Inicio » Cuadmon » Cuadernos Monásticos Nº 3

Editorial

No es fácil hablar hoy de “estructura”, de “institución”, de “cuadro de vida”, sin provocar la reacción de muchos, para quienes estas expresiones tiene la propiedad de despertar el temor de ver inhibido el movimiento vital espontáneo, espontaneidad que se identifica, algo arbitrariamente, con la autenticidad. La estructura despierta automáticamente la idea de la rutina, de in-autenticidad, de inercia, de freno a la libertad creadora.

Es esto comprensible como reacción contra un exceso real, pero no es justificable en quienes pueden reflexionar sobre el valor objetivo de la estructura para el desarrollo de la persona. La reacción pre-reflexiva puede identificar La Institución con Las instituciones o con el institucionalismo, pero no lo puede hacer la reflexión serena. La institución es la forma normal de toda vida en sociedad. En este caso la libertad creadora del hombre está en oposición con la sumisión, sino con el automatismo; se ejerce plenamente en el acatamiento de la Institución, devolviéndole, por un esfuerzo constante de reflexión, el sentido original que la creó. Y será esta continua re-creación vital de las estructuras la que no permitirá que se confundan los medios con el fin, que no puede éste regalado al olvido, o que se lo identifique con el mero cumplimiento de las leyes.

Las experiencias del monasterio de Taizé son un valioso testimonio en este sentido.

El cuadro fundamental del monasterio benedictino son los votos monásticos de obediencia, de vida virtuosa y de estabilidad. Aquí el estudio del P. Basilio Steidle es un valioso aporte, garantizado por su indiscutible competencia de investigador de los escritos de los Padres, para comprender mejor el espíritu que animaba al Autor de la Regla, al pedir al novicio la promesa de obediencia, estabilidad y vida virtuosa.

Y si un género de vida, tal como la ha concebido san Benito en su Regla, podría parecer anticuado y sin sentido para el hombre de hoy, el Concilio Vaticano II viene a exigirnos un retorno al espíritu de nuestro fundador, espíritu que se revela con evidencia en la organización del monasterio en función de la oración, de la lectura sagrada y del trabajo, es decir, en función directa de Dios, en comunión de caridad con los hermanos. Cabría entonces preguntarse si no es precisamente esto lo que busca inconscientemente el hombre de hoy tan ocupado y tan saturado de activismo: volver a una interioridad más profunda, a un contacto más inmediato con Dios, para satisfacer sus ansias más fundamentales de paz y felicidad y para animar y dar sentido a su misma actividad. Finalmente tendríamos que preguntarnos, siempre a la luz de los documentos conciliares, si no es ésta nuestra vocación específica en la Iglesia: ayudar a los hombres a que las actividades emprendidas por Dios, no les hagan olvidar a Dios.

La lectura del artículo de D. J. Leclercq ayudará a percibir algunos enfoques de los documentos del Concilio, que podrían correr el riesgo de quedar desvirtuados por el impacto causado por otros más novedosos.

P. Antonio Ghiotto, osb

Director

SUMARIO

Editorial

Las formas institucionales en la comunidad de Taizé

Artículo

La promesa de “Estabilidad”, “Conducta Virtuosa” y “Obediencia” en la Regla de san Benito

Artículo

La vida contemplativa y el monacato según el Vaticano II

Artículo

El sacerdocio de los monjes

Artículo

Los dichos de los Padres del desierto (Apophtegmata Patrum). III

Fuente

Un maestro de la doctrina monástica: Irenée Hausherr, SJ

Libro