Estamos ya en las “Primeras Vísperas” de las bodas de plata de nuestra revista. Es el momento de agradecer a tantas personas, vivas y difuntas, que han hecho posibles estos cincuenta de años de nuestra publicación; y, al mismo tiempo, renovar nuestro compromiso de continuar, con un renovado entusiasmo, nuestro servicio a quienes siguen acercándose a Cuadernos Monásticos con una fidelidad asombrosa.
En este número encontramos un artículo que nos ofrece una gran ayuda para nuestra vida espiritual, deseo recomendarlo. Subrayo tres afirmaciones de la Hna. Marie-Benoît Bernard, ocso: el monje no es monje sólo cuando ora, sino cuando vive en el nombre de Cristo; la pureza de corazón es el principio de la oración; la vida monástica es el aprendizaje de la vida humana.
La relectura de la obra del llorado P. Luis Bouyer: El sentido de la vida monástica, que nos ofrece D. Jean-Charles Nault, osb, nos propone una profunda reflexión sobre un tema siempre actual: nuestra asimilación a Cristo.
La aclaración del sentido del vocablo capítulo y la función que cumple la sala de capítulo en un monasterio son tratados en el artículo de Daniel Misonne, osb: “La sala de capítulo llega a ser el más simbólico de todos los lugares regulares del monasterio. En efecto, en ella concluye el oficio litúrgico de Prima, principalmente con la lectura de un capítulo de la Regla (de ahí su nombre); en ella el abad comenta la Regla; en ella los hermanos se acusan de sus faltas (“capítulo de culpas”); en ella se reúnen todos los profesos de la comunidad, y sólo ellos, para debatir asuntos importantes del monasterio (los novicios “no tienen voz en el capítulo”); en ella proceden a la elección de su abad. Dadas las diferentes funciones que allí se realizan, es comprensible que se haya velado para que la arquitectura y la decoración de ese lugar respondan a su importancia”.
La sección Fuentes prosigue con la publicación de una selección de las Cartas de Barsanufio y Juan. En esta ocasión se han seleccionado las epístolas dirigidas a los laicos, casi todas pertenecientes a abba Juan: “Lo primero que dejan entrever estas cartas, junto con las otras de la colección, es la gran apertura que tenían los monjes del monasterio de Séridos para recibir, alojar, escuchar e incluso acoger en su enfermería a los laicos que se acercaban a pedir ayuda”.
Quisiera concluir estas Vísperas solemnes de Cuadernos Monásticos compartiendo un momento “histórico” para nuestras Comunidades del Cono Sur y para nuestra revista:
“Del 3 al 5 de marzo de 1966 se reunieron en el Monasterio Santa María de Los Toldos (Argentina), (las) y los Superiores de los monasterios benedictinos y cistercienses de Argentina y Chile… La iniciativa partió del R. P. Santiago Veronesi, osb, Prior de Cristo Rey (Siambón, Argentina)… El objeto del encuentro era… hacer que los monasterios se conocieran y amarán más, e integraran sus esfuerzos en una acción común, a lo que sin duda invita la común vocación monástica según la Regla de san Benito…”[1].
En esa reunión se decidió crear una revista que fuese:
“… El vínculo entre los monasterios, a la vez que un medio para hacer asequibles a todos los monjes y monjas de habla castellana textos de espiritualidad y de historia monásticas”[2].
Que el Señor misericordioso nos ayude para que podamos seguir prestando ese servicio a nuestras Comunidades y a la Iglesia.
Junto con este número entregamos un aviso con los cambios que proponemos para el año próximo. Les rogamos leerlo con atención y ponerse en contacto con nosotros para aclarar las dudas que puedan presentárseles. Y les recordamos nuestro sitio en la web: www.surco.org
[1] Martín de Elizalde, osb, Primera reunión de (las) y los Superiores benedictinos y cistercienses de Argentina, Chile y Uruguay, en Cuadernos Monásticos n. 1 (1996), pp. 1-2.
[2] Ibid., p. 4.
“Así, la oración, según san Benito, aparece en este sentido como una especie de arte sagrado del amor, más precisamente, como un arte para ejercer su libertad, arte por el cual el Espíritu Santo obra en el fondo de los corazones, allí trabaja, allí construye la paz a la manera de un guardián de la unidad, de un vigía que a la vez custodia y despierta la comunión fraterna”.
«Con la lectura atenta de “El sentido de la vida monástica”, llama la atención inmediatamente… el aliento extraordinariamente dinámico que atraviesa la obra. De un extremo al otro, el lector es como impulsado por un movimiento permanente, el gran movimiento de regreso de la criatura pródiga hacia el Padre».
«Cuando el General De Gaulle escribe en sus “Memorias de guerra”: “Francia no tiene voz en el capítulo”, comprendemos que su país no tiene autoridad para hacerse oír. Pero, ¿conocemos el origen de la expresión? Asimismo el de la expresión verbal “llamar a capítulo”».
“Debe hacer todo con discernimiento. Medir sus propias fuerzas, eso es discernimiento y seguridad para el espíritu, a fin de no sentirse luego perturbado. Al contrario, hacer más de lo que se puede, sea en obras de beneficencia o en otras, es carecer de discernimiento; porque esto lleva enseguida a los problemas, al cansancio y a la murmuración”.