Iniciamos nuestras entregas de este nuevo año con un número principalmente dedicado a una notable figura de la espiritualidad cristiana contemporánea: Maurice Zundel (1897-1975).
Ya les habíamos presentado en nuestra revista a este sacerdote de origen suizo (cf. CuadMon 127, 1998), pero ha parecido necesario y conveniente ampliar esa primera imagen ofrecida anteriormente.
Una primera contribución de Marc Donzé, gran conocedor de Zundel, ayudará a saber quién era él y cuáles son los aspectos salientes de su pensamiento.
Luego, dejamos al propio Zundel que nos hable, para así tomar contacto directo con su predicación. Dos estupendas conferencias, que creo no exagerar al decir que producen una honda impresión en quien las escucha con el corazón y la mente abiertos.
Para ayudarnos a profundizar nuestra compresión, el abad de Cîteaux, D. Olivier Quérnardel, ocso, nos acerca una serie de interesantes “claves de lectura” de las principales ideas y temas mayores que animan el pensamiento “zundeliano”.
La sección Crónicas relata lo acaecido en la XXXa Semana de Estudios Monásticos (septiembre 2005, Loyola, España). «El lema, en esta ocasión, fue “Seréis mis testigos”, y los objetivos: ahondar en la experiencia y el testimonio contemplativo, no sólo desde la tradición monástica del pasado sino, sobre todo, desde el desafío que la sociedad actual plural, indiferente y descreída, nos plantea. Quiso ser la culminación de una trilogía temática que había comenzado en la Semana del 2001 con el lema “Relectura de los valores esenciales del monacato en el nuevo milenio”, que continuó en 2003 con “El evangelio como norma suprema de vida monástica”, y que quería terminar vislumbrando su proyección evangelizadora en el hoy concreto».
Un notable texto antiguo de san Ambrosio (+ 397), nos coloca en una dimensión casi por completo olvidada en nuestros días: «En el capítulo 2 del Tratado sobre las Vírgenes Ambrosio presenta a María como imagen concreta y ejemplo vivo sobre el cual las vírgenes deben edificar su vida. En el capítulo 13, María es llamada “la que ha dado a luz a Dios” (Deum genuerat) y que resplandece por su pudor, virtud desconocida por los antiguos. De este modo Ambrosio coloca a María en las antípodas de la mujer decadente del imperio romano. Sin embargo la riqueza del concepto de virginidad-pudor que presenta Ambrosio, y su modelo que es María, se abre a la perfección de toda mujer, pues de ningún modo se reduce a una dimensión física, aunque sí le sea esencial. Gracias a ello Ambrosio recuperará el valor del matrimonio cristiano que venía de ser rechazado por ciertos grupos cristianos en su afán de reordenar la vida moral de la sociedad pagana».
Completan nuestro primer número de 2006, la sección libros y un nuevo aporte de sitios “útiles” en Internet.
Una frase de Zundel que me ha parecido notable nos puede acompañar en este año recién iniciado: “Salvar a Dios de nosotros mismos desapropiándonos como Él, para llevar a los otros su belleza, su bondad, su sonrisa...”.
Tapa: Maiestas Mariae, detalle del frontal del altar procedente de la iglesia de Santa María d’Avià (Berguedà), España. Esta obra fue realizada entre 1170 y 1190. Pintura al temple sobre tabla con relieve de estuco y corladura.
El pensamiento de Zundel se presenta como un continuo ir y venir entre el hombre y Dios, entre las experiencias de la vida y las iluminaciones de la Revelación. Esta última tiene para él un aspecto “radiante” o “solar”. Un sector de la experiencia humana va a abismarse en el “Sol” del Dios revelado y, a partir del Fuego divino, se esclarece la vida y el comportamiento del hombre.
Hay en Dios una infancia como hay en Él una juventud eterna, hay una fragilidad infinita. Esa fragilidad que animaba a Francisco ante el Niño de Belén, es la parábola, es la manifestación, a través de la humanidad de Jesús, de la eterna fragilidad de Dios.
Es en los monasterios donde yo he sentido la Presencia del silencio, donde he tenido esta experiencia del silencio como de una persona, no como una consigna donde uno decide de pronto callarse e interrumpir las conversaciones, sino la experiencia de una vida que está enteramente cimentada sobre el silencio, donde la clausura significa que se deja de hablar o, si se debe hablar, es en voz baja, de modo de no turbar el silencio, donde, desde la tarde hasta la mañana, toda la noche, queda claro que se permanece en silencio y toda la comunidad verdaderamente respira el silencio, vive de él y lo irradia.
En varias oportunidades, a lo largo de esta conferencia, Zundel apela a su propia experiencia, y busca enviar a sus oyentes a sus propias experiencias. Esto quiere decir que él mismo se implica en sus palabras. No permanece a distancia. Su respuesta no es neutra. No la aprendió en un libro (…). Tendrá por fundamento la experiencia de la vida. Su técnica de la vida espiritual le es dada por la experiencia de vida, de toda la vida.
La dinámica de la semana conjugó las ponencias con las mesas redondas, los trabajos en grupos y las puestas en común, que se realizaron por las tardes, con lo que se consiguió una Semana ágil, viva y participativa, que permitió contrastar todo lo expuesto con la realidad de las comunidades concretas, e intuir conjuntamente caminos de futuro.
Sea entonces para ustedes la vida de María una imagen viva de la virginidad, en quien resplandece como en un espejo la belleza de la castidad y la hermosura de la virtud. En ella encontrarán un ejemplo vivo en la que, como maestra ejemplar de integridad, podrán encontrar qué corregir, qué reproducir y qué observar (cfr. Lc 1). Pues si el primer estímulo para el fervor es la nobleza del maestro, ¿qué más noble que la nobleza de la Madre de Dios?, ¿qué es más esplendoroso que ella, a quien eligió el Esplendor?