Cada cuatro años, los abades y priores conventuales de la Confederación Benedictina se reúnen en San Anselmo, Roma, para el encuentro que establece la ley propia de la Confederación. El Congreso, convocado para el 15 de setiembre de 1992 y que sesionó hasta el día 25, suscitaba interés por encontrarse en el marco del centenario de la elección del primer Abad Primado, Dom Hildebrando de Hemptinne (1893), y porque en él debía elegirse al sucesor de Dom Victor Dammertz, Abad Primado desde 1977, que había anunciado su retiro del cargo. Efectivamente, el 19 de setiembre fue designado por el voto de la asamblea como 7º Abad Primado, Dom Jerome Theisen, Abad de St. John, en los Estados Unidos. Le deseamos una gestión muy feliz y acertada en su misión de unidad y de orientación en la Confederación y en la Abadía y Ateneo de San Anselmo. La experiencia y la sabiduría adquiridas, la simpatía que se ha sabido ganar, permiten esperar un gran bien. El nuevo Abad Primado tiene 62 años, pues nació el 30 de diciembre de 1930. Hizo los votos monásticos en la abadía de Collegeville el 11 de julio de 1952, y fue ordenado sacerdote el 28 de julio de 1957. La última parte de sus estudios teológicos los cursó en San Anselmo, y allí obtuvo el doctorado en Teología. Fue elegido abad de su monasterio en 1979, recibiendo la bendición abacial el 19 de octubre de ese año.
Todo Congreso de Abades, sea o no electivo como este, comprende sesiones de reflexión y de estudio, con la puesta en común de temas espirituales y doctrinales, y también otras en que se considera la marcha de la Confederación y su obra común, el Colegio y el Ateneo de San Anselmo, en el Aventino.
Este último aspecto fue debidamente ilustrado por las presentaciones que hicieron el Prior, P. Mark Sheridan, y el Rector, P. Pius-R. Tragan, así como la exposición del ecónomo, P. Norberto Núñez, y las que se hicieron por parte de la Comisión de Abades para San Anselmo y los Visitadores. El Ateneo cuenta actualmente con dos facultades: la de Teología, con las especializaciones sacramentaria y monástica, y la de Filosofía, y el Pontificio Instituto Litúrgico. El número de alumnos sigue en aumento, manteniéndose relativamente estable la cantidad de monjes y de monjas y hermanas benedictinas que cursan en el Ateneo, o sea que la proporción de los que proceden de la Confederación disminuye en conjunto. El nivel de los estudios, las investigaciones que se realizan y las publicaciones del Ateneo son motivo de constante preocupación para los responsables, y de parte del Congreso hubo el mayor apoyo para que la calidad de un servicio tan esencial, prestado a la Confederación y a la Iglesia en su conjunto, continúe y se vigorice.
El tema doctrinal del Congreso fue pensado como complemento de los de años anteriores: monacato e Iglesia, el sentido eclesial de la vida monástica en nuestro tiempo, en el contexto de la nueva evangelización, de una cultura adveniente a la que debe anunciarse la Buena Nueva. En 1984 el tema fue la cristología, en 1988 la pneumatología. El Prior Emanuele Bargellini, en su relación introductoria, indicó como la evolución posconciliar de la Iglesia, por una parte, y el desarrollo actual de la vida monástica, por otra, invitaban a reflexionar sobre la Iglesia. En torno a este tema, pues, se estructuraron las cinco ponencias que pueden leerse en este número de CUADERNOS MONÁSTICOS. A partir de la definición de la Iglesia como “comunidad ecuménica”, en la que los monjes ofrecen un modelo de vida para los fieles (J. Theisen), la Iglesia y la comunidad monástica, “icono de la Trinidad” (E. Bargellini), hacen presente esa realidad interior que les da vida, en un dinamismo que conduce hacia la escatología. La espiritualidad del monje, “entre memoria y futuro” (C. de la Serna), con el deseo de Dios, en la frecuentación de su Palabra, en la vida común, conduce a que esa tensión se encuentre animada por la presencia del Resucitado. Las dos conferencias restantes muestran el itinerario para cumplir esa misión: “profecía y solidaridad” en la relación con el mundo (J. Kodell), y una inculturación, que no es solo geográfica sino temporal, y que debe ser un auténtico diálogo para no desnaturalizar el contenido que se transmite (N. Wolf). Estos dos últimos aportes, muy iluminadores, abren perspectivas nuevas en un contexto de propuestas que a veces parecen ya reiterativas. Ellas, como las demás exposiciones de estos días, fueron sintetizadas por el moderador del Congreso, el Abad Patrick Regan.
El Congreso es una ocasión para que los abades y priores conventuales, así como las abadesas y prioras que representan a las monjas y hermanas de todo el mundo, se conozcan e intercambien informaciones y experiencias. Lo hacen en los momentos destinados para las discusiones en grupos, en los tiempos libres y en los diálogos personales, en los viajes de peregrinación a Montecasino, a Subiaco, a Nursia. Se dan también otras oportunidades, como las relaciones breves que ilustran sobre distintos aspectos de la vida de la Confederación, y en esta oportunidad fueron el P. Bernard de Soos, sobre AIM, organismo del que es eficiente Secretario, el P. Pierre de Béthune sobre el diálogo interreligioso e intermonástico, el Abad M. de Elizalde sobre el Vº centenario de la llegada del Evangelio a América; el Prior Stéphane Huynh Quang Sanh hizo una conmovedora exposición sobre los monasterios en Vietnam, mientras que al Abad Clemens Lashofer, de Göttweig, Austria, correspondió presentar la recuperación de los monasterios de la Congregación Eslava, con la ayuda de los monasterios de lengua alemana y de Polonia. La preocupación por la Unidad de los cristianos no estuvo ausente, con la exposición del Abad M. Van Parys, de Chevtogne, y la presencia de observadores de las Iglesias Ortodoxa y Anglicana, así como una propuesta de profundización en los lazos entre benedictinismo y wesleyanismo, que hizo el Pastor James S. Udy, metodista. Los observadores Abad Andrew Marr, de Three Rivers (EUA, episcopaliano) y Archimandrita Josif Pustutov, del Patriarcado de Moscú, expresaron su gratitud y su simpatía. Las palabras del Archim. Josif, que ya ha intervenido en Congresos precedentes, fueron nobles y elevadas, al expresar la vivencia del monacato en su Iglesia, así como la necesidad de comprensión y de apoyo por los difíciles momentos que actualmente atraviesa. También la Priora Rosemary Rader, por las hermanas presentes, más que unas palabras de despedida, dio un verdadero testimonio que, proviniendo de quien asistía por primera vez al Congreso, resumía admirablemente los sentimientos de todos: la alegría del encuentro, la riqueza del diálogo, el respeto y la caridad en la escucha, el compromiso en el intercambio y la discusión, que constituyen -y es un grato deber reiterarlo aquí- las características de los Congresos de Abades.
La salud del Santo Padre no consintió esta vez que los miembros del Congreso fueran recibidos en audiencia. El Cardenal E. Martínez Somalo, Prefecto de la Congregación para los Institutos de vida consagrada, acompañado por el Secretario de la misma, Mons. Fransico Javier Errázuriz, se hizo presente y presidió la Santa Misa el día de la apertura.
Para la Confederación Benedictina, el Congreso de Abades no es un Capítulo General, y tampoco una mera sesión de estudios o de reflexión. Dada la particular estructura de la familia confederada, formada por congregaciones de monasterios, el Congreso representa -en la persona de los abades y priores conventuales- a toda la Confederación, para proveer al fin que la ley propia establece: fomentar la vida monástica según la Regla de san Benito y las sanas tradiciones de cada Congregación y de cada monasterio, adaptadas a las condiciones de tiempo y lugar, y también estimular la ayuda entre las Congregaciones.
En el Congreso de Abades se consideran los modos de contribuir a la consecución de esos objetivos, fortaleciendo los lazos espirituales entre las comunidades y proveyendo a la marcha de las obras comunes, como el Colegio y el Ateneo de San Anselmo. La experiencia de la comunión se canaliza en iniciativas y decisiones, para lo cual la reflexión que suscitan las conferencias doctrinales, que desde hace varios años son ya una práctica, ayuda y estímulo.
CUADERNOS MONÁSTICOS, al presentar las ponencias, quiere asociar a sus lectores al esfuerzo de renovación y de fidelidad al que nos llama constantemente la Regla de san Benito para que la respuesta de los monjes y monjas sea pronta y generosa, y actúe en la Iglesia y en el mundo como un fermento que ayude a todos los fieles a crecer en la comunión con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.