Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur
Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur
Abramos los ojos a la luz divina, y oigamos con oído atento
lo que diariamente nos amonesta la voz de Dios que clama diciendo:
“Si oyeren hoy su voz, no endurezcan sus corazones” (RB, Prol. 9-10)
En este último número del año, los artículos que publicamos hacen referencia, en mayor o menor grado, a la vida monástica como lugar educativo en el que la relación filial con Dios –Padre que provee a nuestra salvación con la entrega de su Hijo amado– nos despierta a la realidad asombrosa de la fe; y a la irradiación de esta esperanzadora y movilizante visión de fe en el mundo circundante y en los distintos momentos de la historia.
Conmemoramos, en este año 2010, los 1100 años de la fundación del monasterio de Cluny, cuya comunidad creyente y orante, bajo la guía de varones sabios –los santos abades Odón, Máyolo, Odilón y Hugo– llegó a ser el centro de un profundo y amplio movimiento de renovación espiritual, no sólo de la vida monástica, sino también de la vida de la Iglesia y de la sociedad europea: después de dos siglos de crecimiento e irradiación, la Orden de Cluny llegaría a contar, en el siglo XII, con casi 1200 monasterios, no sólo en Francia sino también en Italia, España, Alemania, Hungría.
Benedicto XVI, en su Catequesis del 11 de noviembre de 2009, resume así el aporte de Cluny a la gestación del ser europeo: “Hace mil años, cuando estaba en pleno desarrollo el proceso de formación de la identidad europea, la experiencia cluniacense, difundida en vastas regiones del continente europeo, ha aportado su contribución importante y preciosa. Reclamó la primacía de los bienes del espíritu; tuvo elevada la tensión hacia los bienes de Dios; inspiró y favoreció iniciativas e instituciones para la promoción de los valores humanos; educó en un espíritu de paz”. Y termina haciendo un llamado a la oración: “Queridos hermanos, oremos para que todos aquellos que están preocupados por un auténtico humanismo y el futuro de Europa, sepan descubrir, apreciar y defender el rico patrimonio cultural y religioso de estos siglos”.
Con ocasión de esta conmemoración, hemos querido brindar en este número el aporte de distintos enfoques del vínculo entre monacato y educación humana; vínculo en el que la tradición eclesial se va mostrando, día a día, como memoria viva y novedosamente operante en la realidad cotidiana.
Así lo vemos en el artículo del P. Fernando Rivas, osb, que rastrea, en la reflexión de los primeros cristianos y de los primeros monjes hasta el siglo VI, el paso del concepto griego de educación al luminoso dinamismo de la pedagogía divina. Y en el artículo de Alfonso Hernández Rodríguez, que investiga la relación entre monacato y sociedad en el alto medioevo y especialmente en el período carolingio (años 750 a 920 aproximadamente), con su proyecto de cristianizar la sociedad europea occidental. Margarita Crespo Larraín, por su parte, muestra al monasterio benedictino como un lugar en el que se aprende y se enseña a ser discípulos de Cristo. Y María Laura Natali, osb, toma del ámbito monástico dos casos de amistad espiritual entre un hombre y una mujer –Paula y Jerónimo; Olimpia y Juan Crisóstomo– y los presenta como ejemplo de la experiencia educativa de aprender a vivir “la alegría y la riqueza de la reciprocidad en la diversidad”.
En la sección Fuentes publicamos la última parte de la Primera Vida Griega de san Pacomio.
«Decíamos que los primeros cristianos veían en el Nuevo Testamento un esclarecimiento no sólo terminológico para el concepto de “paideia”, sino un nuevo planteo de las relaciones entre Dios y los hombres. En efecto ahora, en Cristo, todo se ve claro: la relación que Dios quiere tener con los hombres es la relación de un padre con sus hijos, porque Él es Padre desde la eternidad, y la vida consiste en la generación paternal de hijos. Y por eso la relación con Él reviste la forma de una “paideia”».
El propósito del siguiente artículo es presentar las principales líneas de investigación dentro de la historiografía actual acerca del monacato en los siglos VIII, IX y principios del X. No presentaremos un resumen de la historia monástica de esos siglos, sino que nos centraremos en la relación entre monacato y sociedad, que es el eje principal de investigación que se está desarrollando actualmente en los medios académicos europeos.
«Para comprender cómo y por qué los monjes llegaron a convertirse en los principales educadores durante los cinco primeros siglos de la Edad Media (V-X) resulta esencial empezar por analizar los aspectos esenciales de la riqueza educativa de la “Regla de san Benito”.
Podemos decir que san Benito concibe la vida monástica como un proceso de educación, una escuela donde el hombre aprende a servir al Señor. ¿Cuál es el concepto de hombre y de educación que subyace en esta definición del monasterio como “escuela de servicio del Señor”?»
“Fui llamada, específicamente, para presentar aquella relación que llegó a establecerse entre Paula y Jerónimo, y que asumió la forma de una así llamada amistad espiritual, y me pareció que sería fructífero elaborarla espejando dicha relación e historia en la que caracterizó la de Olimpia con Juan Crisóstomo, ya que dicha comparación permite realzar y comprender mejor determinadas dinámicas relacionales”.
(Continuación: Caps. 100-150)
«(Pacomio) estaba agonizando, a punto de entregar su espíritu. Tomó con un gesto suplicante la barba de Teadoro y le dijo: “Si esconden mis huesos, llévalos lejos de aquí”. Teodoro pensó que le recomendaba no dejar su cuerpo donde lo enterrarían sino que lo transportase secretamente a otra parte. Pero Pacomio le dijo: “No te digo sólo esto, sino también aquello”. Y le hizo tres veces esta recomendación. Le dijo también que no descuidara a los hermanos negligentes consigo mismo, sino que los estimulara por la ley de Dios».
