La resurrección de Lázaro (Jn 11,1 ss.)
Icono griego del siglo XIX
«Los evangelistas han conservado las dos oraciones más explícitas de Cristo durante su ministerio. Cada una de ellas comienza precisamente con la acción de gracias. En la primera (cf. Mt 11,25-27 y Lc 10,21-23), Jesús confiesa al Padre, le da gracias y lo bendice porque ha escondido los misterios del Reino a los que se creen doctos y los ha revelado a los “pequeños” (los pobres de las Bienaventuranzas). Su conmovedor ¡Sí, Padre! expresa el fondo de su corazón, su adhesión al querer del Padre, de la que fue un eco el Fiat de su Madre en el momento de su concepción y que preludia lo que dirá al Padre en su agonía. Toda la oración de Jesús está en esta adhesión amorosa de su corazón de hombre al “misterio de la voluntad” del Padre (Ef 1,9).
La segunda oración es narrada por san Juan (cf. Jn 11,41-42) en el pasaje de la resurrección de Lázaro. La acción de gracias precede al acontecimiento: Padre, yo te doy gracias por haberme escuchado, lo que implica que el Padre escucha siempre su súplica; y Jesús añade a continuación: Yo sabía bien que tú siempre me escuchas, lo que implica que Jesús, por su parte, pide de una manera constante. Así, apoyada en la acción de gracias, la oración de Jesús nos revela cómo pedir: antes de que lo pedido sea otorgado, Jesús se adhiere a Aquél que da y que se da en sus dones. El Dador es más precioso que el don otorgado, es el “tesoro”, y en Él está el corazón de su Hijo; el don se otorga como “por añadidura” (cf. Mt 6,21.33)»[1].
EDITORIAL
Festejamos nuestros treinta y cinco años de vida con la sencillez que, según creo, ha caracterizado durante todo este tiempo a nuestra publicación. Es decir, tratando de seguir alimentado, si se me permite la expresión, a nuestros lectores con alimento sólido.
Luego de una breve reseña, a modo de aperitivo, sobre la historia, presente y futuro de “Cuadernos Monásticos”, les brindamos un estupendo artículo del P. Pierre – Yves Emery de la Comunidad monástica de Taizé: magistral ejemplo del gran fruto que el monje puede obtener leyendo la Biblia guiado por los Padres del monacato. Y en especial la actualidad que tiene para la monja y el monje el Cantar de los Cantares: un manantial inagotable de alegría y amor.
En esa misma línea, he querido ampliar la visión que nos brinda el P. Emery, ofreciendo el manjar suculento que siempre constituye el magnífico ejemplo de la lectio divina de los Padres de la Iglesia.
La elección de este doble “plato fuerte”, para el primer número del 2000, no es casual. Por el contrario, he buscado centrar la atención de nuestros lectores sobre la importancia y la urgencia de recuperar el gusto por la Palabra de Dios, saboreada, meditada, orada y contemplada con esa inefable mezcla de audacia, sagacidad y amor que tenían nuestros Padres en la fe. Creo que esta tarea es fundamental para las monjas y los monjes, y bien puede ser la meta “monástica” de este Año Santo.
Como salida de este banquete presentamos una sencilla contribución, de carácter más bien informativo, sobre el incienso. Es un plato que en la actualidad se sirve poco. Sin embargo, como lo ponen en evidencia los manjares suculentos antes ofrecidos, los símbolos esperan, con urgencia, volver a ocupar su lugar decisivo en nuestra vida cristiana.
Para cerrar este primer banquete espiritual del año 2000, en la sección “Fuentes”, se puede leer la Vida de santa Pelagia, donde encontramos estas palabras que nos invitan a una sincera conversión, meta principal del Año Santo:
«... El bienaventurado Nono, volvió su mirada hacia Pelagia de manera intensísima y prolongada, tanto que después que había pasado todavía la seguía atentamente y la miraba. Luego desvió su mirada, diciendo a los obispos sentados a su alrededor: “¿No les alegra una tan gran belleza?”. Pero como no le contestaban nada, puso el rostro sobre sus rodillas y sobre el libro santo que sostenía con sus santas manos y cubrió todo su seno de lagrimas, y suspirando profundamente dijo nuevamente a los obispos: “¿No les alegra una tan gran belleza?”. Pero como ellos no le respondían nada dijo: “En verdad, yo me he alegrado muchísimo y me ha gustado su belleza, porque Dios la pondrá en primer lugar y la establecerá delante de su tremendo y admirable trono para juzgar tanto a nosotros como a nuestro episcopado”» (Vida de santa Pelagia 3).
Llamamos la atención de nuestros lectores sobre el nuevo sitio:
Cuadernos Monásticos en Internet
www.buenasnuevas.com
El lector de “Cuadernos Monásticos” advertirá que este número tiene una cantidad de páginas algo menor que lo habitual. Ello se debe a que hemos querido dejar un espacio, por así llamarlo, para que nuestras Hermanas y nuestros Hermanos de los Monasterios de Chile pudieran regalarles una “invitación” a conocer sus Monasterios.
El folleto que adjuntamos va acompañado por el siguiente mensaje:
“Pensando en el comienzo del tercer milenio, es que queremos difundir los principios fundamentales de lo que es la vida monástica en nuestro continente. Principio que, a pesar del paso de los siglos y de los límites geográficos, ha permanecido estable e inmutable en el tiempo.
Queremos compartir de lo nuestro. Nuestra forma de vivir, de hacer real la invitación de Dios en la vida cotidiana, abrir una ventana a otra dimensión de la Vida, por esto, agradecemos difundir este material, para así hacer más extensiva la invitación.
Monasterios Benedictinos y Cistercienses S. O. (trapenses) de Chile.
Podrá encontrar mayor información sobre los MONASTERIOS en el foIleto que está disponible en los mismos monasterios, en Librería PATRIS (Providencia 1001), en las Librerías SAN JUAN (Avda. Sta. María 6928 Las Condes / José Alcalde Délano 10682. La Dehesa) y próximamente en la página web: www.iglesia.cl”.
[1] Catecismo de la Iglesia Católica, ns. 2603-2604.
Breve reseña de la historia, características y proyectos de “Cuadernos Monásticos”.
“He aquí pues los dos temas principales abordados por el autor en estos tres sermones. Por una parte, la necesidad para el abad de recordar que su carga es ante todo espiritual y debe guardar un carácter contemplativo, también si ella está lejos de excluir una preocupación material: las almas no son sin cuerpos, ellas pasan por el cuerpo. Y por otra parte, el llamado preciso y circunstancial, de la humildad y del amor en vistas de la comunión fraterna...”.
«¿Será posible que en nuestra “lectio divina”, en nuestra vida cristiana y monástica, se unan fe, oración y visión-contemplación de modo armónico y profundo?».
Noticia informativa sobre su origen, y su uso profano y religioso.
Se trata de la versión castellana de la Vida de santa Pelagia prostituta, escrita por el diácono Santiago y traducida al latín por Eustoquio. En la antigüedad, el relato de estas “conversiones son presentadas como particularmente llamativas, y se piensa, por lo tanto, que llevan la esperanza de la salvación a todos los pecadores, sea cual sea la forma asumida por su alejamiento de Dios; si estas mujeres han podido ser salvadas -se afirma en estas historias- todos también pueden serlo”.