Lo que pretendo en esta conferencia es, simplemente, volver a poner esta temática en el presente de nuesra reflexión, siempre con la finalidad de vivir y celebrar mejor nuestro encuentro con Cristo en la Eucaristía.
Es decir que la lectio, el Oficio y la Misa forman una unidad espiritual -y por lo tanto existencial- y que “el hombre no separe lo que Dios ha unido”.
Lavarnos los pies unos a otros. Ese es el mandato. Hacernos esclavos y servidores de los demás es la consecuencia de participar en la Cena del Señor.
Vemos la importancia de que el Monje-Sacerdote tenga bien definida su identidad monástica, pues ella lo dota de una claridad que va más allá del simple conocimiento de su persona.
Consideraciones sobre la situación actual del monacato benedictino. Debo confesar que Brasil y Bolivia, de los que soy más directamente responsable que de otras presencias cistercienses en el mundo, me han inspirado particularmente, tanto positiva como negativamente.
En ese propósito de renovar la gracia de la vocación y el amor del principio puede inspirarnos y ayudarnos lo que rezamos en el salmo 26.
Ustedes que son buscadores de Dios en lo profundo del corazón, han venido ahora a buscarlo al interior de Córdoba, en las periferias del oeste de esta provincia. Nos alegra que hayan llegado hasta este valle de austera belleza, adornado con la vida y el ministerio del Padre Brochero.
Quisiera que, en el corazón de nuestra celebración eucarística, reconozcamos la presencia misteriosa, silenciosa, íntima, del Señor que nos acompaña en el camino y nos conforta con la participación de su Cuerpo y Sangre gloriosos.