Santísima Trinidad
Fresco conservado en la iglesia de Santiago en Urschalling
(Chiemsee. Alemania). Siglo XIV
«O lux beata Trinitas et principalis Unitas! (¡Oh Trinidad, luz bienaventurada y unidad esencial!, Liturgia de las Horas, himno de vísperas). Dios es eterna beatitud, vida inmortal, luz sin ocaso. Dios es amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada. Tal es el designio benevolente (Ef 1,9) que concibió antes de la creación del mundo en su Hijo amado, predestinándonos a la adopción filial en él (Ef 1,4-5), es decir, a reproducir la imagen de su Hijo (Rm 8,29), gracias al Espíritu de adopción filial (Rm 8,15). Este designio es una gracia dada antes de todos los siglos (2 Tm 1,9-10), nacido inmediatamente del amor trinitario. Se despliega en la obra de la creación, en toda la historia de la salvación después de la caída, en las misiones del Hijo y del Espíritu, cuya prolongación es la misión de la Iglesia»[1].
«La imagen que representa la Santa Trinidad es un enigma para historiadores y teólogos. Se dividen las opiniones en la interpretación de las tres figuras, particularmente si la figura entre Dios (Padre) y Cristo es varón o mujer…
Se trata de un grupo de tres figuras, encuadradas en un manto blanco, amplio. En el lado derecho se ve un hombre con cabello blanco y barba, de pie. A la izquierda está representado un varón con barba, de una edad mediana. Su cabellera de color marrón claro le cae sobre el hombro. Cada uno de ellos apoya una mano sobre el hombro de la figura del medio. Esta figura es más joven. Inclina su cabeza un poco hacia la izquierda. Su faz es suave, sin barba; los labios ensayan una sonrisa. Tiene las cejas un poco elevadas. Sus cabellos son también de un marrón claro y caen sobre sus hombros. Las tres figuras llevan un sayal de color marrón claro. El de la figura central tiene alguna figuración y está delicadamente plegado...
En su origen la iglesia era una capilla del castillo de la familia Falkensteiner. Mas tarde la adquirió la familia Wittelsbacher. El caballero Wolfgang de Aschau mandó, por el año 1390, pintar los frescos de la iglesia dedicada a Santiago el apóstol. Hoy se considera que esta obra, de fines del siglo XIV, es una de las mejores de Bavaria del Norte. No se conoce el nombre del pintor. Unos 200 .años después de realizarse el fresco se tapó con pintura blanca. Se ignora el motivo. Así los frescos quedaron escondidos. La gente del lugar se olvidó de esas imágenes.
En 1923 ocurrió algo notable. Una señora del pueblo estaba aseando a fondo la iglesia. Limpió también las imágenes del Via Crucis de la pared. Cuando quiso sacar una de ellas, se le cayó también el clavo con parte de la cal de la pared al suelo. Entonces vio que había colores... Buscó un cuchillo, raspó y descubrió así el secreto. Pero recién en 1941 se inició el rescate de los frescos; y 40 años más tarde la comisión nacional de monumentos hizo la restauración completa de la iglesia...»[2].
EDITORIAL
El último número de Cuadernos Monásticos está llegando hasta Ustedes con una selección de artículos que ofrecen una "antología", por así decirlo, de temas monásticos.
Ante todo, y la insistencia no es casual, presentamos una virtud principal de nuestra vida cristiana, vista desde la óptica de nuestra gran Tradición (con mayúscula) monástica. Una santa mujer -Melania la Joven- nos enseña con su vida que la prudencia es una virtud que en lo concreto, en cada circunstancia concreta, nos va a indicar el “cómo”, el “cuándo”, el “dónde”, el “cuánto”, etc...
Luego un artículo dedicado a un tema central de nuestra fe, y que además nos ayuda a concluir la reflexión de la Iglesia católica en este año 1999, que estuvo centrada sobre el Padre. Además, nos ofrece un excelente ejemplo del modo en que se deben armonizar en la vida del cristiano catequesis y liturgia.
Una colaboración para estimular y ayudar la lectura-escucha de la Palabra de Dios, bajo la sabia conducción de los Padres de la Iglesia, es lo que quiere poner en manos del lector el artículo que presento en este número.
Dos contribuciones más breves, en cuanto a su extensión, pero no menos profundas, nos recuerdan cuál es la misión de la vida monástica en la Iglesia, y cómo vivirla en la práctica día tras día en el “taller” del monasterio. El ejemplo de los mayores, como es el caso del querido P. Eduardo Lagos, osb, que ya están en la casa del Padre, es un pilar fundamental de la vocación monástica y un estímulo invalorable para seguir caminando en fidelidad a este llamado que Cristo nos ha regalado.
En la sección “Fuentes” publicamos la continuación del excelente trabajo del abad D. Joaquim de Arruda Zamith, osb: “La vocación y la vida monástica según las Cartas del Papa san Gregorio Magno”.
No quiero terminar esta editorial sin agradecer a Mons. Martín de Elizalde, osb, por su permanente e invalorable solicitud, mostrada en uno y mil detalles, desde los mismos inicios, hacia “Cuadernos Monásticos”. En este nuevo y exigente servicio que ahora le pide la Iglesia seguramente deberá atender, en primer lugar, a las prioridades de su Iglesia local. Pero confiamos en seguir contando con su colaboración. Y, sobre todo, nos comprometemos a orar por sus intenciones. ¡Gracias Mons. Martín!
Finalmente, tres avisos para nuestros lectores:
1) Nuestro lugar en la Web (en Internet) ya está actualizado. Confiamos en poder mejorar y ampliar este servicio a partir del año próximo.
2) Los índices de los años 1998 y 1999, los entregaremos junto con el primer número de “Cuadernos Monásticos”. Serán dos pequeños cuadernillos, para facilitar la tarea de quienes suelen encuadernar la revista.
3) Invitamos, a que nos manden por carta o por correo electrónico sus sugerencias o críticas. Nos serán de gran ayuda en nuestra tarea de mejorar, y si es posible ampliar, el servicio que quiere prestar “Cuadernos Monásticos”.
Cuadernos Monásticos en Internet
http://home.overnet.com.ar/cuadmon
[1] Catecismo de la Iglesia Católica, nº 257.
[2] Extractos tomados de un artículo publicado en la revista Altöttinger-Bote del 07.06.98, firmado por Bárbara Jest (traducción del alemán: P. Meinrado Hux, osb).
“Mi intención, al abordar la vida de santa Melania la Joven (383-439), es mostrar la importancia que en la realización de su vocación tuvo la prudencia... Lo que esta virtud indica no responde a la pregunta ¿qué es lo que hay que hacer? sino a la pregunta ¿cómo hay que hacer esto aquí y ahora?”.
“En la liturgia el Padre es fuente y fin: todo viene de Dios Padre y tiende a Dios Padre. El Padre aparece como origen y meta, el Hijo como el Mediador y Sumo sacerdote, el Espíritu como motor y dador de vida”.
Homilía Pronunciada por el abad Gabriel Guarda en las exequias del P. Lagos, el 25 de mayo de 1999.
La Autora da testimonio de “cuatro aspectos propios de la vida monástica benedictina, que son otros tantos canales de bendición y lugares de misión: la oración, la vida en comunidad, el trabajo y la hospitalidad”.
“Si el estudio de las obras doctrinales de Gregorio, especialmente de sus Comentarios a los libros de la Sagrada Escritura, es como un arduo camino por el cual se sube hacia la altas cumbres de la teología y de la misma doctrina de la experiencia mística, podemos decir que el estudio de sus cartas será como una subida por otra ladera de la montaña, por atajos pedregosos, todavía poco explorados, pero que llevarán al encuentro vivo, personal e íntimo con la personalidad del mismo Gregorio”.