A lo largo del tiempo nuestra publicación viene manteniendo, con llamativa constancia, dos “secciones”, que han llegado a convertirse en la columna vertebral de Cuadernos Monásticos.
Ellas son las secciones Artículos y Fuentes. En casi ningún número han estado ausentes. Y además le han otorgado su claro carácter “monástico” a nuestra revista. A ellas se añaden otras dos: Libros y Crónicas. Las cuales con menor presencia, sin embargo, no faltan tampoco en una buena parte de los números de Cuadernos Monásticos.
Fieles entonces a esa firme tradición, iniciamos el año con un número consagrado casi por entero a temas y autores monacales.
Dos artículos dedicados a autores medievales, se suman a otro sobre un aspecto de la Regla de san Benito del que no se habla mucho: el esmero. Completa esa sección una reflexión litúrgico – patrística que nos puede ayudar mucho en nuestra práctica de la lectio divina.
Las Fuentes nos ofrecen, creo que por vez primera en nuestra lengua, el texto de una de las grandes Reglas del monacato occidental: la escrita por Cesáreo de Arlés para el monasterio de vírgenes.
No falta la parte dedicada a los Libros. En la cual se prosigue con el aporte en torno a las traducciones castellanas de los escritos de los Padres de la Iglesia.
Durante este año no continuaremos con los precedentes aportes sobre los sitios en internet y los libros digitales. Con lo ya publicado quienes tengan interés en ampliar sus conocimientos tienen los caminos abiertos para recorrerlos a su manera.
Nos unimos en oración con toda la Iglesia, para agradecer a nuestro Señor por el servicio que nos ha regalado Benedicto XVI. Y pedimos al Espíritu Santo que ilumine a los electores del nuevo pontífice. Estamos totalmente seguros que el Señor sigue guiando a su Iglesia.
Tapa: Selección de obras de Ruberval Monteiro da Silva, osb. Abadía de la Resurrección. Ponta Grossa, Brasil.
Existe para Orígenes como otra dimensión del misterio, que consiste en algo más que el simple paso del sentido literal al sentido místico. Esta otra dimensión es el paso al sentido escatológico, el paso del “Evangelio temporal” al “Evangelio Eterno”.
En el presente artículo se busca dar a conocer la obra de un reconocido monje del siglo IX, cuyo espíritu misional y de reforma lo convirtieron no solo en el gran amigo y consejero del rey y futuro emperador carolingio, Carlomagno (768-814), sino en uno de los hombres más sabios de la iglesia de su tiempo, cuya fe en Dios y en el hombre, más que restarle originalidad, lo convirtieron en uno de los grandes maestros del humanismo cristiano.
Hay un principio que está en la base de la vida benedictina y que gana vigencia en este tiempo de modos de vivir precipitados, inquietos y a menudo aledaños a la superficialidad. Es el tema del “esmero”, la “diligencia”, la “solicitud” o “cuidado”: solicitud en el trato con las personas, diligencia durante la realización de tareas, prolijidad y cuidado con las cosas, esmero con uno mismo. Esto ya comienza en la práctica del culto divino.
“Les ruego, pues, sagradas vírgenes y almas consagradas a Dios, que esperen con las lámparas encendidas y con conciencia segura la llegada del Señor. Y que pidan con santas oraciones que pueda acompañarlas en su viaje, puesto que saben bien cuánto he trabajado para construir el monasterio. De modo que, cuando entren felizmente en el reino con las santas vírgenes sabias me tengan también a mí, por sus oraciones, y no quede fuera con las necias”.