Vivimos tiempos difíciles, tanto en el mundo como en nuestros países, en la Iglesia, en la vida monástica. Sin embargo, la Palabra de Dios nos ilumina, sostiene y abre insospechados horizontes a nuestro caminar, en su multiforme manera de pronunciarse. Este Cuaderno quiere acompañarnos ofreciéndonos diferentes “palabras” de esa única Palabra de Dios que anima y nutre la vida cristiana y de los monjes, desde su característico ejercicio de la Lectio divina.
El P. GREGORY POLAN OSB en su artículo “Mientras aguardamos la gloriosa esperanza”: reflexiones sobre el significado bíblico de la esperanza”, nos lleva a descubrir un sentido más profundo del que habitualmente damos al referirnos a la esperanza. Como para los antiguos hebreos, ella es “aguardar con perseverancia la salvación de Dios”. Dios es propiamente el objeto de nuestra esperanza, debido a la convicción de que sólo Dios puede realizar el cambio que la situación requiere: “nosotros, como seres humanos, podemos ser instrumentos de las acciones de Dios, pero es Dios quien actúa”. Pero después de Cristo, la esperanza se funda en la Redención que su muerte y resurrección nos alcanzó. Como enseña san Pablo, la esperanza se apoya en la firme creencia en la Resurrección de Jesucristo (1 Co 15). El autor examina algunos momentos significativos tal como los encontramos en el Antiguo Testamento, especialmente en los Salmos y en el profeta Isaías, y, en el Nuevo Testamento, en las cartas de san Pablo, Hebreos y el luminoso pasaje de san Lucas 24,13-35, camino a Emaús.
Por su parte, el Abad PEDRO EDMUNDO GÓMEZ, OSB, en un pedagógico empleo del método de la Lectio divina nos presenta el comentario a Ezequiel 14,12-23 sobre Noé, Daniel y Job, como tres clases de hombres que alcanzan la libertad en tres estados de vida en la Iglesia, según la tradición patrístico-monástica. Los flagelos descriptos del hambre, las bestias, la guerra y la peste nos hablan de nuestra situación presente post covid 19, pero también del desafío de la libertad y responsabilidad personal que nos cabe. Es un grito de esperanza.
Pero encontrarnos con la Palabra en la Lectio divina tiene sus condiciones, a fin de que sea capaz de moldearnos, purificarnos y santificarnos. JOSÉ LUIS VILLACÍS, OCSO nos expone las recomendaciones de san Juan Crisóstomo, según sus “Homilías sobre el Prólogo al Evangelio según san Juan”, y que el autor presenta ofreciéndonos una síntesis del pensamiento teológico de las Homilías para pasar luego a las condiciones del desarrollo y generación del opus theologicum como fruto de la lectio divina. El trabajo se completa con una reflexión teológica sobre Jn 1,18 a modo de ilustración práctica y unas conclusiones.
En la Sección Fuentes el Abad ENRIQUE CONTRERAS, OSB completa el Cuaderno con la presentación y la traducción del “Tratado gnóstico” de Evagrio Pontico.
La esperanza es una virtud más honda y profunda de lo que su uso cotidiano pueda sugerir. Ahondar en la consideración bíblica de la palabra “esperanza” fue un esfuerzo más comprometedor de lo que al principio se podía prever.
Identificar alegóricamente a Noé, Daniel y Job con los tres estados de vida en la Iglesia: pastores, monjes y laicos, se inscribe, como san Bernardo sugiere, en una tradición iniciada por Orígenes, continuada y enriquecida a lo largo del tiempo por Abba Pastor, san Agustín de Hipona y san Gregorio Magno, entre otros.
Nuestra actitud hacia la lectio divina es de purificar nuestros corazones, abandonar el pesado yugo de la mentira y alistarnos a cargar el suave y ligero yugo de Cristo para retomar el camino de nuestra configuración con Él.
Todas las virtudes facilitan el camino al gnóstico; pero sobre todas, la ausencia de cólera. Porque el que toca el conocimiento y se mueve fácilmente hacia la cólera, es semejante al que con un hierro que tiene punta se hiere en sus propios ojos.