Iniciamos el año con un número de Cuadernos Monásticos enteramente dedicado a temas relacionados con nuestra vida monástica.
La sección artículos nos ofrece dos estudios sobre la Regla de san Benito (RB), ambos escritos por mujeres que han consagrado su vida al seguimiento de Cristo por el camino de la vocación monástica.
En las dos colaboraciones podemos comprobar la importancia de la iniciativa de Dios en el llamamiento, el carácter netamente evangélico de la RB -tomando por guía el Evangelio- y la centralidad del hombre, del ser humano, que es, por Cristo y en Cristo, el gran protagonista del programa de vida monástica que nos ofrece la RB.
Como una suerte de respuesta vital, concreta, a esas dos aproximaciones, se nos ofrecen luego dos crónicas de encuentros monásticos en los que se compartió, se trabajó con intensidad y se reflexionó en torno a temas que preocupan, por así decirlo, a monjas y monjes: el futuro de nuestra vida benedictina y el servicio del canto en nuestras comunidades.
Me parece conveniente destacar la importancia de este último encuentro, ya que se realizó en el ámbito de SURCO, y con audacia ha abierto un camino que hasta la fecha estaba poco transitado…
La sección “Fuentes” arroja buena luz, sobre una cuestión disputada: la posición de Juan Casiano en el delicado tema de la gracia y el libre albedrío: “A nuestros lectores les puede sorprender que en esta sección de Fuentes Patrísticas presentemos la Colación XIII de Casiano. Sin embargo para el lector español, hoy en día, en las principales ediciones de Casiano, la Colación XIII no está presente. Por eso, dada la importancia del tema -“la gracia de Cristo”-, es una Colación medular en la obra y pensamiento del autor. ¿Por qué se la elimina de muchas ediciones en lengua moderna? Porque con esas enseñanzas que contiene, Casiano entró dentro de una polémica que agitó a los monjes y a todo el mundo cristiano de occidente desde fines del siglo IV hasta mediados del VI. ¡Cómo será entonces esa polémica que hasta el día de hoy los diversos traductores la sacan y pasan por alto, de un modo muchas veces desapercibido para los lectores, saltando de la Colación XII a la XIV!. Con ello están manifestando que la controversia no sólo se dio en torno a esos siglos, sino que aún hoy continúa presente y, utilizando un viejo recurso para quitar de en medio a los autores que no son del propio agrado, se elimina el texto”.
Recomiendo al lector que, aunque deba hacer un especial esfuerzo, no deje de lado el valioso regalo de esta sección, donde hallará perlas como las siguientes:
«... el principio de los actos buenos así como de los buenos pensamientos está en Dios, que nos inspira desde el comienzo con la buena voluntad y nos da todavía la fuerza y el momento favorable para realizar nuestros deseos santos. “Todo don de excelencia, toda gracia perfecta proviene de lo alto y desciende del Padre de las luces” que comienza, continúa y consuma todo bien.
“Aquel que da la semilla al sembrador -dice el Apóstol- le proveerá también el pan para su alimento, multiplicará su semilla y hará crecer los frutos de su justicia”.
Nos corresponde a nosotros seguir humildemente el llamado cotidiano de la gracia o resistirla...» (Conf. XIII,3).
“En muchas cosas y, mejor dicho en todas, el hombre necesita sin cesar del auxilio divino. Esto podría demostrarse fácilmente. La fragilidad humana (humanam fragilitatem) no puede lograr (perficere) nada en lo que concierne a la salvación por sí misma y sin la ayuda de Dios (sine adiutorio Dei)” (Conf. XIII,6).
«Dios no ha creado al hombre para su perdición sino para que viva eternamente: su designio permanece inmutable. Desde el momento en que ve brillar en nosotros la más mínima chispa de buena voluntad o que Él mismo la hace surgir de la dura piedra de nuestro corazón, su bondad la cuida atentamente, la estimula y la fortalece con su inspiración. Porque: El quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tm 2,4). (...)
La gracia de Cristo (Christi gratia) está, por consiguiente, siempre a nuestra disposición. Como: Él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tm 2,4) los llama a todos sin excepción. Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados y yo os daré descanso (Mt 11,28). Si no llamara a todos los hombres en general, sino sólo a algunos, supondría que no todos están sobrecargados, ya sea por el pecado original o por el pecado actual. Y estas palabras no serían justas: Porque todos han pecado y están privados de la gloria de Dios (Mt 11, 28)...
De ahí viene que muy a menudo cuando pedimos cosas perjudiciales en lugar de aquello que nos sería de provecho Él demore en acceder a nuestros ruegos o incluso no responda en absoluto a ellos. Contrariamente, cuando es para nuestro bien, su bondad consiente en imponernos (inferre), a pesar de toda nuestra resistencia, aquello que consideramos desfavorable, tal como lo haría el mejor de los médicos» (Conf. XII,7).
Tapa: San Juan en la gruta dictando el Apocalipsis. Icono bizantino del siglo XVII.
Desde el primero hasta el último capítulo del Evangelio de Juan, la vocación del discípulo no se separa jamás del camino que hay que seguir en la luz para llegar a la meta deseada: permanecer con Cristo y contemplar la gloria de Dios. […] Ahora bien, la misma estructura se encuentra en la Regla. Desde el Prólogo hasta el último capítulo, toda la vida del discípulo puede resumirse así: vida de silencio, de obediencia inmediata, de humildad y de amor en el seguimiento de Cristo que busca al discípulo para permanecer con él.
El cuerpo está comprometido junto con el corazón en el camino de la conversión, y la cumbre de la vida espiritual es que el cuerpo sea penetrado por la energía del Espíritu Santo, y así sea transfigurado. Obra que se sella con el paso del monje del régimen del temor al del amor.
Las Semanas Monásticas se celebran cada dos años en España y van tomado fuerza desde que hace 45 años comenzaran su andadura promovidas por la Sociedad de Estudios Monásticos.
Fue esta frase de la Regla de san Benito la que nos convocó desde el primer día, para acercarnos al misterio de la música y el canto, de especial interés para nuestras comunidades monásticas.
Dios no ha creado al hombre para su perdición sino para que viva eternamente: su designio permanece inmutable. Desde el momento en que ve brillar en nosotros la más mínima chispa de buena voluntad o que Él mismo la hace surgir de la dura piedra de nuestro corazón, su bondad la cuida atentamente, la estimula y la fortalece con su inspiración. Porque: “El quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tm 2,4).