El secreto del peregrinar de Egeria es la persona humana. Este es el tesoro que ella descubre envuelto en el monumento, el culto, y el recuerdo. Es el hombre y la mujer de vida íntegra, cuyo hálito sigue difundiéndose por el tejido moral de los santuarios.
Hay cuatro fuentes acerca del origen del monacato egipcio: la Regla de san Pacomio, la Vida de san Antonio (san Antonio Abad, en la posterior tradición cristiana) de san Atanasio de Alejandría y las vidas de San Pablo de Tebas (conocido en la hagiografía como san Pablo Ermitaño) y San Hilarión de Gaza, de san Jerónimo.
En la rutina “normal” tenemos que estar atentos para no ceder a la tentación de rechazar lo que en nuestra vida resulta duro o difícil: en el trabajo, en la relación con los hermanos o con el abad, en el silencio, en la soledad o en el celibato y en tantas otras cosas. La tendencia cultural hoy es hacernos pensar que sólo aquello que nos hace sentir “bien” es lo bueno; sólo aquello que nos lleva a una satisfacción de nuestros gustos e inclinaciones es positivo; y lo que cuesta es rechazable, a menos que nos reporte dinero; desde esta perspectiva la dignidad humana se ve reducida al bienestar material en un horizonte muy cerrado.
Por eso, si alguien me preguntase cuál es la misión del monje benedictino cisterciense, le diría que nuestra misión es justamente dejar que Él realice su voluntad en nosotros, colaborando con Él para que esto suceda, y que su gracia dé frutos abundantes en nosotros para bien de la Iglesia. Por eso, estoy convencido de que Benito centra todo el discernimiento vocacional en ver si el candidato realmente busca a Dios, para comprobar si en todo lo que hace y vive Dios es el tesoro de su corazón.
Los Capítulos de 2008 se celebraron en el mismo lugar de hace tres años: Asís, Italia, o más exactamente, en el centro franciscano Domus Pacis, al lado de la famosa Basílica de la Porziuncola en el pueblo de Santa Maria degli Angeli, tres kms al oeste de Asís. Duraron tres semanas, con un temario que abarcó temas especialmente importantes –elección del nuevo Abad General, atención pastoral a las casas más necesitadas, revisión de las estructuras de la Orden, calidad del servicio abacial, formación de los nuevos miembros– junto con temas de menor envergadura.
Percibimos que este encuentro nos ha ayudado a enriquecer, animar y fortalecer nuestra vivencia de la vida monástica, renovando el deseo de ponernos al servicio de nuestras comunidades. Destacamos que estas instancias no son cursos, sino “encuentros” serios de reflexión sobre la experiencia monástica, guiados por un monje o una monja que testimonia su fidelidad en el seguimiento del Señor Jesús.
Mi palabra se apresura más bien a decir, con qué fe él quiso con libre voluntad en los años de su adolescencia su propio bautismo, como el que con maduro juicio espantó a la muerte; puesto que antes del bautismo él percibió que carecía de vida, con qué sed deseaba que su vida se renovara en la fuente de la Vida; cuán dulce fue esta infancia, cuán modesta la niñez, cuán grave fue su adolescencia, cómo también fue atravesando todos los grados de las edades siempre en gracia y en virtud, y siempre fue hallado superándose a sí mismo, de tal suerte que se le considera como formado por la escuela divina.