Benito habla de dos formas de celo. Como todos sabemos, la palabra “celo” deriva del griego zelos, que designa algo que arde. Es fuego. Benito habla de dos formas de fuego: una que puede arrastrarnos hacia abajo y otra que puede elevarnos. Estemos muy atentos a las palabras que usa. Yo creo que la mayoría de nosotros, cuando leemos este texto, pensamos casi siempre a partir del punto donde estamos ahora: en el medio –sobre la tierra–, desde el cual vamos, después de nuestra muerte, al infierno o al cielo, de acuerdo con el tipo de celo que hemos practicado. Esto no es lo que dice Benito. Él habla de un camino que va, ya sea de Dios (arriba) al infierno, o del infierno a Dios. Nosotros estamos siempre en un camino –en uno de estos dos caminos. Nunca estamos en un punto fijo desde el cual podemos ir hacia arriba o hacia abajo, como una consecuencia de nuestros actos (nuestro celo).
S. Bernardo tiene como objetivo nuestra conversión: nuestra conversión de la soberbia a la humildad y, más específicamente, dentro del contexto monástico, tiene por objetivo nuestra perseverancia en la humildad, no obstante las presiones interiores que intentan seducirnos para que la dejemos. Si tenemos dudas de la seriedad esencial de su empeño, deberíamos pensar en el penúltimo párrafo de su tratado, cuando describe al monje que llegó hasta el fin del camino de la soberbia como espiritualmente muerto –tan muerto que la Iglesia no se atreve a orar por él en público, tan muerto que la única cosa que resta entre él y la perdición eterna es el tiempo.
Hubo, por tanto, un declinar de la profecía cristiana en el s. II, después de su comienzo primaveral. ¿Cuáles serían las causas? El profeta del A. T., tomado por el Espíritu, contrastaba fuertemente con el público a quien se dirigía. Era para ellos la voz absoluta de Dios. En el cristianismo, en cambio, todos los cristianos reciben el Espíritu y son eventuales profetas, como interpreta Pedro la efusión de Pentecostés según la profecía de Joel. Entre los carismas, uno de ellos es discernir los espíritus.
Libro II, Caps. 1-20.
No por confianza sino por fe emprenderemos con presteza, por de pronto, el estudio de la Santa Trinidad. Después, prosiguiendo con una clara exposición contra los judíos y los herejes, descubriremos también el error cismático de los novacianos. 3. La instrucción así reunida a partir de muchos libros hará las veces de un resumen que no desarrollará cada tema en particular. 4. Al tener la experiencia de que un tema se trata mejor entre distintos interlocutores, a nuestros Zaqueo y Apolonio, que ahora es también nuestro, los conduciremos a los grados ya vistos en las explicaciones a través de una ciencia más vigorosa, de modo que a la manera del libro precedente, los adversarios de nuestra religión sean condenados previamente y aquél que arda en amor por aprender desee vivir para Dios y morir a los vicios.