Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur
Conferencia de Comunidades Monásticas del Cono Sur
Transitando como Iglesia, un Año jubilar, como peregrinos de esperanza. La Regla de san Benito, a la cual suele estar dedicada el segundo número del año de los Cuadernos Monásticos, nos presenta un modo concreto de recorrer el camino de la vida con la fuerza de la fe, practicando las buenas obras que nos muevan a crecer en el amor, con la esperanza de alcanzar juntos, en la comunidad de hermanos, la vida eterna, a fin de ver en su reino a Aquel que nos llamó por su Evangelio.
Para quienes estamos habituados a escuchar cada día los capítulos de la Regla, la sistematización que nos propone el padre Rafael puede brindarnos una nueva perspectiva para reflexionar y vincular los contenidos del camino propuesto por san Benito para los cenobitas; algo que las monjas y monjes, hayan quizás realizado implícitamente en el tiempo de la formación y ahora encuentren aquí explicitado. Ciertamente, no se puede dejar de destacar la originalidad en el modo de agrupar los 73 capítulos de la Regla en 14 partes. A su vez, para aquellos que no están familiarizados con el texto de la Regla, o como el autor señala para los principiantes, se les ofrece una verdadera pedagogía para embarcarse en su lectura y comprensión.
Los otros dos artículos del presente número abordan la discretio. Uno de ellos, en el sentido de discernimiento y el otro analiza la discreción como madre de virtudes.
La discretio es la virtud del discernimiento que significa la vía justa entre los excesos. En una comunidad se puede caer en el exceso del autoritarismo orgulloso que cree tener siempre la adecuada solución para todo e impone a los demás su propia idea y visión de las cosas; como a la vez, se puede encontrar el extremo del desinterés, la despreocupación pasiva que aísla y encierra también en uno mismo. San Benito en el capítulo tres de su Regla invita al superior a escuchar lo que el Espíritu puede revelar a través de los hermanos para bien de todos, como asimismo invita a los hermanos a involucrarse en la toma de decisiones para edificar la comunidad. Una fraternidad que desea llegar juntamente a la vida eterna ha de ejercer este discernimiento en los asuntos de importancia. El abad Van Parys analiza esta cuestión estableciendo un vínculo con el proceso y el estilo sinodal emprendido por la Iglesia en los últimos años.
Por su parte, la Hna. Edith Scholl expone la importancia de la discreción en la tradición monástica y patrística, con especial atención a Juan Casiano y san Gregorio Magno para desembocar en la tradición cisterciense. Como fruto de su minucioso estudio de algunos términos del vocabulario monástico, trae a colación textos de los primeros autores de esta corriente de espiritualidad, referidos a la discreción. Ésta, en cuanto virtud que ejerce su moderación en la vida cristiana, se muestra indispensable para no caer en la tibieza, el celo excesivo o la laxitud. También asocia estrechamente la discreción con el conocimiento de uno mismo, con la caridad, la templanza, la obediencia y la humildad.
La sección Fuentes continúa con la Historia monachorum presentando la vida de Juan de Licópolis, abba Or y abba Amón.
Cada monasterio es importante no por lo que se hace en él, sino por cómo se hace, qué medios se utilizan para llegar a los fines propuestos y cuál es la personalidad, el talante, de la comunidad y de las personas que forman la comunidad.
El discernimiento no se limita a la vida de cada miembro de la comunidad, sino que también se ejerce en beneficio del bienestar espiritual y material de la comunidad en cuanto tal.
La discreción para Gregorio, como para Benito, nunca llega a ser simplemente un tema de moderación, aunque puede incluirla. Es por sobre todo cuestión de elegir la dirección correcta.
Conviene acercarse a Dios con toda reverencia y temor y liberar en él el sentido de la mente de modo que todo lo que la mente humana puede mirar de esplendor, de claridad, de fulgor, de majestad, piense siempre que Él está sobre todas estas cosas.
