Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero… (Sal 118, 105).
“El fundamento de toda espiritualidad cristiana auténtica y viva
es la Palabra de Dios anunciada, acogida, celebrada
y meditada en la Iglesia” (Verbum Domini, 121).
Iniciar el año dedicando el primer número de Cuadernos Monásticos a la Palabra de Dios, como lo hacemos habitualmente, es recordar el lugar que ella tiene en la vida eclesial, según nos lo recuerda la Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini: “La Iglesia se funda sobre la Palabra de Dios, nace y vive de ella. A lo largo de toda su historia, el Pueblo de Dios ha encontrado siempre en ella su fuerza, y la comunidad eclesial crece también hoy en la escucha, en la celebración y en el estudio de la Palabra de Dios” (VD, 3).
En el primer artículo, el Dr Leandro A. Verdini estudia la inter-relación entre tres textos de Isaías que llegan a nosotros como un eco del Adviento, el tiempo litúrgico en el que los escuchamos y meditamos, recibiendo en nuestros corazones ese rocío del cielo que renueva en nuestro HOY la esperanza siempre renovada de recibir en nosotros al Salvador.
El P. Max Alexander, osb, nos invita a rumiar el Salmo 62 (63), y pone a nuestra disposición, con generosidad exhaustiva, múltiples elementos que pueden facilitarnos un acercamiento al mismo: algunas “notas exegéticas al servicio de la lectura orante”, una serie de textos bíblicos que ayudan a “explicar la palabra por la palabra”, como también textos de la tradición de Israel y de algunos “maestros de la fe” –padres de la Iglesia y otros santos– que pueden iluminarnos, y finalmente, algunas bellísimas oraciones sálmicas inspiradas en el Salmo 62. Gracias, Padre Max, por seguir acompañándonos en nuestro orante peregrinar terreno.6
En el siguiente artículo, el Presbítero Dr. Edgardo M. Morales hace en primer lugar una valoración de la poesía, como introducción a ese libro de poesía orante que es el Libro de los Salmos. Y nos lleva después a gustar y comprender el salmo primero, de la mano de san Ambrosio, cuyo comentario a ese salmo nos va explicando, poniendo de relieve su profundidad y belleza.
El P. Pedro Pérez, osb, reflexiona sobre el hombre y su relación con Dios, como un camino de crecimiento en la confianza y en la disponibilidad a sus designios.
Un acontecimiento de gracia –la bendición abacial del P. Jorge Morán, osb–, es pormenorizado por el cronista con abundancia de detalles que nos permiten visualizar lo sucedido. Y el misterio implícito en una historia no escrita por mano humana se nos hace cercano en las palabras pronunciadas en la homilía por Mons. Martín de Elizalde, osb y en las palabras que dirigió a los presentes el nuevo Padre Abad al terminar la Misa: ambas están incluidas en este número.
Otro acontecimiento de gracia –esta vez la Pascua del P. Pablo María, de la Trapa de Azul– nos llega en los sintéticos trazos con que el P. Bernardo Olivera, ocso, nos da la noticia de su muerte y va esbozando con afectuosa gratitud la memoria de su vida, en la homilía que pronunció en la Misa exequial.
Finalmente, la sección Fuentes nos presenta la Carta del obispo Ammón sobre la conducta y particular modo de vida de Pacomio y de Teodoro, en la que el autor, que residió un tiempo en uno de los monasterios de la Koinonía pacomiana, y después en las montañas de Nitria, nos brinda el relato de algunas experiencias personales y acontecimientos vividos en estos lugares, en los que se destaca su especial admiración por Teodoro, cuya santidad influyó notablemente en su vida.
Los tres textos: la figura del Emanuel concebido, la del neonato que ilumina la oscuridad, y la del niño que gobierna la creación sin correr peligro alguno de los depredadores y los ofidios, son leídos de modo sucesivo, como biografía profética del Mesías Jesús que vino para redimirnos.
Algunos maestros de vida espiritual hablan de verdaderas sensaciones nuevas provocadas por la experiencia espiritual: el contemplativo tiene sensaciones reales de olfato y gusto, irreductibles a olores y sabores conocidos.
El “Comentario a los Salmos” del Obispo de Milán merece ser leído con atención y solemnidad, con meditación y alabanza, como la poesía que surge del amor.
Dios tiene su modo de actuar propio, misterioso, sabio y firme, no caprichoso como lo percibe el hombre a veces.
Es una visión contemplativa, desde la fe, que nos instruye y forma; de la esperanza, que nos anima a mirar hacia la futura bienaventuranza; de la caridad, que ama a Dios y ofrece con amor por los hermanos el fruto espiritual adquirido en esta “escuela del servicio de Señor”.
Todos, de una manera u otra, hemos experimentado que el Señor elige lo que es de poca monta, lo que no cuenta, para en él realizar su obra, y que no queden dudas de que es Él quien CONSTRUYE LA CASA…
El día 14 de septiembre de 2019, en la misa celebrada a las 10:00 y presidida por el Excmo. Mons. Martín de Elizalde, osb, tuvo lugar la Bendición abacial del Rvdmo. P. Jorge Morán, osb, como quinto abad de la Abadía San Benito de Luján, en la iglesia misma del monasterio.
¡Se nos murió Pablito! Bien digo: “se nos” murió. Con su partida, todos, en cierto modo, hemos muerto con él. Nos apena su muerte y nos reconforta su vida. La muerte no tiene la última palabra. Esta palabra final le corresponde a Jesús Resucitado: ¡Si morimos con Él, viviremos con Él!
“Cuando oía la voz del santo Teodoro, aunque fuera desde lejos, me llenaba de gozo, o de tristeza o de temor; asombrado por aquello que experimentaba, pregunté a otros y supe que también otros sentían lo mismo que yo”.