Inicio » Cuadmon » Cuadernos Monásticos Nº 136

Editorial

Iniciamos nuestras “entregas” del Tercer milenio con una presentación completamente nueva de Cuadernos Monásticos. Y con el sincero deseo de que ella haga más grata la lectura de nuestra revista. Es nuestro modesto “regalo” para los lectores que permanentemente nos apoyan en esta tarea gozosa pero exigente de divulgar la espiritualidad monástica cristiana.

En este número 136 hemos reunido contribuciones que abarcan tres áreas: formación, actualización y reflexión.

Al primer ámbito, hoy más que nunca decisivo para todo ser humano, pertenecen los artículos del Padre de Vogüé, osb, y de la Madre Cristiana, ocso. Estabilidad (perseverancia, permanecer: palabras casi irreverentes en los tiempos actuales) y concordia – paz, son dos pilares fundamentales de la vida monástica tal como la presenta san Benito en su Regla.

A ese grupo de subsidios para la formación, hay que adscribir también el Tratado de la casa interior o de la edificación de la conciencia. Una sola cita creo que basta para comprender el por qué de mi afirmación:

“La conciencia es la viña del Señor, la que debe ser cultivada por la confesión de los pecados y su satisfacción para expiarlos, la práctica de las buenas obras y la vigilancia que se ejerce sobre ellas. Cada uno tenga su conciencia como un libro y sepa que todos los otros han sido inventados para cuestionarla y mejorarla. Cuando salga de su cuerpo, el alma no podrá llevar consigo otro volumen, y ahí conocerá donde debe ir y lo que debe recibir. Seremos juzgados por lo que estará escrito en nuestros libros: así ellos deben ser escritos según el ejemplar del libro de la vida y si no se encuentran redactados de este modo al menos hay que corregirlos. Comparemos pues, nuestros libros con ese prototipo, y si ofrecen diferencias, que desaparezcan por temor que cuando se haga la última confrontación, sean rechazados si se encuentran contenidos opuestos. Feliz el hombre que se puede conocer y menospreciar, probar y reprobar. Porque si se desprecia, agrada a Dios, y lo que es vil a sus propios ojos, es querido al Señor. Hay muchas ciencias humanas pero la mejor de todas es aquella por la cual el hombre se conoce a sí mismo. Pondré todas mis miserias delante del Señor, para que su gran compasión lo conmueva. Le confesaré mis pecados a Él, para quien todo está desnudo y al descubierto, a quien no puedo engañar porque es la sabiduría, a quien no puedo evitar, porque está presente en todo” (XV,24).

En el terreno de la “actualización”, si se me permite la expresión, se ubica una nueva contribución a un mejor y más veraz conocimiento de D. Columba Marmion, el nuevo beato benedictino. Conforme a lo ya anunciado en el número precedente de “Cuadernos Monásticos” (135).

El artículo del P. Daniel Misonne, osb, además de clarificar el modo en que se editaron las obras del Beato, nos recuerda la importancia del “trabajo editorial”. Tarea habitualmente silenciosa, oscura y de poco brillo, pero fundamental. Un verdadero desafío para todos los que colaboramos en esta publicación de los Monasterios del Cono Sur.

Finalmente, “reflexión”, o tal vez sería mejor: ¿ayuda para la lectio divina? Dentro de esta calificación se coloca el artículo del P. Luis Casalá, sm, que nos pone entre las manos una magnífica guía de lectura de los textos bíblicos del tiempo de Pascua.

Quisiera concluir esta primera presentación de nuestra revista con un texto de san Bernardo (+1153) que me ha impresionado vivamente y que, a mi modesto parecer, es un verdadero “programa de vida” para quien busca seguir a Cristo “tomando por guía el Evangelio”:

«En la primera venida, el Señor se manifestó en el mundo, vivió con los hombres cuando lo vieron y lo odiaron, como lo atestigua él mismo. En la última, todos verán la salvación de Dios y contemplarán al que traspasaron.

La venida intermedia permanece oculta; en ella, los elegidos sólo lo ven en lo hondo de ellos mismos. Así se salvan. La primera venida es carnal y débil; esta intermedia es espiritual y eficaz; y la postrera, gloriosa y mayestática. (...) Esta venida intermedia es un camino que enlaza la primera con la última. En la primera, Cristo ha sido nuestro rescate; en la última, se manifestará vida nuestra; en la actual, para que durmamos entre los dos tesoros, Cristo es nuestro descanso y consuelo» (Sermón V en el Adviento, 1,2-3).

 

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La figura de la tapa representa al evangelista san Lucas. Se inspira en el Evangelio de Lindisfarne (698-721), British Museum, Londres. Estará presente en todos los números de Cuadernos Monásticos de este año, durante el cual en la liturgia de la Eucaristía leemos el tercer evangelio. 

 

SUMARIO

Editorial

¿Cómo formar hoy a los novicios en la estabilidad?

“Formar a los novicios hoy en día en la estabilidad es sin duda, en primer lugar, descubrir para ellos las perspectivas ilimitadas en las cuales los antiguos monjes concibieron y vivieron esta práctica. Si renunciamos a la movilidad espacial, es para favorecer la inmovilidad del corazón en Dios, en el movimiento perpetuo de la búsqueda de Dios”.

Artículo

Dom Raymond Thibaut (1877-1962), editor de las obras de Marmion

«En el prólogo de su primera obra, Cristo, vida del alma, Dom Marmion reconoce que él nunca escribió las conferencias que constituyen los capítulos de su libro. Agrega: “Un colaborador abnegado se impuso la tarea, difícil y delicada, de reunir los numerosos apuntes (tomados por los oyentes), ordenarlos y prepararlos para la impresión”. Ese colaborador anónimo es Dom Raymond Thibaut. Gracias a él, la doctrina del santo abad conocerá una difusión extraordinaria; en efecto, podemos estimar que suman casi dos millones de ejemplares las ediciones y traducciones de la trilogía. Dom Marmion nunca hubiera tenido la fama que se le reconoce hoy sin el trabajo editorial de Dom Thibaut».

Artículo

Concordia

“Me doy cuenta de que quien quiere ser constructor de concordia y de paz y agarrar la perla preciosa, tiene que aceptar también soledad e incomprensión. Vale el precio. La cruz sigue siendo siempre el camino más cierto a la plenitud de toda luz y de toda concordia”.

Artículo

Esperando un nuevo Pentecostés. “Es verdad, resucitó el Señor” (Lucas 24,34)

«Nuestra vida cristiana, el seguimiento de Jesús que hemos emprendido creyendo que en Él está todo nuestro Tesoro, no puede vivirse sin una apertura incondicional a la acción del Espíritu. Es Él quien nos puede resucitar el corazón y la esperanza; Él es quien puede reanimar nuestros “huesos secos”. Sin el Espíritu la letra mata, el “deber ser” nos ahoga, las estructuras nos oprimen, las relaciones con los demás se marchitan y/o nos encadenan, la oración es palabrerío, la fraternidad es una mejor o peor “sociedad”, la misión es activismo...».

Artículo

Tratado de la casa interior o de la edificación de la conciencia

Durante muchos años, el Tratado fue atribuido a san Bernardo de Claraval (+1153) y aparecía entre sus obras. Fue publicado también como obra de Hugo de San Víctor (+1141). Sin hacer aquí un análisis exhaustivo, que nadie ha hecho hasta la fecha, podemos decir con bastante certeza que nuestro Tratado no es obra personal ni del abad de Claraval ni de su contemporáneo canónigo de París. No obstante, el contenido demuestra que tiene un parentesco literario y espiritual con los dos autores del siglo XII.

Fuente

Recensiones - Libros recibidos

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