega. Y el Señor en su siempre desconcertante providencia ha querido que el capítulo de este número lleve por título: Es necesario (practicar) alegremente la hospitalidad y la misericordia.
¡Qué bueno ha sido Dios con nosotros! Por ello al publicar el número 200 elevamos un canto de gratitud por tan inefable bondad.
Gracias a Ustedes por acompañarnos durante tanto tiempo. Les invitamos a que nos visiten en nuestra página: www.surco.org.
Quizás uno de los signos más positivos y alentadores para encarar una nueva evangelización sea precisamente el nuevo lugar que se le concede a la lectura de la Palabra de Dios en la pastoral, en la catequesis y en la espiritualidad. Y en esto, la presencia monástica puede contribuir con el aporte de su tradición.
En mi oración de los salmos, siempre busco ese todo, y encuentro que el misterio es inagotable. Un versículo del salmo que pude haber rezado por décadas y que puede haberme ya proporcionado mucha intuición, puede de repente revivir todavía en mí de una manera completamente nueva. Este es el Señor resucitado presente para mí.
Hay siete frases que María ha pronunciado en el corazón mismo del mensaje evangélico. Es muy útil meditarlas antes que todas las demás. Esas siete frases resumen el conjunto del mensaje que la Virgen María nos transmite para que estemos en condiciones de seguir verdaderamente a su hijo.
Cada uno de nosotros posee el sentido de la belleza. Todos somos capaces de distinguir entre lo hermoso y lo feo. Pero tenemos que aprender a nutrir la sensibilidad de las realidades del espíritu. Y la sinagoga es el lugar en el que podemos buscar adquirir esa interioridad, esa sensibilidad.
¿Cómo comenzar un estudio responsable de la Biblia? ¿De qué manera iniciarnos en una lectura a la vez crítica y espiritual? El Epistolario de san Jerónimo cuenta con una carta dedicada al santo presbítero Paulino de Nola, la número 53, que se ofrece como una guía introductoria para quienes desean iniciarse en el estudio de las Sagradas Escrituras.
Cuando tenemos la libertad para ver la realidad del pecado y la miseria –de los demás y de nosotros mismos– vivimos con gratitud por toda la obra divina que palpamos en los otros y en la comunidad. Así vivimos en gracia, en perdón y en continua acción de gracias.
Nuevamente el Señor nos visitó con la pascua de otro de nuestros hermanos. Estábamos con el abad Osvaldo en el día inicial del Congreso de Abades en Roma, cuando, al mediodía, poco antes de la celebración de la Misa, nos llegó desde Los Toldos la noticia del fallecimiento del más anciano de nuestra comunidad: el Padre Roberto Chiogna. El 8 de agosto pasado le habíamos celebrado sus 88 años de vida.
Un hermano fue a ver a abba Pastor en la segunda semana de Cuaresma y le expuso sus pensamientos y encontrando el reposo, le dijo: “Hoy estuve a punto de no venir”. El anciano le dijo: “¿Por qué?”. Le dijo el hermano: «Pensé: “Quizá no me abra a causa de la Cuaresma”». Abba Pastor le dijo: “Nosotros no hemos aprendido a cerrar la puerta de madera, sino más bien la de la lengua”.