Cuadernos Monásticos Nº 38-39

1976
JUL – DIC

Dentro de la constante búsqueda que los hombres y las instituciones hacen de su identidad, cuando ellos son bautizados, más aún, si ellos son consagrados, y más si son monjes, cabe la inquietud, la indagación acerca del lugar (entendido no como ordenamiento sino como misión) que se tiene en la Iglesia.

Muchas veces se nos interroga sobre nuestro sentido, y ello nos hace bien porque nos enfrenta -en ese caso- al hecho de nuestra falta de transparencia. Cuando preguntamos “qué es” una cosa, cuál es la “razón de su existencia”, lo hacemos justificadamente por dos motivos: o porque esa cosa está desvirtuada, oscurecida en su ser, invadida por el “absurdo”, ontológicamente deteriorada; o porque no se tiene luz en los ojos. Los ciegos preguntan, y deben hacerlo si son humildes. La primera luz es “querer ver”, después se verán “los hombres como árboles que andan” (Mc 8,24), finalmente se verán formas y colores del misterio de Dios y de su Iglesia. Estos humildes aún existen.

Hay también dos formas injustificadas de interrogar; o porque el que interroga es necio, ha quebrado la simplicidad de su mente rompiendo el principio de identidad, entonces dice y pregunta cualquier cosa, y siempre considera más importante la pregunta que la respuesta: algo así como cuando Pilatos preguntaba a Jesús ¿qué es la verdad?; o porque el que interroga ve con claridad, pero en la dureza de su corazón no acepta lo que ve. Entonces interroga para destruir. El resultado es siempre la impresión de lo grotesco, la ridiculización de lo que no puede ni debe ser captado y expresado en las coordenadas de la superficialidad.

A veces uno piensa en estas dos actitudes injustificadas, cuando se lee en revistas y semanarios, los muchos interviews hechos a comunidades de monjes y monjas.

Nosotros debemos ser un signo inteligible, y a la vez velado para los necios y para la incredulidad. Tan pronto caemos en la tentación de ser inteligibles para estos, nos oscurecemos, nos “nadificamos”. Porque buscamos muy de cerca ser imagen y semejanza de Dios, somos, como Él, un misterio solamente captable por la inteligencia de la fe.

Pero nos hace bien que nos interroguen, que nos interpelen.

Si en la Iglesia somos un signo, cabe preguntar de qué lo somos; pues todo bautizado es signo de Cristo y de su Iglesia.

Toda la Iglesia es apostólica, es misionera, y toda la Iglesia es contemplativa. Toda la Iglesia vive presente en la sociedad como la levadura lo está en la masa, y toda la Iglesia vive en el desierto de la tentación y de la fidelidad. Y toda la Iglesia es madre, y toda la Iglesia es virgen. Y ella es todo el signo, el único signo del que participamos los bautizados. Esto tiene dos consecuencias importantes: ninguna misión, ningún signo es un absoluto que excluya o sobrepase otras posibilidades; y nadie -persona o institución- tiene el monopolio de una misión o de un signo. Todo es participado y todo es compartido. Dentro de esta policromía de participación los monjes mostramos:

– la Iglesia contemplativa.

– la Iglesia en el desierto “donde debe ser alimentada” (Ap 12,6).

– la Iglesia transfigurada por el Espíritu Santo.

Los sacerdotes, los laicos, los huéspedes, miran a los monasterios como a verdaderos montes de soledad, de transfiguración y de contemplación. Cuando suben hasta nosotros y no encuentran esta triple realidad, y por el contrario perciben ruido, pasiones, acedia y distracción, descienden a lo suyo profundamente decepcionados.

Se trata de ser verdaderamente hombres y mujeres tomados por el Espíritu, que en todos y en todo buscan y contemplan el rostro de Dios, su huella, el “olor de sus vestidos”. Y que solos o entre hermanos o entre muchedumbres caminan con el corazón habitado por un solo nombre: el de Jesús, y con las dos manos ciegamente puestas en las manos del Padre.

Esta existencia solitaria, transfigurada y contemplativa es un signo elocuente del corazón indiviso de la Iglesia lleno de la alegría del Espíritu Santo. Y cuando esta exigencia es compartida, engendra una comunidad en el Espíritu, una verdadera “escuela del servicio del Señor”.

Los monjes en su larga tradición cuentan con diversos medios, “instrumentos”, para ascender, para lograr ese triple testimonio (cf. Cuadernos Monásticos N36, pp. 7-29 y 43-75). Uno de ellos, a la vez indispensable, es la lectio divina. Al punto que es bien cierta la clásica afirmación: monasterio donde la lectio divina no es observada entra en la decadencia y relajación. Dice el Padre Agustín Roberts, ocso, en su artículo “Métodos espirituales en la vida benedictina, ayer y hoy” (Cuadernos Monásticos No 36); “El monje cristiano a través de la lectio y la oración vuelve a recorrer el camino por el cual la Palabra de Dios llega hasta él. Pasa a través de los significados de la Palabra escrita, hablada y vivida para llegar a la misma experiencia personal de la filiación salvadora de Cristo en la que las Escrituras fueron escritas. Este contexto teológico que explicita la propia substancia de la fe cristiana es la característica propia de la oración benedictina. En el pasado evitó que la lectio monástica fuera meramente una observancia externa más. Parece que hoy en día es particularmente importante para evitar que la contemplación se convierta en un juego psicológico”.

Cuadernos Monásticos 38-39 presenta cuatro importantes artículos que nos ayudarán a conocer nuestra misión en la Iglesia; además, una serie de artículos que contribuirán a situar la lectio divina dentro de esa misión, y sobré todo a vivirla. A este rico contenido hemos añadido un conjunto de testimonios, de “frutos” de la lectio divina junto con algunas experiencias de oración.

Todo este material excedía en mucho a las posibilidades de un solo número. Ante la alternativa de no publicar una parte o de hacer un número doble, optamos por esta segunda solución con la seguridad de que nuestros lectores nos lo agradecerán.

Esperamos que nuestro año 1976 haya contribuido a clarificar la imagen de la vida monástica ante nosotros y ante los demás, muy especialmente en América Latina, ávida de ver el rostro de Cristo y de oír su palabra en cada monje, en cada monja.

La Dirección

La xilografía es del P. Pablo Sáenz, osb

SUMARIO

Editorial

Signos de una Iglesia contemplativa

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CARDENAL EDUARDO PIRONIO

Artículo

La experiencia espiritual

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ANDRÉ LOUF, OCSO

Artículo

Aportación a la Iglesia de la vida monástica femenina hoy

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REMBERTO WEAKLAND, OSB

Artículo

Deificación del cristiano y vida en el Espíritu

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OLIVIER CLÉMENT

Artículo

Cómo leer la Escritura según san Gregorio Magno

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PATRICK CATRY, OCSO

Artículo

La “lectio divina”, fundamento de la oración y de la vida monástica, a la luz de los consejos de san Jerónimo

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CRISTINA DE LA CRUZ DE ARTEAGA, OSB

Artículo

Cuando Dios habla

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LOUIS-ALBERT LASSUS, OP

Artículo

La Escritura y la oración monástica

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JAMES MC MURRY

Artículo

La “lectio divina” hoy

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FRANÇOIS VANDENBROUCKE, OSB

Artículo

Hay que responder

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ALBERT-MARIE BESNARD, OP

Artículo

Sugerencias para un enfoque de la “lectio divina”

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DAVID STANLEY, SJ

Artículo

Para un saber monástico

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MARIE-PIERRE DE GROX, OCSO

Artículo

El monje y el uso de la palabra

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JACQUES ROUSSE, OSB

Artículo

¡Oye, Israel!

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ANDRÉ CHOURAQUI

Artículo

Mientras hay tiempo

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GERARDO BENKERT, OSB

Artículo

El día en que las aguas decidieron declararse en huelga

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PEDRO MAX ALEXANDER, OSB

Artículo

Oración y unidad interior

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ESCOLÁSTICA UCHOA BARBOSA, OSB

Artículo

Tibatí: su oración y lectura (reflexión comunitaria)

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COMUNIDAD DE TIBATÍ

Artículo

Himnos de la Anunciación

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INÉS MARTÍNEZ ECHENIQUE, OSBHILDEGARDIS LIZOLA, OSB

Artículo

Letanía al Espíritu Santo

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MARÍA LETICIA RIQUELME, OSB

Artículo

Himnos de la Presentación

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HILDEGARDIS LIZOLA, OSB

Artículo

“Lectio divina” y oración compartidas

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MONASTERIO DEL ENCUENTRO

Artículo

Oración y vida

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MARÍA SUSANA BOVE, OSB

Artículo

La vida de Juan Paraguas

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PEDRO MAX ALEXANDER, OSB

Artículo

La “lectio divina” como enriquecimiento histórico-salvífico de una experiencia religiosa ya dada

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ALFREDO VITA, OSB

Artículo

Dos poesías: Vino la luz al mundo y Catedral de piedra y agua

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ÁGUEDA FERNÁNDEZ ALONSO, OSB

Artículo

Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe

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COMUNIDAD DE CAXAMBÚ

Artículo

Entonces pensé…

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MARIANA FORTE, OSB

Artículo

El desierto en los salmos

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MARÍA ESTEFANÍA TAMBURINI, OSB

Artículo

Una homilía en el sexto domingo de Pascua

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ÉMILE BERRAR

Artículo

“Fundación Palabra de Vida”

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Artículo

Admonición a un hijo espiritual, atribuida a san Basilio

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SEUDO BASILIO

Fuente

El monasterio de San Benito de Viña del Mar

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MAURO MATTHEI, OSB

Crónica

El retorno de Sebastiana

COMUNIDAD DE HERMANAS TRAPENSES DE HINOJO

Crónica

Recensiones – Libros recibidos

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Libro

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