Como seguramente ya han constatado nuestros lectores, el último número de Cuadernos Monásticos de cada año, está centrado más especialmente en lo que nos ofrece la vida litúrgica de la Iglesia para orientar mejor nuestro vivir cotidiano.
Tratamos de invitar a recorrer un camino integral hacia un Encuentro cada vez más pleno con el Señor quien siempre está presente, acompañándonos, iluminándonos, en la creación, en la Palabra ofrecida por la Sagrada Escritura y la viva Tradición, en los Sacramentos, en los Hermanos que nos salen al paso.
Con los artículos que ahora les acercamos queremos humildemente contribuir a que este Encuentro llegue a ser cada vez más nuestro norte y nuestro constante alimento.
El P. Max Alexander, osb, patentiza la riqueza simple y profunda del Salmo 15 (16) en parangón con el más conocido y rezado Salmo 22 (23). Destaca sus reminiscencias y proyecciones en el Antiguo y Nuevo Testamento, el Talmud, la Liturgia judía, los Maestros de la fe y cómo subyace este breve poema en numerosas Oraciones sálmicas infundiéndonos confianza.
El P. Michael Casey, ocso, destaca cómo la vida del monje está configurada por la Liturgia de las Horas. Es una poderosa ayuda para mantener a lo largo de toda la jornada un diálogo permanente con el Señor. Con sabiduría y decantada experiencia, formula siete principios muy actuales. Aunque se dirigen preferentemente a la vida litúrgica monástica en los monasterios occidentales contemporáneos, son también muchos, gracias a Dios, los cristianos que rezan en sus propios ámbitos, las Horas litúrgicas. Sus palabras se expanden entonces más allá del ámbito exclusivamente monástico y esbozan una guía segura para rezar, para vivir mejor y para vivir como rezamos. Tienden a favorecer un permanente estado de conversión a la luz de la Palabra. Con firme suavidad no deja de recordarnos que la Obra de Dios se da a lo largo de toda nuestra vida y abarca tanto lo que Dios hace en nosotros como lo que nosotros permitimos y hacemos por Dios.
El P. Mario Haller con clara hondura realiza toda la trayectoria de la manera de recibir la Eucaristía, desde su Institución por Jesús hasta nuestros días en el marco del respeto a la sana tradición y al legítimo progreso. En ella acogemos al Rey del Universo, de manos de la Iglesia, para nuestro bien personal y para el bien común de todos los fieles; nos nutrimos de un mismo Pan y formamos un único Cuerpo. Con sencillez este sacerdote argentino y solícito pastor de almas nos orienta para conducirnos con libertad y respeto ante el Señor a sabiendas de que la comunión eucarística es la raíz de la comunión eclesial.
En la Sección Fuentes, queda completa con este último número del año en curso, la publicación de la Vida de San Antonio en sus tres versiones: la traducción de la griega original y las dos versiones latinas, coronando lo iniciado en el primer ejemplar de este año, en concomitancia con la portada escogida para los ejemplares del 2022.
“Estamos en presencia de una oración embebida de profunda confianza y llena de símbolos sapienciales. Se presenta como una orante profesión de fe en Dios. Es un verdadero canto de confianza y de intimidad con el Señor. El compositor de este salmo es, muy probablemente, un levita adscrito al servicio del Templo. De sus labios brota uno de los más hermosos cantos de confianza y de paz que jamás se hayan escrito”.
Tal vez valga la pena volver a ver el tema de la relación entre monacato y liturgia. Me gustaría aproximarme a este objetivo a través de la formulación de un número de principios que puedan guiar nuestra reflexión sobre este asunto.
Dado que la liturgia “vive de una relación correcta y constante entre sana “traditio” y legítima “progressio”, intentaré abordar la cuestión tratando de evitar apriorismos en la mirada e invitando al lector a que también tenga esta actitud para poder profundizar el controvertido tema.
91.2. “Yo me voy, como está escrito, por el camino de mis padres; porque veo que el Señor me llama. Ustedes vigilen y no dejen perder el fruto de su larga ascesis, sino que, como si ahora comenzaran, esfuércense por conservar su buena disposición.
91.2b. “Yo, sin duda, como está escrito, (voy) por el camino de mis padres. Pues veo que el Señor me llama. Ustedes permanezcan sobrios y no pierdan el fruto de su largo esfuerzo, que han sostenido según el Señor, sino como si ahora hubieran comenzado, apresúrense a custodiar permanentemente su celo.
91.7-12. “Hijitos, al decir de las palabras de las Escrituras yo emprendo el camino de los padres; en efecto, ya el Señor me invita, ya deseo ver las realidades celestiales. Pero a ustedes, oh entrañas mías, les advierto que no desperdicien en un momento el esfuerzo de tanto tiempo. Hoy crean que el afán de la religión los ha arrebatado y brotará la fuerza del propósito emprendido.