Inicio » Node » Cuadernos Monásticos Nº 108

Editorial

Crucifixión y Resurrección.  Miniatura de los evangelios escritos en sirio, llamados “Evangelios de Rabbula”. Biblioteca Medicea-Laurenziana.

Firenze (Italia), segunda mitad del siglo VI (año 586?).

 

En la escena de la crucifixión, en el centro, Cristo aparece con barba y aureola (todo su porte y su fisonomía misma expresan sufrimiento), vestido con el colobium (de color púrpura con dos franjas de oro: alusión al sacerdocio de Cristo Señor), conforme al uso de la iconografía oriental; está crucificado con cuatro clavos, y a ambos lados se encuentran los dos ladrones (Mt 27,38 y paralelos). A la izquierda, María y Juan (Jn 19,25-27); a la derecha, las mujeres piadosas (Mt 27,55-56 y paralelos); al pie de la cruz, tres soldados que sortean las vestiduras (Mt 27,35 y paralelos). El lancero (Longino) y el hombre que le alcanza la esponja con vinagre están a los costados de Cristo, que aún vive (Mt 27,48-50; Jn 19,28 ss). Al fondo, el sol y la luna (significado cósmico de la crucifixión), entre dos montañas (Gareb y Agra, que flanquean el Gólgota).

En la escena de la resurrección, se ve el sepulcro abierto del que salen rayos de luz que aterrorizan a los soldados; a la izquierda, el ángel que habla con las mujeres; las cuales, a la derecha, se encuentran con el Resucitado (Mt 28,1 ss. y paralelos)[1].

 

EDITORIAL

Cuadernos Monásticos se presenta, desde este primer número de 1994, con evidentes cambios exteriores.

Hemos buscado, después de varios años de continuidad, ofrecer a nuestros lectores una revista “adornada” con nueva tapa, distinto tipo de letra, diferente diagramación, mejor papel.

La presentación externa es diferente, pero Cuadernos Monásticos no modifica su línea fundamental: ser una revista de ESPIRITUALIDAD MONÁSTICA.

En el marco de esa fidelidad a nuestra característica propia, no dudamos, sin embargo, en aspirar a mejorar todas las secciones que integran Cuadernos Monásticos.

Así, en este número 108, se ha buscado dar una organización más sistemática a los artículos. En primer lugar colocamos aquellos de contenido “histórico”, luego los de reflexión. Es nuestro deseo que en cada número haya contribuciones de estudio, de reflexión, de actualización. Y que sus autores provengan de todas las latitudes.

Los dos primeros artículos que ofrecemos abordan cuestiones que atañen al monacato de los orígenes. El primero, sobre San Agustín y Juan Casiano, es una contribución para estudiar y analizar; el segundo, invita a la reflexión, partiendo del testimonio de los autores del monacato primitivo.

La estupenda y amplia investigación de D. Mateus Ramalho Rocha, OSB (monje del monasterio de San Benito de Río de Janeiro, Brasil), creo que une muy bien los dos aspectos recién mencionados: estudio y reflexión. A partir de la iluminación de una realidad histórica, por cierto poco conocida en el ámbito del monacato hispano parlante, ofrece un excelente punto de partida para una confrontación con las cuestiones actuales de la formación monástica.

De “actualización” me parece que se puede calificar la síntesis clara y lúcida de uno de los más importantes especialistas en la materia, el P. Charles André Bernard, SJ, sobre el significado de la “teología espiritual”; ámbito de la reflexión teológica donde se relacionan fe y experiencia. Pienso que para todo cristiano estas dos realidades son decisivas, y de su correcta forma de relacionarse depende, tal vez hoy más que nunca, el valor del testimonio de la vida cristiana y monástica.

La breve contribución del P. Pedro E. Alurralde, OSB, abre el camino para una nueva sección de la revista. En ella se presentarán artículos breves que sean como una chispa para encender el interés por cuestiones más amplias. Por ejemplo, en el caso presente, suscitando el deseo de conocer el monacato de otras latitudes; o mostrando esa actitud, que ya aparecía en los primeros monjes cristianos, de unir el testimonio de vida con un notable ejercicio del “discernimiento crítico”.

En la sección “Fuentes”, nos apartamos un poco de la tradición de traducir textos del monacato primitivo o medieval, y presentamos dos sermones patrísticos. Ambos se insertan en ese sutil hilo conductor que guía este número 108: vivir nuestra vida de fe (Cristo nos ha “rescatado”, afirma Cromacio de Aquileya) en consonancia con la vida y la experiencia cotidianas (hay que atender la mesa de los pobres, recuerda Paulino de Nola).

Finalmente, deseamos que el lector también preste atención a las recensiones, donde esperamos ir ofreciendo un servicio cada vez más adecuado a las características propias de Cuadernos Monásticos; y, hasta donde ello sea posible, en consonacia con la formulación particular de cada entrega de la revista.

Una nueva etapa, como la que ahora iniciamos, supone cambios y opciones que, como es lógico, no siempre serán del agrado de muchos de nuestros lectores. Por eso les rogamos que nos hagan llegar sus sugerencias y sus críticas. Sólo así Cuadernos Monásticos podrá lograr un crecimiento armónico y coherente, como creo que todos lo deseamos. Es una meta que nos alienta a celebrar con alegría las “vísperas” de los treinta años de existencia. Es una meta que debe colocarse en la senda de esta profunda afirmación de san Agustín:

«La santa Iglesia somos nosotros. Pero no dije “nosotros”, como refiriéndome sólo a los que ahora estamos aquí, a los que actualmente me oyen. La Iglesia somos todos, por la misericordia de Dios, los fieles cristianos de esta iglesia, de esta ciudad, cuantos están en esta región, en esta provincia, allende el mar, y en toda la redondez de la tierra, porque desde el nacimiento del sol hasta el ocaso es alabado el Señor. Tal es la Iglesia católica, nuestra verdadera madre, verdadera esposa del divino esposo... Grande y singular es la dignación del esposo. Esta esposa era meretriz, él la hizo virgen. Porque fue meretriz, y no debe negarlo, para no olvidar la misericordia del Libertador. ¿Cómo no iba a ser meretriz, cuando fornicaba en pos de los ídolos y de los demonios? Fornicación de corazón hubo en todos. Quizá pocos cometieron la de la carne, pero la del corazón la cometieron todos. Y vino el esposo, e hizo virgen a la esposa... Por la fe es virgen la Iglesia. Quizá en la carne tiene pocas vírgenes o monjas, pero en la fe deben ser vírgenes todos, varones y mujeres; en la fe ha de estar la pureza y la castidad de la santidad... Virgen es la Iglesia..., es virgen y, sin embargo, da a luz. Imita a María, que alumbró al Señor. ¿No era virgen María, y dio a luz y permaneció virgen? Así también la Iglesia da a luz y es virgen. Y si lo consideras bien, da a luz al mismo Cristo, puesto que miembros suyos son los que se bautizan: Ustedes son miembros del cuerpo de Cristo y miembros suyos (1 Co 12,27), dijo el Apóstol. Si alumbra a los miembros de Cristo, es muy semejante a María» (Sermón 213,8).

 


[1] Dizionario Patristico e di Antichità Cristiane, Genova, 1988, vol. 3, fig. 113; M.G. Muzj, Icona cristiana e catechesi, Roma, Centro Russia Ecumenica, s.d., p. 72. M. G. Muzj señala que Bréhier (DACL 3,2, col. 3074), sostiene que esta imagen de la crucifixión es la primera verdadera representación del evento que aparece en el arte cristiano, en la que la realidad sustituye el símbolo y la idea de triunfo cede su puesto a la representación del sufrimiento. La afirmación de Bréhier es verdadera por lo que atañe al carácter “realístico” de la escena, pero no por lo que toca a los elementos de una expresión simbólica del significado espiritual del hecho: los ojos abiertos y la vestimenta de Cristo, los elementos cósmicos, la elevación de la cruz central, el fuerte aspecto simétrico de la composición. En efecto, las antiguas representaciones de Cristo (p. ej. puerta de Santa Sabina, Roma, siglo V) no intentan recordar la realidad de la muerte de Cristo, sino más bien mostrar su gloria, su actividad sobre la muerte, como símbolo de la resurrección, la universalidad de la salvación por medio de la cruz (o. c., p. 71).

 

SUMARIO

Editorial

Juan Casiano: conocedor de Agustín

La relación entre San Agustín y Juan Casiano ha sido, a menudo, objeto de simplificaciones abusivas. Este artículo muestra la necesidad e importancia de un replanteo de la cuestión, que supere el estrecho marco de la polémica pelagiana. Así nos hallamos frente a un Casiano mucho más cercano al obispo Agustín de lo que podría suponerse, aún cuando los puntos de vista de ambos no siempre se correspondían.

Artículo

La formación para la vida monástica según la «Regla de San Benito»

La RB, leída en relación con otras reglas de su tiempo, apunta fundamentalmente a formar al monje para un seguimiento de Cristo humilde; Él se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Se trata, en última instancia, de un itinerario pascual.

Artículo

Padres maestros y Padres predicadores: Apuntes histórico-descriptivos sobre los estudios superiores en el Monasterio de San Benito de Río de Janeiro desde 1590 hasta 1890

La atención y preocupación que hoy suscita la formación monástica, y en particular el estudio de la teología, no es ciertamente un hecho nuevo. El presente artículo nos muestra el cuidado y exigencia con que se preparaba a los jóvenes formandos: régimen de vida, tiempo de estudio, profesores, asignaturas, programas, etc.

Artículo

La naturaleza de la teología espiritual

La expresión “teología espiritual” se aplica a la reflexión científica sobre la vida espiritual. Su meta es, pues, comprender la vida cristiana, entendiendo esta última como experiencia espiritual. Por consiguiente, la teología espiritual debe tomar en consideración los datos de la fe y los de la experiencia. Y al considerar los principios teológicos junto con la experiencia, necesariamente tiene que plantearse el problema de la articulación de estas dos “fuentes”.

Artículo

El Bonzo

Una reflexión, basada en un hecho histórico, que evoca las enseñanzas que encontramos en los Apotegmas.

Artículo

Fe y vida en la predicación de los Padres de la Iglesia. Cromacio de Aquileya y Paulino de Nola

Fuente

Recensiones - Libros recibidos

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