El último número de este año reúne artículos que nos ayudan a reflexionar sobre tres temas importantes en este momento de la historia que nos toca vivir.
Las dos primeras contribuciones (de los PP. Vanhoye y Grün), nos conducen al centro mismo de nuestra existencia cristiana: la Eucaristía, culmen et fons de la jornada y de la entera vida de quienes desean seguir a Cristo de todo corazón.
Nunca será demasiado lo que se escriba y reflexione sobre el lugar de la Eucaristía en la existencia cristiana. Además, en la actual vida eclesial parece resurgir el interés y la necesidad por vivir con plenitud este sacramento.
El artículo del P. Milroy nos entrega una valioso aporte sobre otro tópico decisivo: la pedagogía cristiana, y más en particular la pedagogía benedictina, cuyos dos pilares básicos son el Evangelio y en la RB.
Formar, la formación, es un desafío que muchas y muchos sienten como casi imposible en los tiempos que corren. A otras y otros asusta dejándoles paralizados; pero también hay quienes aceptando la dificultad de la tarea se ponen manos a la obra: éstas y éstos sabrán valorar en su justa medida la contribución de D. Milroy.
El tercer tema abordado en nuestra publicación es el de la evangelización y su relación con el monacato europeo de los primeros siglos. Más específicamente el artículo del Prof. García Vivas ofrece un interesantísimo aporte sobre los monjes irlandeses, quienes tuvieron un rol de primer orden en la consolidación de la vida cristiana en el continente europeo.
La sección “Fuentes” completa y enriquece este último tema: “El viaje de san Brendano tiene como marco de referencia toda una sucesión de emprendimientos por los que los cristianos irlandeses realizaron numerosos viajes al continente, en carácter de misioneros (s. VI). El destino de estos viajes no era siempre preciso”. Pero el dato llamativo de este texto es que “no se trata ya de un viaje misionero, o de un esfuerzo ascético del monje que se hace extranjero a su tierra. En la Navegación, Brendano sintetiza dos ideales monásticos: el de origen egipcio que es el retorno a la condición natural del hombre y a la vida del Paraíso; y el autóctono, que es el acometer dicha búsqueda como un verdadero viaje a través de los mares y no sólo por medio de luchas espirituales e interiores”.
Desearía concluir nuestras entregas de Cuadernos Monásticos del año en curso con un texto en el cual san Agustín celebra la admirable unidad de la fe cristiana; un pasaje que sintetiza lo expresado más arriba: Eucaristía, formación evangélica, evangelización -peregrinación-, todo en Cristo:
“... (Cristo) nos dio en su cuerpo y sangre un saludable alimento, y, a la vez, en dos palabras resolvió la cuestión de su integridad. Coman, por ende, quienes lo comen y beban los que lo beben; tengan hambre y sed; coman la vida, beban la vida. Comer esto es rehacerse; pero en tal modo te rehaces, que no se deshace aquello con que te rehaces. Y beber aquello, ¿qué cosa es sino vivir? Cómete la vida, bébete la vida; tú tendrás vida sin mengua de la Vida. Entonces será esto, es decir, el cuerpo y la sangre de Cristo será vida para cada uno, cuando lo que en este sacramento se toma visiblemente, el pan y el vino, que son signos, se coma espiritualmente, y espiritualmente se beba lo que significa. (...)
... Cree, y vienes; ama, y eres traído. No juzguen que se trata de una violencia gruñona y despreciable; es dulce, suave; es la misma suavidad lo que te trae. Cuando la oveja tiene hambre, ¿no se la trae mostrándole hierba? Y me parece que no se la empuja; se la sujeta con el deseo. Ven tú a Cristo así; no te fatigue la idea de un interminable camino. Creer es llegar. En efecto, a quien está en todas partes, no se va navegando, sino amando. No obstante lo cual, también en este viaje del amor hay frecuentes remolinos y borrascas de tentaciones múltiples; cree en el Crucificado para que tu fe pueda subirse al leño. No te sumergirás; el leño te llevará al puerto…”[1].
SITIO DE “CUADERNOS MONÁSTICOS”: www.monasterio.org.ar/cuadmon
[1] San Agustín de Hipona, Sermón 131,1-2; trad. en: Obras completas de san Agustín, t. 23, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1983, pp. 156-158 (BAC 443).
Cuando recibimos la comunión recibimos en nosotros un intenso dinamismo de amor divino capaz de orientar toda nuestra vida en el sentido del amor generoso y de hacernos subir hasta la cumbre del amor.
En este artículo quiero proporcionar una explicación de la Eucaristía como camino de experiencia espiritual, basándome en la categoría teológica griega de la visión.
Al estudiar el contexto cultural de la formación hoy no es mi intención profundizar en las diferencias entre las diversas y antiguas culturas de las que proceden sus candidatos. Ustedes lo saben mejor que yo. Mi propósito es más general. Es un hecho que, en mayor o menor grado, una nueva especie de cultura global está invadiendo nuestras culturas. Llamémosla, para el caso, cultura de la modernidad.
Lo importante del fenómeno monástico céltico es, sin duda, su posterior influencia en aspectos esenciales del catolicismo romano, que sería, a la postre, el verdugo de aquél.
“¿Acaso no es Dios omnipotente quien dirige y gobierna nuestra pequeña nave? Dejadlo todo a él, pues es quien dirige nuestro viaje como quiere”.